Capítulo Uno

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Desperté algo atolondrada unas horas más tarde. Javier me había… no recordaba qué. ¿Era un secuestro?.
A pesar de todo, le había amado pero su obsesión por mí tras dejar nuestra relación, hizo que me alejara de él y me marchara a Londres. Todo había acabado mal entre nosotros.
Allí conocí a Fran Evans. El hombre que me ayudó a salir de cada mal bache que tenía al recordar esa relación tóxica. El hombre que a día de hoy… era mi prometido. Mi futuro marido.
El olor a cigarrillo era insoportable. Desconocía la marca, pero sí sabía que Fran no fumaba. Recordé por unos instantes que Javier sí lo hacía. Y por lo que veía, seguía haciéndolo.
Busqué una pequeña luz para encontrar el rostro del hombre que me había destrozado la vida después de nuestra ruptura cuatro años atrás. Pero no la encontré. Solo oscuridad en el ambiente. Eso me recordó lo sucedido en aquellos días. Largos y oscuros para mi a partes iguales.
Algo que jamás perdonaré a Javier.
No encontraba señales de que estuviera atada. Recordaba que Javier era un tipo tradicional. Pero aun así, era un hombre al que le gustaba jugar sucio para conseguir sus propósitos. Incluso lo hacía con sus negocios con la droga.  O al menos eso es lo que veía en las noticias. Me asustaba verlas y pensar que lo que acababa de ocurrir… se hiciera posible. Supongo que era por el hecho de volver a verlo y recordar todo lo que me hizo. 
Aunque ahora la pesadilla se había hecho realidad, nada va a cambiar con respecto a los planes que tengo con Fran.
Tenía miedo de lo que pudiera pasar ahora que Javier me tenía de nuevo en sus manos, pero tenía claro que debía escapar de allí.
Javier tenía toda la razón. No quería verle. Habían pasado cuatro años y seguía sin tener nada que hablar con él. Es más, solo le agradezco que me haya abierto los ojos aun más de lo que ya los tenía, ya que me hizo entender que un mujeriego jamás iba a cambiar. Más aun cuando tenía una hija que en esos instantes tendría unos quince años.
¿Fran me estará buscando? Espero que sí. Habíamos pasado tantos baches desde que nos conocimos, que desde entonces él sí que me había demostrado que me amaba. Aunque en los primeros cuatro meses pensé que ese amor solo era una estrategia para conseguir todo lo que quería. Supongo que sería porque mi corazón estaba lo suficientemente herido por mis anteriores relaciones. Incluso la que tuve con Javier, que destrozó mi vida por completo. Quizá por eso, tenía el corazón  tan duro como una piedra y era demasiado fría con mi futuro esposo. Hasta que nos dimos cuenta de que no podíamos estar el uno sin el otro.
―Estás muy hermosa, Martina ―escuché mientras la voz de Javier se me clavaba por la espalda―. Se nota que los años no han pasado sobre ti. 
Javier estaba en algún rincón de aquella habitación en la que me encontraba. ¿O debía decir sótano? No sé dónde diablos me encontraba. Lo único que sabía eraque él estaba cerca y también que quería por encima de todo… escapar de allí.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que nos encontramos en la habitación de aquel hotel donde me reunía con Fran para hacer el amor. Pero estoy segura de que se ha pasado todo ese tiempo observándome aquí, en este sitio perdido en un lugar de la nada.
―¿Dónde estás? ―la oscuridad seguía invadiéndome y quería salir de dudas sobre el lugar donde se encontraba él.
―Estoy cerca. 
Él hizo una pausa.
―Se nota que han pasado cuatro años desde que no nos vemos ―dijo él―. Ni aunque tengas cuarenta años la belleza se te escaparía.
―En realidad tengo treinta y uno, Javier.
―Lo sé. Y sé que cumples años en julio. Como también sé otras cosas de ti. No me he olvidado de nada, Martina.
―Vaya. Pensé que sí, Javier. Pensaba que habías borrado tu pasado y habías echado al olvido todo lo bueno que te quedaba.
―Que sea narcotraficante, no significa que mi pasado no este ahí. No he podido ni querido olvidar los buenos momentos que pasamos juntos. Pero tampoco he olvidado a mi familia.
De pronto, la luz se hizo y me quedé a ciegas sin poder ver nada.
Unos segundos más tarde, abrí los ojos y logré ubicarme. Fue cuando me encontré en una habitación perfectamente decorada. Tenía un estilo británico, pero estaba segura que me encontraba en España. No tenía ninguna duda. Nunca se me olvidarían los olores de los lugares en los que un día Javier y yo estuvimos juntos.
Cuando tuve un poco de visión en los ojos, busqué a Javier por la habitación. Y cuando le encontré, me percaté de que estaba sentado en una silla frente a la cama en la cual me encontraba sentada y en la cual me había despertado.
¡Vaya! Su estilo era diferente. Vestía de una forma que él sabía que me ponía a cien.
Llevaba un traje de chaqueta de color blanco y una camisa de seda en azul. La corbata era negra. Y me parecía del negro más oscuro que había visto jamás, quizá porque lo comparaba con el momento que estaba viviendo. Oscuro. Sin salida. Eterno.
¡No podía creer que me estuviera tentando para cambiar mis planes de matrimonio con Fran!
Me miré en un pequeño espejo y me percaté de que aún llevaba aquel vestido largo de color gris que había lucido para mi futuro esposo.
Ya no conservaba las ondas de mi pelo castaño y con mechas rubias recién estrenadas. Quizá las perdí por estar en aquella cama dormida tras mi secuestro.
―¿Por qué me has traído aquí? ―le pregunté a Javier, sabiendo que su respuesta podría ser sexual.
―Tenemos que hablar.
―¿Hablar sobre qué, Javier?
―Sobre nosotros y nuestra vida juntos.
―No tengo nada que hablar de ello. Ya han pasado cuatro años. Es un poco tarde para ello, ¿no crees?
―Sé que fui un cobarde al dejarte por la que un día fue tu mejor amiga hace cuatro años ―dijo―. Pero en este negocio he estado a punto de morir varias veces y me he dado cuenta de que necesitaba tener de nuevo a mi parte buena conmigo. Tú lo has sido.
―Javier, no quiero saber nada. Pero tampoco me recuerdes que fui tu parte buena. Porque no me lo creo. Ahora soy feliz con otra persona —dije mientras le enseñaba mi anillo de compromiso―. Me caso en tres días y eso no vas a poder evitarlo.
―Si te crees que no soy capaz de retenerte aquí tres días, estás equivocada. Tú sigues siendo mía a pesar de que te hayas acostado con otros tíos antes de ese tal Fran Evans.
―Estás equivocado Javier. Yo no he llevado la misma vida que tú desde que empezamos hace años nuestra relación. Tú has sido toda tu vida un mujeriego. Y la prueba la tienes en la hija que tuviste con aquella mujer mucho antes de conocerme a mí.
―No nombres a mi hija en esto, Martina ―rugió.
Ambos hicimos una pausa. Encontré un silencio tan incómodo como aquella situación.
―Dime realmente el motivo por el que estoy aquí―le pregunté.
―Eso es lo que siempre me ha impresionado de ti ―me dijo―. Eres muy lista, Martina y por eso siempre has conseguido cada éxito que te has propuesto en el mundo de los negocios y en tu vida personal.
―¿Cómo sabes eso?
―Lo sé todo sobre ti desde que me marché. Incluso tu vida al lado del abogado con el que te has comprometido.
―¿Qué quieres, Javier? ―dije con rabia.
―Te lo dije al principio. A ti. Por eso estás entre estas cuatro paredes de las que no podrás salir. Y te haré recordar toda esa pasión por la cual vivías cuando éramos pareja.
―¿Piensas tenerme prisionera para mantener relaciones sexuales conmigo?
―No. Podrás salir de la habitación siempre que no intentes escapar. Aunque veo que voy a disfrutar contigo cada vez que lo intentes. Sé que querrás hacerlo para evitar que te toque.
―¡Estás loco!
―Lo sé. Pero loco porque no he parado de pensar en cómo hacerte mía tras tus humillaciones después de que estuviera con tu amiga másíntima―me dijo―. ¡Recuerdas las fotos y los vídeos por las redes sociales! Eso es una humillación que te haré vivir también a ti.
―Fran vendrá a buscarme e impedirá que me humilles de esa manera.
―Fran Evans no podrá hacer nada si encuentran a su prometida muerta. Entonces cuando todos te olviden, serás completamente mía y te tendré de nuevo debajo de mi. Haciéndote el amor. Pero en el caso de que mi tapadera sea descubierta, le haré creer que tú no eres tan buena como él pensaba. 
Javier comenzó a reírse y el miedo se apoderó de mí.
Tenía que salir de aquel lugar, antes de que ese hombre volviera a hacerme daño.
Tras un silencio incómodo y sintiéndome acorralada, Javier se marchó de la habitación. Y por lo que escuché, había cerrado la puerta con llave. Estaba encerrada. Como un pajarillo en una jaula.
Tenía que salir de allí antes de que Javier lograse su propósito de hacer mi muerte realidad y de que me humillara como yo lo hice. Al menos yo me moví por venganza. Para que supiera que era una mujer más fuerte. 
Nunca había sentido el descontrol de toda la situación que tenía ante mis ojos en esos instantes. Incluso ningún negocio se me escapaba. Pero en esos momentos la vida sí que lo hacía.
Tendría que escapar de allí antes de que fuera demasiado tarde para casarme con Fran. Pero también demasiado tarde para mi dignidad.

No sé cuánto tiempo paséa solas encerrada en la habitación. Lo único que sabía es que el sol se había movido hacia el oeste y que debía ser alrededor de mediodía. O quizá me equivocaba y se estuviera haciendo ya de noche. No estaba segura de ello.
Decidí buscar algún medio para salir de allí. La única ventana que había, estaba clavada con puntas a la pared. Al parecer Javier se estaba asegurando que tuviera una habitación. Pero una de la queno pudiese escapar por ningún lado.
Busqué en los cajones de una vieja cómoda y encontré un viejo abrecartas. 
Lo saqué y pensé en usarlo. Pero no me ayudaría a escapar de allí.
Los ruidos que sonaron en la puerta en breve, me sobresaltaron y ante ello, el abrecartas se me cayó de las manos. 
El repique de la llave me hizo entender que era Javier. Cogí rápidamente el abrecartas y me lo guardé enmi espalda.
Su figura apareció ante mis ojos y lo único que vi era que  traía una bandeja con comida.
Javier caminó hasta la cómoda. Ahí vimi oportunidad de atacar y poder escapar de aquel sitio.
Me abalancé sobre él con el abrecartas en la mano y se lo clavé. No sé dónde, pero le vi tirar la bandeja al sueloy corrí para salir de aquel lugar. 
―¡Maldita sea! ―escuché desde la habitación mientras huía. ―Hugo, ¡que no escape! ―volví a escuchar. 
Esperaba que mil hombres no lograran disparar y que alguna bala me alcanzase. Pero sobre todo esperaba poder salir antes de que alguno de los hombres de Javier me atrapase y acabase con una bala en la sien.
Corriendo en mi huída para conseguir llegar a la ciudad, me percaté de los alrededores del lugar. Eso logró que el miedo me recorriese el cuerpo como un veneno imposible de parar. Correr era lo que debía seguir haciendo para poder salir de aquella casa que resultaba interminable.
Al cabo de unos minutos, salí de lo que parecía un inmenso lugar lleno de cruces con mujeres atadas. Supuse que Javier había cambiado entodo con el paso de los años. Incluso en sus gustos sexuales.
Corrí por el bosque sin parar. Tenía que lograr llegar a la carretera y encontrar algúncoche que me llevara junto a Fran. Ahora solo me importaba salir con vida de la gran fauna que recorría aquellos bosques.

No sé cuánto tiempo estuve corriendo, pero llegué a la carretera por fin. Eso me alivió. Ver el asfalto fue una inyección de vida. Ahora solo quedaban horas de caminata para llegar a la ciudad e ir a la comisaría para denunciar lo que me acababa de suceder.
De pronto, apareció un coche de la nada. Supe que era mi salvación. Me relajéy me acerqué a él para pedir ayuda.
El conductor salió y, cuando vi el rostro de Javier, comencé a dar pasos hacia atrás para salir corriendo. No podía creer que todo estuviese saliendo en contra mía.
De pronto, un disparo hizo que me parara en seco. Me fui girando muy lentamente y miré despacio a Javier.
Me percaté de que tenía la camisa ensangrentada. Supuse que era por el abrecartas que le clavé para poder huir de él.
―Ven aquí, Martina ―dijo apuntándome con su arma.
Me negué a ello. Caminó hacia mí y volví a dar pasos hacia atrás.
―Martina, si hacemos esto por las buenas no resultarás herida. De lo contrario me veré obligado a dispararte ―dijo de nuevo.
―No puedes retenerme aquí ―le respondí―. Me caso en tres días, Javier.
―¡Te casas! O te casabas. ¡VEN AQUÍ! ―me gritó.
―No. 
Hice una pausa. Recordar de pronto lo que vi en el lugar en el que me retenía, me hizo entender que me haría lo mismo. Entonces con cada paso hacia atrás que daba, tenía la ventaja de salir corriendo aunque me matase en el intento con aquella arma que poseía en sus manos. Y odiaba que no pudiese hacer realidad mi sueño, después de todo lo que Fran y yo habíamos luchado juntos. 
Recordaba la furia de Javier mezclada con la droga y el alcohol hace cuatro años y llegaba a convertirse en un fuerte puñal para mí. Uno más duro que esa arma que Javier sostenía en sus manos.
El último paso que di, me hizo volver a correr. Pero tan solo unos segundos después, otro disparo sonó. Y volví a pararme. Quería saber si tenía algún rasguño para poder rendirme. Malherida no iría a ningún lado. Salvo volver a mi lugar de cautiverio.
En pocos segundos noté como algo me picó. Y diez segundos más tarde, me giré y vi que Javier estaba ante mí.
Después, miré mi brazo izquierdo y tenía pinchado algo como un dardo. Hasta que me di cuenta de lo que era en realidad. Un tranquilizante.
―¿Qué me has hecho? ―pregunté.
―Por ahora darte un relajante ―respondió―. Tengo que pensar muy bien quéhacer contigo antes de que vuelvas a escaparte y consigas tu propósito. No quiero que me des más problemas de los que ya me has dado con ese maldito abrecartas, Martina.
―Maldi… maldi… ta… sea…
Caí redonda en pocos segundos. Pero sentílos brazos de Javier sosteniéndome. 
Fue ahí, donde el alma se me encogió al oler su perfume. Uno que me traía demasiados recuerdos. 
Y me relajé. Pero el miedo a lo que pudiese hacerme, continuaba sobre mi cuerpo y sobremi mente.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora