Capítulo Diecisiete

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Las notas del piano me despertaron de pronto.
¿Qué hora era?
Me incorporé en la cama y continué escuchando las notas. Al parecer Javier se había puesto melancólico, cuando las demás nos habíamos quedado dormidos. Al menos yo, después de tanto pensar en todo y sollozar hasta que no me percaté que me quedé profundamente dormida.
Esas notas me resultaban muy familiares. Tanto que recordé que la melodía me resultaba muy familiar.
Te gusta esta melodía.
Recordé aquella voz que era como espinas que se clavaban.
Thomas Bergensen la compuso un día y me recuerda justamente el día en que te vi por primera vez.
La estaba tocando y lo hacía incluso mejor que cuando la escuché la primera vez en las manos de Javier antes de que lo descubriera con mi mejor amiga en la cama revolcándose.
Me acerqué a él mientras que Forgotten September sonaba hermosa en el piano.
Me paré a escuchar con detenimiento lo que Javier estaba tocando. Esas notas hicieron que las lágrimas comenzaran a brotar en mis ojos.
―Recuerdas esta melodía ―me dijo él sacándome de mis pensamientos y secándome los ojos.
Asentí en breve.
―La toco cuando estoy pensativo o cuando la recuerdo cosas buenas.
Caminé hasta a él y me senté a su lado diciéndole:
―Pero también te recuerda el día en que me viste la primera vez. ¿Por qué lo recuerdas? ―creía saber esa respuesta.
Javier se encogió de hombros.
―Ya veo ―dije.
―¿Te he despertado? ―me pregunto.
―Sí. Pero no te preocupes. Me ha encantado este despertar.
Él sonrió con la cabeza baja.
―Me alegra escuchar eso ―me dijo―. Pero deberías de irte a descansar.
―No voy a hacerlo. Hay mucho tiempo para dormir ―le dije―. Incluso cuando morimos.
Hicimos una pausa.
―Puedes volver a tocarla ―le dije.
―¿Por qué tendría que obedecer yo tus órdenes, si tú no obedeces mis reglas?
―No te digo que la obedezcas. Pero me gusta escuchar todo lo que es hermoso.
Javier no dijo nada y le volví a decir:
―Tócala por favor.
Él mantuvo el silencio y volvió a mover las manos sobre las teclas del piano.
―¿Por qué te metiste en la cama con ella? ―le pregunté―. Hubiéramos sido felices.
Él volvió a encogerse de hombros.
―Ya veo que no sabes esa respuesta.
―Sí que la sé Martina. Tenía una vida de mierda enganchado a las drogas, que lo único que quería era a una compañera que siguiera mis pasos.
―Pero, ¿por qué la escogiste a ella?
―Por que Érica era la mujer adecuada para ello. Y no quería que tú arruinaras tu vida y tu carrera por alguien como yo. Una persona que no lograba de frenarse a las drogas y de enfrentarse a lo que ocurrió en su pasado.
―Pero, ya no te metes.
Él negó con la cabeza.
―Solo bebo alcohol cuando lo deseo.
―Ya veo.
―El único alcohol que me apetece beber ahora es el tuyo. Hacerte mía como cuando éramos novios.
Javier dejó de tocar esas notas y me cogió las manos, volviéndome a decir:
―Si volví a buscarte, es porque sigues siendo esa parte buena que perdí algún día en el pasado. Uno no se da cuenta de sus errores hasta que no está más hundido en el fango. Incluso maté a Érica por traicionarme.
―Pero tú sabes que no te amo como antes. Todo esto que paso entre nosotros no va a cambiar.
―Lo sé. Y daría todo lo que tengo por volver atrás en el pasado. Solo para no quedarme junto a ella.
Estaba claro que había algo más en la vida de Javier que hacía que quisiera volver atrás. Pero no quería saber que era.
―Por eso daría mucho más para que estuvieras enamorada de mí.
―Olvídalo Javier. Déjame marchar de aquí y me olvidaré de todo.
―Jamás Martina. No dejaré que te vayas así como así.
―Pero aquí...
Él me besó rápidamente para callarme y me aferré a ese beso que tantas veces había probado en el pasado.
En segundos me di cuenta en lo que estaba haciendo y paré de besarle. Levantándome en breve de aquel asiento.
―Confía en mí ―me dijo.
Javier acercó a mí y en breve, comenzó a bajarme las tiras de aquel pijama de seda que aún no me había quitado y el cual me puse antes de entrar a la cama hace unas horas. Cosa que cayó al suelo en segundos y comencé de nuevo a besarle. ¿Qué me estaba pasando con Javier? ¿Por qué caía de nuevo en su juego cuando me besaba? Tenía que escapar de esto antes de que fuera demasiado tarde.
Me separé de él y Javier volvió a cogerme por las caderas para que no me marchase de su lado.
En breve, me arrastró hasta el piano y sin yo poder reaccionar, me sentó encima del piano.
Ahí, él me agarró la ropa interior, mientras que recorría mis piernas con delicados besos. Quitándome las bragas, me miró por unos segundos y sonrió al verme sometida a aquella pasión.
Comencé a sentir su lengua sobre mi sexo. Eso me hizo gemir y sentí el placer sin ser forzada a ello.
Los círculos sobre mi clítoris me hacían sentir extraña después de todo lo que había pasado entre nosotros últimamente.
Javier me conocía demasiado bien. Tanto que me daba miedo pensar que me envolviera en sus deseos.
Javier paró enseguida de hacerme círculos en el clítoris. Él muy cabrón sabía cuando darme un orgasmo.
Sentí la cremallera bajar y cuando le miré, me señaló su miembro.
―Ya sabes cómo hacerlo ―dijo.
Comencé a mover su pene con mi mano derecha y en breve, me la metí en la boca.
Me moví lentamente. Pero no me dio tiempo a reaccionar, cuando Javier me agarró por el pelo y en segundos, él comenzó a mover mi cabeza más rápidamente con más ansias.
Me dio una arcada unos minutos más tarde y Javier sacó su pene de mi interior de mi boca.
En segundos, me cogió por la cintura y besándome, me llevó hacia otro lado.
Caí sin darme cuenta en el sofá y cuando quise ver que es lo que es lo que hacía Javier cuando alce la vista, vi que se estaba terminando de quitar la ropa que le quedaba por su cuerpo. Estaba cayendo en su juego y no me gustaba como jugaba sus cartas.
En breve, él se puso encima de mí y volvió a recorrer mi cuerpo con besos. Hasta que llego a mi sexo.
En segundos, noté ese dolor ligero dolor sobre mi sexo y gemí.
Javier comenzó a moverse despacio. Pude notar los efectos de aquello. Hasta que se movió más rápido.
Mis gemidos se escuchaban. Me preguntaba si también nos estarían escuchando en todo el rancho. Pero no me importaba. Ya que sabía que tenía que conseguir mi orgasmo.
Noté la esencia del clímax un poco más tarde. Cuando me noté bastante mojada. Pero supe enseguida que también se debía a lo que Javier había hecho antes de meter su miembro en mi sexo.
Noté que la erección iba creciendo cada vez más en mi interior. Y eso me hacía gemir aún más por el placer.
Me percaté que ambos estábamos en el clímax, cuando Javier iba un poco más despacio.
Sin darme cuenta, noté mi orgasmo un poco más tarde. Pero a su vez, como algo me hacía cosquillas. Eso me hizo entender que él también se había corrido.
Javier calló rendido sobre mi cuerpo y comenzó a respirar entrecortadamente.
―Eres una puta diosa Martina ―me dijo―. Mi diosa.
Pero no le respondí. Salvo que intenté en no pensar en nada.
Cerré mis ojos y me quedé dormida. Así evitaría pensar que era el as del propio juego de Javier.

A la mañana siguiente desperté algo confusa.
Miré hacia al lado derecho y Javier no estaba a mi lado. Me pregunté donde estaría.
De pronto, pensé en algo y sin reaccionar, fue a coger algo de ropa cómoda y me marché de aquel lugar donde estaba. Volviendo a escapar para no volver a caer de nuevo en su juego.
Cuando estuve en el jardín, allí estaba Hugo. Preparándose varias cosas en la mesa.
Caminé sigilosamente para que no me viera. Pero un breve ruido hizo que Hugo mirase hacia atrás.
―Desea algo, señorita Russo.
―Nada.
―Si iba a escapar, le aconsejo que no lo haga. Evítese un problema con el señor.
―¿Por qué me ayuda? ―le pregunté.
―Por que usted es la única que puede calmar al señor cuando tiene un problema con alguna mercancía de coca. Es usted una persona buena y no se merece un nuevo castigo.
Entonces retrocedí y me puse frente a él.
―Gracias Hugo.
―No hay de...
―¿Qué haces aquí? ―escuché―. Te hacía dormida en la cama y cuando te vi, pensé que...
―...había escapado ―le respondí a Javier―. No. Me he puesto algo cómodo para desayunar y después para salir a pasear por el jardín. ¿Por qué puedo hacerlo, no?
―Claro. Si me dejas ponerte algo para localizarte.
Me senté en la silla del lado derecho y Hugo me sirvió un poco de zumo.
―Retírate Hugo. Ya me encargo yo.
―Sí señor.
Hugo se retiró y Javier se sentó en la silla del centro. Comenzando a servir el desayuno.
―Anoche mi dejaste sin palabras. Voy a recompensarte por ello.
Hizo una pausa.
―Iremos a cenar esta noche. Ponte algo elegante nena.
Asentí.
Le miré y él me miro a los ojos. Pero enseguida bajé la mirada.
―¿Qué ocurre Martina? ―me preguntó.
―Nada.
―¡Nada! ¿Qué ocurre?
―Veras... he querido escapar.
―¡Que!
―Pero me arrepentí.
―¿Por qué lo hiciste?
Me encogí de hombros. Claro que sabía la respuesta de por qué me arrepentí.
―Ya veo ―me respondió.
Él comenzó a terminar de servir el desayuno.
―¿Tendré un castigo por intentar de escapar? ―le pregunté.
―No. Aunque debería.
Ambos nos miramos fijamente y Javier me sonrió.
―Por cierto, tendrás que ponerte muy elegante. En la cena de esta noche te presentaré ante todos como mi prometida.
―¡Que!
―Lo que has escuchado.
―Pues átame. Porque no pienso ir.
―No me desafíes.
―No lo hago. Dijiste que tenía un tiempo para adaptarme y enamorase. Dámelo por favor.
―No. Ya está hablado, Martina.
Entonces me levanté y caminé para hacer algo que él siempre tenía en mente.
Javier me siguió y estaba confuso con lo que quería hacer.
―¿Qué vas a hacer? ―me pregunto.
Pero no le respondí.
Cuando llegue al sótano pocos segundos después, abrí la puerta y fui hasta unos grilletes que había en un sistema de poleas.
Me desnudé completamente, mientras que noté la mirada de Javier.
En segundos, me puse aquellos grilletes. Y cuando los tuve puestos, le dije:
―Domíname. Pero no iré contigo a esa cena.
Él se acercó a mí y me quitó los grilletes diciendo:
―No lo haré. Aunque debería de hacerlo. Vístete y terminemos desayunar.
Y Javier terminando de soltarme del último grillete y terminó por marcharse.
Me vestí y salí de la habitación. ¿Por qué diablos reacciono así y no me castigo? ¿Estaría cayendo en su propio juego y él en el mio propio? No sabía que es lo que estaba pasando. Pero me estaba dando cuenta que estaba volviendo a ese abismo del pasado al cual no quería volver. Un abismo que parecía volverse fuerte y placentero.

Más tarde, salí a pasear por el jardín. No sabía cuánto tiempo pasé en mi habitación después del desayuno, pero ya había oscurecido.
Tras dos horas pensando, cene un poco y después volví a la habitación.
Quería volver a sumergirme en la lectura de Sumer de Danny Navarrete. La lectura me hacía no pensar en mi vida en aquel secuestro. El mundo de la lectura era para mí, un lugar tan inmenso como el océano. Muy imaginario, pero a la vez muy creativo para la mente.
Tras un bien rato leyendo, dejé de hacerlo. Ya que mi sueño podía más que mi propio miedo.
Me pregunté donde estaría Javier. Pero al recordar lo que pasó aquella mañana, supe que la respuesta estaba en aquella dichosa cena a la cual yo no quería hacer acto de presencia.
Apagué la luz y me tumbé en segundos.
Y cerrando los ojos, logredejar de pensar en lo que estaba por venir junto a Javier. Ya que sabía que unade esas cosas, era la muerte.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora