21. La señal

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Josh

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Josh

Encendí la luz del baño. Me quité la camiseta de dormir y comencé a quitar las gasas pegadas con cinta médica adhesiva de mis heridas una a una ya que tenía que reemplazarlas por nuevas.

Con sumo cuidado hice el proceso y al terminar contemplé mi reflejo en el espejo.

Es muy tarde, por favor, Josh, no lo hagas.

Sacudí mi cabeza tratando de alejar los pensamientos de querer golpearme y abrí el grifo del lavamanos para tirarme un poco de agua al rostro.

—Tres días, llevas tres días sin hacerlo, puedes llegar a cuatro —dije mientras me secaba la cara con una toalla.

Recogí todas las gasas que retiré para arrojarlas a la basura. Me coloque nuevamente mi camiseta y salí del baño. Busque mi celular y la agenda negra que me regalaron en terapia hace dos días. Desconecté el celular del cargador y tomé un lápiz para salir del cuarto.

Note que eran las 4:10 am y como es usual había perdido las ganas de dormir.

Encendí las luces de la sala, dejé mi celular sobre la mesita de centro y me senté en el sofá abriendo la agenda.

El doctor dijo que cada vez que sintamos las ganas de volver a nuestra adicción, tomemos un lápiz, busquemos una página en blanco y escribamos razones fuertes por las cuales no debemos hacerlo.

Así que acomodé el lápiz en mis manos y comencé a escribir.

Me sentía idiota, pero por lo menos escribir me calmaba, nunca pensé que fuera posible. Ver mi letra describiendo con detalle cómo mi cuerpo se siente aliviado tras no recibir golpes los últimos tres días me hizo realmente difícil querer hacerlo.

Cerré la agenda contra mi regazo y observé el techo en silencio.

—Una señal —susurré—. Solo necesito una señal, algo... Cualquier cosa que me haga saber que estaré bien. Lo que sea, una sola cosa que me haga seguir luchando, ya estoy cansado de una vida llena de dolor.

Mi celular empezó a sonar. El sonido retumbó por todo el departamento produciendo un eco fuerte.

De forma lenta me incorporé en el sofá viendo la pantalla del aparato alumbrar.

¿Qué?

Dejé la agenda de lado y me incliné para aceptar la llamada sin mirar quién es ya que no quería que se perdiera.

—¿Hola? —pregunté, confundido.

Sollozos fueron atrapados por mi bocina.

—Josh...

Me puse de pie con el corazón asustado al darme cuenta de que es Hailey.

—Señorita Winter, ¿qué pasó?

Ella volvió a sollozar al teléfono y su respiración era irregular.

—Josh, estoy en prisión, me han arrestado —dijo y sorbió su nariz—. Por favor, ven por mí.

Ella es alcohol - Él es dolor [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora