x. quidditch, cheerleaders and the rain

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10. quidditch, porristas y la lluvia


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La fiesta de Sirius sorprendentemente había sido todo un éxito y afortunadamente nadie había sido descubierto por algún profesor o el molesto celador Filch, todo gracias al mapa del merodeador con el que pudieron guiar a cada estudiante a su respectiva sala común de la manera más segura.

Y aunque no hubo castigo, si hubo muchos que a la mañana siguiente parecían haber sido aplastados por una manada de centauros. Como, por ejemplo, Marlene, quien no podía estar cerca de la comida por que el simple olor le daba náuseas; Peter no pudo permanecer despierto en su primera clase de herbología y terminó cayendo sobre unas plantas las cuales aplasto; Sirius en cambio, tuvo que usar lentes oscuros y le aseguraba a los profesores que eso le daba un toque a su belleza.

Los afortunados en asistir a la fiesta no podían dejar de hablar de lo bien que la pasaron y los merodeadores no podían de dejar sentirse orgullosos, porque de nuevo, lograron hacer una fiesta de la cual se hablaba, incluso entre los que no habían sido invitados.

Pero el tiempo estaba pasando y ya iniciaban los torneos de Quidditch, dándole inicio a las tensiones entre los miembros entre casas, al inicio de las apuestas, y a los muy presionados jugadores de quidditch que entrenaban al menos cinco días a la semana, teniendo que lidiar con los deberes y el deporte.

Winifred se sentía agradecida de no ser una loca aficionada por aquel deporte, sin mencionar que para ella había cosas más importantes que el quidditch.

Por ejemplo: hacer que el amor triunfe.

—Winifred, el quidditch es un amor —dijo James, la pelirroja frente a él rodó los ojos, Remus la miró de reojo y le dio una mordida a su tostada con una sonrisa.

—Es una obsesión, Jamesie, las obsesiones son malas —dijo con voz dulce.

—¿Obsesión? No estoy obsesionado —aseguró ofendido el capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor—. ¡Gideon! ¡Fabian! Dejen de golpearse con los bates —ordenó haciendo que los pelirrojos dieran un brinco—. Terminen su desayuno, ¡tenemos que ganar este partido y tienen que desayunar bien!

—Sí, papá —contestaron en una sola voz.

Winifred miró con una ceja alzada a James, el chico comenzó a maldecir en voz baja mientras veía la maqueta miniatura frente a él.

—James, no has tocado tu desayuno —le recordó Winifred.

—Sí, sí, ahorita. Es solo que... ¡claro! —el joven movió una figura con su varita—. Así es como lograremos que Dallas atrape la snitch —dijo sonriendo.

𝐂𝐔𝐏𝐈𝐃 (marauders era)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora