¿Qué tan alto está el cielo?

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- ¿Qué? - dije, mirando a otro lado.

- Una compañera del trabajo me dijo que tiene una amiga psicóloga que te puede ayudar con tu condición. - parecía un poco incómoda hablando de esto.

- ¿Y qué si estoy bien con mi condición y quiero seguir viviendo con ella? - le desafíe, pero luego me arrepentí y suavicé mi tono de voz.- Estoy bien con vivir con mi condición, ya me acostumbré.

- No creo que estés bien con correrle a los hombres todo el tiempo, todo el dia, todos los dias por el resto de tu vida. - me miró expectante a los ojos.

- No quiero verla. - concluí. - Sabes que no me gusta hablar con otras personas... y mucho menos contarles mis problemas. Solo lo hago contigo.

- Nena... - me dijo, suavizando su voz también. - sabes que solo quiero lo mejor para ti.

- Estoy conciente de ello, ma. - medio sonreí.

- Entonces ve un día. Solo un día. Con esa sola vez que vayas, aunque no vuelvas, seré feliz.

- Pero-... - me quedé pensando, ella nunca me pedía nada.- Está bien. ¿Cuándo es?

- ¿Puedes ir el sábado de esta semana? No puedo contar con tus tardes. - dijo en un tono medio sarcástico.

Reímos y luego contesté.- Está bien. -mamá se fué a su habitación y yo me dormí. En la mañana me levanté temprano. Había resuelto llegar a tiempo y eso significaba evitar todo tipo de detención, incluyendo llegar tarde.

- ¡Mamá, ya me voy! ¡Prometo llegar temprano hoy!

- ¡No olvides tu desayuno! - me gritó desde arriba.

Tomé la tostada y me la puse en la boca, a lo que tuve que responder con la boca llena.- ¡No lo hago! ¡Nos vemos! - y salí.

En el receso, más tarde, escuché una molesta voz tras de mi.

- ¡Hola Lola! - si, Louise otra vez.

Lo miré de reojo y volví a mi almuerzo.- ... piérdete.

- Wow, que bienvenida tan cálida. - dijo, sarcástico.- ¿Me puedo sentar?

- No. Ya vete. - pero el muy sin vergüenza se sentó aun asi.

- Oye, ¿te hiciste algo en el pelo? -¡rayos! ¡¿Por qué este chico no me escucha?! Cómo lo odio. - Es bonita. - soltó de repente. - Tu casa. - aclaró, al ver mi expresión de confusión. - Es un poco pequeña pero eso la hace preciosa.

¿Por qué esta elogiando mi casa? ¿Por qué me esta hablando? Dios, ¡difuminalo con un rayo y haz que desaparezca de mi vida!

- ¡Oye! ¿También te gusta el pudín de manzana? - tomó el suyo y lo elevó como si fuera un trofeo. - ¡a mi también! No puedo creer que tengamos gustos en-...

Entonces bajó su brazo y rozó el mio.

Me puse en pie inmediatamente. Quería decirle todas las groserías que me sabía, pero un ataque de pánico hizo que me pusiera pálida, temblara, sudara y se me aguaran los ojos, así que antes de que se me saliera una lágrima, me fuí casi corriendo a la enfermería.

Me sabía todos los horarios de todos los maestros y empleados, a esa hora, la enfermera estaba en su receso, y ella se iba al salón de profesores a coquetear con el maestro de biología. Dejaba la enfermería cerrada pero escondía la llave en el buzón de tizas del curso de al lado. Asi que fui, tomé la llave y entré.

Me senté en una camilla para intentar calmarme, pero las lágrimas solo salían y salían. Como faltaba mucho para que su receso terminara decidí acostarme y tratar de relajarme y calmarme un poco. A los pocos minutos me calmé. Pero me relajé demasiado y me quedé dormida.

Si el cielo fuera carmesí. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora