En verdad te quiero

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- ¡Casi no aguanto! - empecé a gritar, casi llorando. - ¡Rayos, voy a morir aquí, voy a morir!

- ¡Aah! Demonios, ¡esto arde! - decidí mirarlo. Se me había adelantado, estaba llorando a chorros. No pude contenerme, empecé a reír como loca. Entonces Louise dejó de comer y se quedó mirandome mientras yo aún reía.

- Es... la primera vez que te escucho reir. - la imagen de él serio diciéndome aquello mientras irgnoraba las lagrimas que corrían por sus mejillas me hizo morir aún más.

- ¡Todavía estas llorando! - dije, ahogada en carcajadas.

- ¡Oye, tu también estás llorando! Aunque de la risa, ¡pero estas llorando! - y empezó a reír conmigo. Entonces llegamos al último, sólo de olerlo se me aguaron los ojos, Louise lo mordió.

- ¡ah-...! ¡Rayos! ¡Ah! ¡Demonios! ¡Tch...aaaah! ¡La p*t* madre! - escupió el trozo y empezó a babear a chorros. Se secaba con la servilleta pero seguía babeando.

- Solo tengo que tragarme este para ganarte, ¿no? - dudé un poco, mirándolo.

- Espera... no lo hagas... vas a morir...- aun jadeaba por lo que había hecho.

- Ya verás. - mordí el trozo del vegetal y en ese momento sentí que había entrado al mismo infierno.

Sentí cómo la lengua se me retorcía de ardor, cómo me ardía la boca: como si hubiera un incendio, cómo la garganta se me cerraba y no me entraba el aire, los ojos se me aguaron y las lágrimas se salían solas, una tras otra, no sería capáz de tragarlo. Pero debía hacerlo... tenía que hacerlo... levanté mi mano y golpeé la mesa con fuerza, reuniendo todas las fuerzas que pude, y tragé el trozo sin masticar, lo cual me dolió bastante, pero era pequeño, así que no representaba peligro. - Lo hice...

- Rebbeca... eres mi heroína... - el jadeaba, sonaba cansado.

- Te lo dije... - le dije jadeando, me ardía y me dolía, era horrible. Tome el envase de katchup y me llené la boca.

- ¿Qué haces?

- La ketchup alivia el ardor. Toma, compruébalo. - tomó el envase y se llenó la boca también. Se le notaba en la cara que empezaba a mejorarse.

- Rebbeca... recuerdame nunca volver a hacer una competencia de comer ajíes, nunca más.

- Si... haz lo mismo conmigo. -terminamos de cenar a las 10, nos pusimos a pasear y al final terminamos llegando a casa a las 11, mamá entró con prisa, ya no aguantaba los ojos, andaba sonámbula en la calle.

Yo caminé más lento y Louise tras de mi hasta llegar a la puerta. - Louise... gracias por todo... si hubiera sabido que esto era lo que se sentía, entonces me hubiera tratado mucho antes.

- Está bien, lo importante es que estás mejorando. - y puso su mano para que diera la mia. Lo pensé un instante y toqué su mano lenta y un poco temblorosa. Entonces él tomó mi mano y la besó. - buenas noches. - y se fué. Núnca había sentido eso, cuando sus labios tocaron mi mano, sentí una descarga que se movía desde ese punto por todo mi cuerpo.

Entré a la casa y me acosté. Me sentía rara pero bien, no sabía cómo explicarlo. Al otro día, en la escuela, seguí sin causar problemas aunque no tuviera consulta esa tarde. Los maestros habían hecho una reunión, estaban muy contentos de que yo haya "cambiado", pero mientras no se metan conmigo, yo iba a seguir siendo asi. En el receso, compré mi almuerzo y me senté en la misma mesa de siempre.

- ¡Hola, Lola! Hoy también compraste pudin de manzana. - levantó el suyo con cara de complicidad y se sentó junto a mi. Ya me había acostumbrado a esta situación, era otra monotonía más, pero esta me agradaba. - Lola, mis papás querían saber cómo has seguido con lo del tratamiento. Me dijeron que les avisara para invitarlas a otra cena.

Si el cielo fuera carmesí. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora