1 ° Una obra de arte

1.1K 93 98
                                    

24 de Agosto. 

JongHoon cumplía 30 años. Tenía una horrible apariencia en el rostro, una perfecta imagen de cómo se sentía por dentro. 
No, no era el típico cliché de detestar su día de cumpleaños. Había aprendido a lidiar con cumpleaños solitarios desde los ocho, hasta hace dos años, dónde había comenzado a trabajar en la clínica, y había conocido más personas. 

Lo que JongHoon realmente detestaba de su cumpleaños, era lo que traían, si nos referimos del lado consanguíneo.

El psicólogo, Kim JongHoon, no salía de casa sin haber cumplido con su rutina estricta de cuidado facial. Sin haber armado un muy cuidadoso atuendo para su trabajo y mucho menos, si no desayunaba alguno de sus dietéticos batidos para cuidar su metabolismo, piel, cabello y uñas. 

Vivía en una casa de estructura moderna, que mes con mes pagaba. Para algunos era demasiado grande para él solo, pero era lo último que a Kim le importaba. 
Llevaba años dándole la espalda a lo que el mundo pensara de él. O por lo menos intentaba aparentar eso.

Cepilló sus dientes con cuidado. Minutos después sonó la alarma de su celular. 

Era momento de irse. 

Tenía que atender a una paciente de diez años. Subió a su auto, y condujo hasta la clínica. 

Cualquier ojo que lo espíe desde alguna ventana en el vecindario, creería que JongHoon era el típico gay solteron fiestero que amaba su trabajo. 

La realidad era muy distinta. 

Ningún producto, ninguna dieta, ni siquiera la ropa bonita, podían quitarle a JongHoon esa seriedad que lo acompañaba como una nube lluviosa. 

El carácter del pelinegro era una sombra qué opacaba el brillo que sólo podía mostrar con gente en la que realmente confiaba, y esa gente, eran tres personas. Dos sus amigos, y otro su jefe. Y con aquel último sólo era amable porque necesitaba el trabajo. 

Estacionó su auto justamente a lado del de Siwon. Su colega y mejor amigo.
Caminó hasta la entrada de la clínica, saludó amablemente a la enfermera y firmó su ingreso. 

Cuando por fin llegó hasta su consultorio, encontró a Sungmin, asistente y también amigo, un muchacho más joven, bastante entrometido, pero muy amable y lindo. Aunque a veces eso de ser entrometido era bueno. 
El chico lo recibió con su vaso de café. Lo siguió dentro del consultorio y habló bastante sereno.

— Tres noticias. Primero... La niña no vendrá.

JongHoon bufó molesto. Era la tercera vez que la madre suspendía una de las consultas. Esa niña jamás superaría lo que le hizo su padrastro si su madre prefería llevársela a la plaza y rellenarla de pizza y pollo frito. 

— Y en segunda. ¡Ta dan! — Sungmin sonrió y le extendió una cajita roja con un moño. JongHoon se llevó una mano al pecho. Enternecido por el detalle.

— Sungmin.

— ¡Feliz cumpleaños! — El muchacho de cabello rubio lo abrazó fuertemente. 

— Muchas gracias. 

Min se alejó de él y volvió a borrar cualquier rastro de felicidad en su rostro. 

— Y tercera. Tu madre lleva llamando desde hace media hora. 

JongHoon puso los ojos en blanco. Automáticamente todo se amargo para él en un segundo. 
Ahí estaba. La verdadera razón por la que detestaba cualquier cumpleaños familiar. 

— De acuerdo, si llama avísame.— No iba a poder huir, eso era seguro. Pero sí podría ser él mismo. Eso funcionaba muy bien para no tener que oírlos por muchos meses. 

Café Amargo ••• |KyuSung|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora