3

227 37 7
                                    

Aferré las almohadas con fuerza y me incorporé en el sofá de repente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Aferré las almohadas con fuerza y me incorporé en el sofá de repente. Sudaba frío y un ligero temblor hacia que mi cuerpo se sacudiera sin control. Podía oír claramente como el desesperado latido de mi corazón hacía eco en mi cabeza.

Tardé un momento en darme cuenta donde me encontraba, pues la inconsciencia del sueño seguía en mi sistema. Cuando mis ojos se adecuaron a la escasa luz de la sala, recordé que estaba en mi apartamento. Suspiré pesadamente y tanteé a ciegas la perilla de la luz de noche para encenderla. Mientras me reacomodaba en el sofá sentía que algo resbalaba por mis mejillas; toqué mi rostro y observé las mojadas yemas de mis dedos con curiosidad. Al parecer, había estado llorando.

Me sequé bruscamente y escruté la pequeña sala con la mirada.

Todo seguía igual.

La manta con la que me había cubierto seguía en el mismo lugar, a mi lado descansaba el libro que había estado leyendo, abierto en la misma página donde lo había dejado antes de que el sueño me venciera.

Con pereza me levanté y me encaminé hacia el baño arrastrando los pies. Teniendo en cuenta que acababa de despertar estaba exageradamente cansado, pero también había tenido una terrible pesadilla, por lo que mi estado se justificaba un poco. Encendí la luz, me mojé la cara con las manos y revisé mi reflejo en el espejo. Mis mejillas estaban arreboladas y unas profundas ojeras enmarcaban mis ojos hinchados y rojos. En esos momentos hubiera agradecido tener un flequillo detrás del que poder ocultarme.

Suspiré, sentándome en el frio suelo del baño con la cabeza recargada en la pared.

La pesadilla que acababa de tener se reproducía en mi mente una y otra vez, como una terrible película de horror. En cuanto cerraba los ojos me encontraba de nuevo, solo en el medio de la nada, viendo como las difusas siluetas de mi madre y un hombre se alejaban de mí.

Viendo como me abandonaban por segunda vez.

Rasguñé bruscamente el tatuaje que había sobre mi corazón, sintiendo como mis ojos volvían a gotear agua salada. Cerré los parpados con fuerza, intentando evitar que las lágrimas siguieran cayendo y me puse de pie para regresar al sofá. Skylar dormía en mi cuarto. Aquella noche, luego de mi turno en el trabajo me acompañó a casa. Holgazaneamos en mi habitación durante un buen rato y justo cuando decidimos continuar leyendo aquella vieja novela que habíamos comenzado juntos ella calló completamente rendida sobre la almohada. La dejé descansar tranquila y me dirigí a mi sofá, ya que el colchón de la cama no era demasiado amplio, y Skylar se las ingeniaba para ocupar muchísimo más espacio del que debería.

El libro se clavó en mi espalda cuando me desplomé en el sofá. Lo quité de allí y lo arrojé sobre la mesita que había junto a él. Algo cayó al suelo en cuanto el libro se deslizó sobre la superficie. Bufé fastidiado y me dispuse a levantar mi celular.

La pantalla destelló débilmente, enseñándome la hora. Eran las cuatro de la madrugada. «Son las nueve de la mañana en Londres», indicó una voz en mi cabeza. En ese momento perdí el control de mis propias acciones. En un acto impulsivo, mi pulgar resbaló por la pantalla hasta dar con el nombre de mi madre en la lista de contactos.

Shut UpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora