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—Deja de hacer eso —me regañó Sean, propinándome un manotazo para apartarme de Moon

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—Deja de hacer eso —me regañó Sean, propinándome un manotazo para apartarme de Moon.

Reí divertido y, sin hacerle caso, volví a acercarme al cachorro.

—¡Oh, por favor! Mira lo que hace con sus orejas cuando no le doy el premio —dije moviendo la galleta frente el hocico de Moon por segunda vez. Agitó la cola e intentó atraparla con sus dientes, pero yo fui más rápido y la puse fuera de su alcance antes de que lo lograra. El cachorro bajó una sola de sus orejas, olisqueó el aire moviendo la nariz y dejó escapar un agudo ladrido de frustración.

Solté una carcajada y volteé a ver a mi amigo.

—¿Lo ves? Es adorable.

Sean me lanzó una mirada de reproche y me arrebató la galleta de las manos sin decir nada, para dársela al perro de una vez por todas. Este meneó la cola de nuevo, contento de poder devorar su premio.

Holden extendió los brazos para alcanzarlo y lo acercó hacia sí para poder acariciarlo detrás de sus inmensas orejas puntiagudas.

—¿Qué vas a hacer con él? —preguntó, mientras Moon se revolvía gustoso entre sus brazos.

—Aun no lo sé... —Sean suspiró.

—Si no tuviera esta maldita alergia, me encantaría cuidarlo por ti —dijo Skylar, quien observaba al cachorro desde una distancia prudente.

Era el domingo siguiente a la fiesta en el lago Washington. Todos estábamos un poco ojerosos por la falta de sueño, despeinados y con algunas jaquecas repentinas, pero lo suficientemente cuerdos para darle una mano a Sean. Llevábamos más de dos horas y media sentados en el parque que estaba cerca del Rocky Coffee, intentando pensar en una solución para el problema peludo que mi amigo había llevado a su casa la noche anterior, mientras hacíamos tiempo para aguardar que mi turno en el restaurante comenzara.

En una tarde normal, el asunto no hubiera sido de tanta urgencia. Sean podría continuar con su plan inicial de resguardar a Moon en su habitación mientras sus padres estuvieran en casa y ya. Pero en cambio, aquel era el último día de nuestras vacaciones de verano. La mañana siguiente deberíamos comenzar las clases en la universidad, lo que significaba que, (al menos que Sean decidiera ocultar al cachorro dentro de su mochila), debería encontrar un mejor escondite, porque si sus padres llegaban antes que él a la casa y lo descubrían, las cosas se complicarían.

—Si quieres puedes quedarte con mi hermana, y yo cuidaré de Moon —ofreció Holden, lanzándole una mirada divertida a Sky.

—No gracias —respondió Sean inmediatamente.

Skylar arrancó unos cuantos brotes de césped e intentó arrojárselos a la cara a modo de venganza, justo cuando una suave y fría brisa le giraba la partida, haciendo que el pasto volara en dirección opuesta y aterrizara sobre su rostro. Todos soltamos una carcajada cuando ella tosió.

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