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—¡Y no olvides comprar mis Froot Loops! —exclamó Holden desde la distancia mientras yo terminaba de guardar el dinero y la lista de compras en el bolso

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—¡Y no olvides comprar mis Froot Loops! —exclamó Holden desde la distancia mientras yo terminaba de guardar el dinero y la lista de compras en el bolso. Asentí distraídamente, como si pudiera verme, e hice un brusco movimiento para introducir los billetes en el bolsillo al que se reusaban a ingresar. Unos cuantos se arrugaron, pero no me importó. Estaba molesta, quería acabar con mi tarea cuanto antes.

Era una tarde preciosa y yo debía desperdiciarla haciendo las compras en el supermercado.

Abrí la puerta de mi casa para salir a la calle y me sorprendí al ver aquel conocido Cadillac gris aparcado frente al porche. Una sonrisa se dibujó en mi rostro de inmediato, como si el malhumor que sentía segundos atrás se hubiera esfumado. En los últimos meses sonreír se había convertido en un acto reflejo. Cada vez que atisbaba la silueta de ese coche las comisuras de mis labios se elevaban involuntariamente.

Dejé que la puerta se cerrara a mi espalda y crucé la carretera hasta llegar junto a él. La ventana comenzó a bajar y el rostro de Sean me recibió.

—Buenos días, anaranjada —saludó, deslizando sus gafas blancas por el puente de la nariz para devolverme la mirada mientras me dedicaba una sonrisa. Él también sonreía mucho más seguido últimamente. Era como si fuera una persona totalmente nueva. Aun conservaba aquella personalidad estoica y reseca, pero ahora que nos conocíamos mejor podía asegurar que en su interior se ocultaba un muchacho dulce y peculiarmente divertido. Las locas historias que Colson me había contado de su pasado junto a su compañero de crimen comenzaban a tener sentido.

—Buenos días, gafitas —respondí —. ¿Qué haces aquí? —me extrañé —. ¿Vienes por mi hermano?

—Vengo por ti —repuso, señalándome.

—¿Por mí...?

Asintió. Fruncí levemente el ceño. No recordaba haberle pedido que pasara por mí, ni haber recibido ningún mensaje que me advirtiera de su visita. Estaba a punto de abrir la boca para decir algo cuando recordé la conversación que había tenido con Colson una noche atrás.

—¿Quién te envió? Colson, ¿verdad?

Sean tamborileó los dedos sobre el volante y meneó la cabeza pensativamente.

—En realidad, sí...

—Lo sabía.

—... pero también estoy aquí por pedido de mi madre y mi propia voluntad —añadió, pisando mis palabras anteriores.

Cerré la boca de inmediato y lo observé con una ceja enarcada. Sean no me hizo caso. Colocó las gafas sobre su cabeza a modo de vincha, algunos mechones de cabello negro resbalaron rebeldes sobre su frente.

—Esto es lo que haremos —continuó —. Subirás al coche, iremos por unos smoothies y hablaremos sobre lo que sea que esté sucediendo dentro de tu cabeza anaranjada.

Shut UpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora