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La tarde que Colson dijo que iríamos todos juntos al cine, casi pierdo la compostura

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La tarde que Colson dijo que iríamos todos juntos al cine, casi pierdo la compostura. Lo hizo totalmente despreocupado, enviando un alegre audio al chat de grupo en donde nos encontrábamos él, mi hermana, Sean y yo. Al principio creí que se trataba de una simple sugerencia, pero poco después acompañó su propuesta con una fotografía en la que enseñaba las entradas confirmadas a una terrible película resiente, y mi interior se retorció de una forma en la que nunca lo había hecho. Porque sabía que no había manera de que me escapara de aquella invitación sin parecer un cretino, y porque me incomodaba saber que Sean también estaría allí.

Había intentando inventar una excusa, algo como que estaba ahogado en trabajos de la universidad, pero mi hermana había cursado conmigo dos de las tres clases que tuve en la semana, por lo que sería capaz de desmentirme cuando quisiera.

Así que no tenía más opción que secar mis sudadas palmas en la tela de mi ropa y asistir.

No era que no quisiera ir.

A pesar de que la película que Colson había escogido estaba ubicada en uno de los peores puestos en el Rankin de los estrenos semanales, era una invitación agradable. Me gustaba el cine. El aroma a palomitas recién preparadas, los dulces, las cómodas butacas de los salones. Era un ambiente encantador. Además, siempre había alguna pareja o familia que derramaba sus golosinas y bebidas en los pasillos porque llegaban tarde a la función de su película, y eso resultaba bastante entretenido.

Pero parte de aquella atmósfera también eran las luces apagadas al comienzo de la función, la cercanía que había entre una butaca y otra, los ocasionales roces de dedos a la hora de compartir palomitas...

Así como nuestros lugares en el coche, nuestra formación en el cine también estaba previamente acordada. Siempre escogíamos los asientos que se encontraban en el lateral de la sala, ubicados en muchas filas de dos butacas. Colson y Skylar se sentaban juntos, (para poder besarse durante las escenas aburridas de la película), y Sean y yo nos ubicábamos frente a ellos, (para compartir las golosinas sin tener que ver la forma en la que los tortolitos se sonreían mutuamente).

No estaba listo para convivir con él de esa manera. Mucho menos luego de la extraña conversación que habíamos tenido noches atrás. Aún no estaba seguro de porqué había decidido llamarlo. Pero podía recordar con total claridad, que cuando estaba deambulando por mis chats y vi que él había comenzado a escribirme, algo se encendió en mi interior. Y cuando su mensaje nunca llegó, la necesidad de hablar con él se volvió tan intensa que a pesar de mis nervios acabé sucumbiendo ante ella.

Yo era un manojo de inseguridades, retorcía las sabanas sin parar, y había cambiado de posición tantas veces que acabé cayendo de la cama. Pero él no. Durante toda la conversación, había sonado totalmente despreocupado y tranquilo, como si el beso que habíamos compartido nunca hubiera existido. Toda su serenidad, sus armoniosas risotadas...

Me había vuelto loco.

No podría soportar sentarme en la intimidad del cine, tan cerca de él como para oler su colonia o sentir su calor, durante las infinitas dos horas que duraba la película que Colson había escogido...

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