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Llevaba más de media hora aguardando sentado en la maldita escalera del porche, y podía notar, gracias a las sombras que se proyectaban en el suelo frente a su ventana, que Skylar aún seguía revisando la ropa que colgaba de las perchas del closet

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Llevaba más de media hora aguardando sentado en la maldita escalera del porche, y podía notar, gracias a las sombras que se proyectaban en el suelo frente a su ventana, que Skylar aún seguía revisando la ropa que colgaba de las perchas del closet. Nunca antes había demorado tanto en arreglarse.

—¡Cuando lleguemos al lago, la fogata ya se habrá apagado! —grité, asegurándome de que me oyera.

Mi hermana corrió hasta la ventana y asomó la cabeza por la cortina.

—Tienes que ayudarme —pidió, mirándome con los ojos muy abiertos. Tenía el cabello despeinado, como si se hubiera probado montones de remeras apresuradamente. Ahora estaba vestida con un sencillo top morado de tirantes, el cual llevaba al revés, pues desde mi posición podía notar que la etiqueta apuntaba al lado equivocado.

—¿Olvidaste cómo usar la ropa? —me burlé, poniéndome de pie para acercarme.

Ella frunció el ceño y bajó la vista cuando le apunté al lugar del que sobresalía la etiqueta. Chasqueó la lengua, molesta, y se bajó los breteles para poder voltear el top sin tener que quitárselo.

—¿Tú no vas a cambiarte? —quiso saber, mientras terminaba de acomodarse.

—Ya lo he hecho.

Alzó las cejas y le lanzó una mirada crítica a mi gastada chamarra de mezclilla.

—¿Y no quieres ponerte más sexy por si el amor de tu vida va a la fiesta?

Me encogí de hombros.

—Si sigues demorando nunca podré conocer al amor de mi vida porque morirá de viejo.

Sky rodó los ojos ante mi exageración.

—¿Qué tal se ve esto? —preguntó cuando estuvo lista, estirando los brazos a ambos lados para que pudiera verla bien.

Eché la cabeza hacia atrás y la examiné de pies a cabeza. O de cadera a cabeza, pues aparte del top morado no había mucho más que pudiera atisbar desde mi posición, ya que la base de la ventana la cubría de la cadera para abajo. Sin embargo, podía notar la cintura de un jean claro y, conociéndola, sabía que había enfundado sus pies en algún tipo de zapatillas o sandalias sencillas.

Me encogí levemente de hombros y le dediqué una sonrisita.

—Se ve bien, luces muy tú.

—¿Luzco bien o muy yo?

—Es un clásico, Sky... Es el mismo atuendo que llevaste la noche que fuimos a la feria.

Ella no parecía muy contenta con mi comentario.

—¡No puedo lucir clásica!

—¿Porqué te preocupas tanto? ¿Es por Colson? —pregunté, sin comprender —. Sky, si intentas impresionarlo, déjame decirte que aquellos jeans de mojigata no te servirán para...

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