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—Sean

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—Sean. —Levanté a Moon en brazos y me removí en el interior del coche hasta pasarme al asiento delantero, donde antes había estado el cachorro —. Quita esa estúpida cara —ordené —. Arruinarás todo.

Desde que nos detuvimos en la casa de los gemelos, la consigna que le había dado a Sean, sobre actuar normal y pasar desapercibido se fue al diablo. Mi amigo era un manojo de nervios, estaba algo sonrojado y no podía ser por culpa del sol, porque era una mañana fresca y los suaves rayos de sol a penas servían para proporcionar abrigo. Tal vez, no había sido una buena idea pasar por los Miller.

—No tengo una cara estúpida —se defendió, ajustando sus gafas sobre el puente de la nariz —. Es solo que...

—Es solo que nada —lo reté, dándole un suave golpecito en la nuca —. No estuve despierto hasta las cinco de la mañana para que tu echaras a perder los consejos que pasé horas dándote en menos de dos minutos. —Estiré el brazo con el que no rodeaba a Moon y soné el claxon —. Toma —le entregué al cachorro, quien movió la cola divertido con el cambio de manos —. Sonreirás, saludarás normalmente y luego irás a dejar a tu mascota tal y como lo hiciste ayer.

Levanté las cejas hasta que él asintió; pude ver por el costado de sus gafas que rodaba los ojos con fastidio.

—Salir con Skylar te está convirtiendo en un mandón —balbuceó

Sonreí y estiré las piernas sobre el tablero del coche, acostándome en el asiento.

—Ah, y por cierto, hoy seré yo quien viaje adelante y quien recoja a Moon luego de clases —canturreé, cruzando los brazos detrás de la cabeza, a modo de almohada.

—Eso no es actuar normal —protestó, entre dientes.

—No —coincidí —. Simplemente es una maniobra de protección.

Sean apretó los labios, como si estuviera a punto de lanzar una nueva queja, pero justo antes de que pudiera hacerlo Moon comenzó a moverle la cola a algo del otro lado de la ventana, y mi amigo se vio obligado a callar. Holden y Skylar cruzaron el caminito del porche hasta llegar al coche. Ella lucía igual que siempre. Él parecía tan nervioso como mi amigo. Ni siquiera se atrevió a golpear la ventana de Sean, como solía hacerlo durante los días normales. Se limitó a sujetar las correas de su mochila con ambas manos, y permitió que fuera Skylar la que llamara primero.

Haciendo un claro esfuerzo por mantener el control, Sean bajó la ventana y sonrió.

—¿Qué tal?

Las comisuras de mis labios quisieron elevarse de orgullo al notar el apacible tono de voz que mi amigo acababa de emplear. No había ni rastros de los nervios que lo habían invadido hace tan solo unos segundos. Al parecer, era mucho mejor fingiendo de lo que yo había creído.

Skylar me observó con curiosidad al notar que me encontraba ocupando el lugar de Holden. Nuestras posiciones en el coche parecían haber sido asignadas en un acuerdo tácito, y resultaba extraño cada vez que alguno las alteraba. Por lo que no podía culpar a Sky por sospechar de la situación. Sin embargo, por suerte para todos, en vez de hacer alguna pregunta al respecto, decidió no darle importancia. Me dedicó un guiño cuando le soplé un beso, y le hizo un gesto con la cabeza a Sean para indicarle que la siguiera.

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