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—¡Lo siento! —exclamé, corriendo de espaldas para poder lanzarle una mirada de disculpa a la mujer con la que acababa de chocar

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—¡Lo siento! —exclamé, corriendo de espaldas para poder lanzarle una mirada de disculpa a la mujer con la que acababa de chocar. La pobre había cruzado la puerta del supermercado justo cuando yo pasaba frente a ella, y los dos coincidimos, generando un desastre de paquetes, galletas y arroz. Me sentí culpable por haber hecho que se le cayeran todas sus bolsas, pero aún así no me detuve a ayudarla.

Porque tenía prisa.

Porque había tardado demasiado en hacer un enorme descubrimiento y no quería seguir perdiendo el tiempo.

Hace unos cuantos minutos me había encontrado despatarrado en la cama, sin nada mejor que hacer más que actualizar Instagram para entretenerme con las cosas que los demás publicaban. Era domingo por la tarde. Había terminado todos los trabajos de la universidad y estaba disfrutando de las horas de paz que me restaban antes de que la rutina del lunes regresara.

Hace unos cuantos minutos aún quedaba algo de tranquilidad en mi interior.

Pero ya la había perdido por completo.

Mientras bajaba el dedo por la pantalla del celular, buscando algún posteo interesante, mi padre llamó a la puerta de la habitación para hablar conmigo sobre un asunto del que acababa de enterarse. Al parecer Byron Farwell se había comunicado con él porque "unos malhechores desconocidos" destrozaron su oficina, muy casualmente la misma noche en la que se cumplían dos años del drama entre nuestras familias. Farwell le había preguntado a mi padre si existía la posibilidad de que conociera las identidades de dichos vándalos, porque gracias a una grabación borrosa de las cámaras del patio trasero, le había parecido identificar a su hijo (o sea a mí) ayudando a otro sujeto a salir de la piscina. Claro que papá negó todo, afrontó la situación de la manera más profesional posible, y cortó la llamada luego de dejar a Farwell como un patético exagerado. Pero aún así, decidió interrumpir mi descanso para preguntarme si sabía algo al respecto.

Tartamudeé bastante mientras mentía diciendo que Sean y yo nos habíamos quedado en el cine, pero afortunadamente, papá se limitó a fingir que no notaba mi inquietud. Simplemente dijo que se alegraba de lo que aquellos muchachos habían hecho y se marchó luego de dedicarme una sonrisa de complicidad disimulada.

En cuanto la puerta se cerró tras él, el chasquido que emitió la cerradura me recordó al sonido de una cachetada, y de alguna manera u otra aquello me remontó a ese momento de la noche del viernes, cuando Sean rompió la inmensa televisión que había en la oficina de Byron. Al principio, no le encontré ningún sentido a la forma en la que mi mente había enlazado esas dos situaciones. Sin embargo, luego recordé que en el instante en el que la figura del pato impactó contra la pantalla fue como si hubiera recibido una bofetada, y finalmente pude comenzar a encajar las piezas.

Cuando la televisión se rompió, recibí una dolorosa pero cálida cachetada de emociones que nunca antes había percibido.

Sentí calor.

Shut UpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora