17

155 29 16
                                    

Mientras me encontraba en el taxi de camino al Rocky Coffee, no podía dejar de pensar que la historia de mi primer noviazgo se estaba repitiendo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mientras me encontraba en el taxi de camino al Rocky Coffee, no podía dejar de pensar que la historia de mi primer noviazgo se estaba repitiendo. Claro, había algunos cambios en el escenario, en esta ocasión no me encontraba en el medio de la ruta, en el coche de Sam, tampoco acababa de ser humillada en público como había sucedido aquella vez en la fiesta de Martin Cooper. Pero volvía a tener el mismo nudo en la garganta y las mismas repugnantes ansias de gritar y llorar simultáneamente.

Mi pelea con Sam había dolido, sí, pero no me había preocupado demasiado, porque después de todo, mi relación con él siempre fue una farsa. Sin embargo, ahora sí tenía algo real, y pensar en la simple posibilidad de que Colson me hubiera cambiado por otra persona me resultaba desgarrador. La advertencia de Drake se reproducía en mi cabeza una y otra y otra vez. Era tan persistente, que podía asegurar que si hubiera estado tan solo un poquito ebria, habría pensado que emanaba del estéreo del viejo taxi en el que viajaba.

—Deténgase aquí —le indiqué al chofer cuando pude ver el cartel del restaurante.

—Bien... —El hombre comenzó a teclear algunos botones en un aparatito para calcular el costo de mi traslado —. Son...

—Sí, no importa. Tenga —lo corté, arrojándole los billetes que le había quitado a mi hermano bruscamente, para poder salir del coche cuanto antes. El tipo no se quejó por mi exabrupto, incluso me deseó buenas noches cuando me apeé del vehículo, probablemente porque acababa de entregarle más dinero del que debería.

No le di importancia, y crucé la acera con largas zancadas para ingresar al restaurante. Estaba completamente decidida a buscar a Ray, el jefe de Colson, y desmentir cada una de sus malditas excusas. Y sí, sabía que estaba actuando como una psicótica histérica, tal como lo había hecho el año pasado con Sam, pero no podía reprimirme.

Los impulsos siempre habían sido más fuertes que mi propia voluntad.

Disculpándome por los empujones, esquivé a las personas que hacían fila esperando conseguir una mesa. Muchas de ellas cuchichearon algunas cosas y me lanzaron miradas de desaprobación, aunque por suerte para mí, ninguno se atrevió a armar un alboroto que me detuviera. Quien intentó hacerlo fue el mesero que ordenaba los ingresos de las personas durante las noches ajetreadas, pero lo salteé excusándome con que mis amigos ya estaban dentro y me dejó pasar; aunque todavía no estaba segura si lo había hecho porque me creyó, o porque detectó algo en la molestia de mi voz que lo hizo echarse hacia atrás.

Fuera lo que fuera, no me había estorbado en mi camino hacia la barra de tragos, donde el dueño y jefe del Rocky Coffee solía deambular, impartiéndoles órdenes o retos a sus empleados.

Todo estaba saliendo como lo planeado...

Sin embargo, mucho antes de que pudiera acercarme a mi objetivo, choqué con uno de los meseros que zigzagueaba entre las mesas, haciéndonos tropezar a ambos y consiguiendo que el chico perdiera el equilibro de la bandeja que transportaba, derramando todo su contenido. Los vasos estallaron cuando impactaron en el suelo, y la cerveza que llevaban dentro se volcó en los zapatos de todos los que nos encontrábamos cerca. Una señora brincó en su asiento, asustada por el estruendo. Un hombre levantó a su niña del suelo inmediatamente, para evitar que pisara alguno de los filosos fragmentos de vidrio.

Shut UpDonde viven las historias. Descúbrelo ahora