Capítulo XXII.

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Gracias a Dios

Esa fue mi respuesta cuando corté la llamada de mi hermano.

Esperé unos cuantos días en tener una buena noticia. Esperé volver a sentir esa tranquilidad en mi cuerpo desde que una tormenta lo poseyó durante este tiempo. En muchas ocasiones parecía que llovía cuando lloraba, pero podía remediarlo durmiendo porque eso me brindaba calma; aunque la mayoría de las veces se levantaba ese viento tosco que hacía volar mis pensamientos para que el enojo aparezca, así como aparecen los rayos en el cielo de repente cuando no te lo esperas.

Mi vida era como el clima: podía estar feliz, viviendo un día soleado, donde sin previo aviso el cielo se nubla ocasionando un cambio de humor drástico en mí; luego, el sol aparece otra vez después de horas, sonriendome, pero las gotas de la lluvia caen a la par simulando la tristeza que se apropia rápidamente de mi ser.

Sin embargo, las palabras que escuché de parte de mi hermano, de que pudieron encontrar pistas sobre mi amiga, fue como la calma después de la tormenta. Me dio grandes esperanzas de que éste dolor y tristeza latente que había en mí desaparezca por algunos meses; pero la herida de no poder salvar a mis seres más amados, siempre quedará como una maldita cicatriz.

Al regresar a la sala que había estado hace unos minutos, observé que Chloe ya estaba de pie acomodando su suéter con cara de preocupación, y verla en ese estado mis sentidos se pusieron en alerta porque pensé que algo le pasó al bebé.

—¿Está todo bien? —pregunté.

Mi mirada iba de la doctora hacia la pelirroja esperando que me hablen. Soy muy impaciente la verdad.

—Está todo perfecto Del, ya sé el sexo del bebé —me respondió con un tono de voz dulce, pero sus ojos mostraban todo lo contrario—. Nos vemos el próximo mes Doc. Gracias.

—¡Adiós, chicas! —contestó la mujer de cabellos color ceniza y nos retiramos de allí.

Pasamos cada pasillo sin emitir ni una palabra hasta que salimos del edificio y respiré el aire contaminado del ambiente. Millones de escenas espeluznantes se formaron en mi mente con cada paso que daba por más que la doctora se mostró bastante contenta por la sección que tuvo con mi amiga, y quizás, reflexionando un poco, Chloe estaba intranquila por la llamada que recibí y no por algún inconveniente de su embarazo.

—Encontraron pistas —le confesé sentándome en la parada de taxis—, debemos ir a la casa de los Campbell. Todos están esperándonos.

—¿No estás bromeando, verdad?

Giré mi cabeza como la exorcista para encarar su cuerpo que estaba apoyado sobre un poste. Su pregunta me tomó por sorpresa, y a la vez, cayó encima de mí como un balde de agua fría, dejándome helada. ¿Qué tan mierda puede llegar a ser uno para hacer una clase de broma con algo tan delicado? 

Me sentí muy ofendida, hasta me enojé muchísimo.

—No. —Respondí. Un simple y seco: no.

Fue lo único que dije antes de escuchar una respuesta de su parte, además un automóvil color amarillo frenó frente a nosotras luego de parar al conductor porque quería escapar de la escena amarga que se produjo lo más rápido posible. Nos metimos dentro del vehículo —Chloe se dirigió a los asientos de atrás y yo de copiloto—, le di la dirección de la casa de Aaron al chofer y tomamos rumbo a nuestro destino.

El pequeño viaje duró unos quince minutos que caminando nos hubiese llevado más del doble. Durante todo el trayecto, el silencio reinó la mayoría del tiempo pese que en un momento la voz de Bruno Mars con Grenade se escuchaba de fondo, eso hizo un poco más llevadero el recorrido; pero yo seguía enojada.

Recuerdos Encontrados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora