EPÍLOGO.

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⚠️ Doble actualización. Antes de este capítulo está el final. ¡Feliz 2021!

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4 años después...


El atardecer, ese arte que puede observarse en la orilla de la playa, siempre fue el momento preferido del día de ella. Y más cuando él estaba a su lado.

Los colores en degradé, de tonos cálidos mezclados con los fríos del mar cristalino, siendo un espejismo de las nubes y alguna que otra estrella que comienza a asomarse: le brinda la misma tranquilidad que su amor sentía con su presencia.

Su sonrisa, igual de brillante que la luna en el horizonte, sigue siendo el motor de sus mañanas al despertar. Sus ojos rasgados, achinados cuando reía, es el camino por el que anda para salir de la oscuridad que muchas veces lo abraza. Que lo consume.

Aaron amaba todo de Delilah.

Esa tarde blanca teñida de carmesí, fue el detonante para caer en una depresión del que no pudo salir por largos meses y que todavía lo sigue consumiendo. Cuando no oyó más su respiración ni vio movimiento en su pecho, se dio cuenta que la perdió para siempre; aún sabiendo que el corte que desmoronó su vida era igual de profundo que el pozo en el que cayó. Al no ver vida en sus ojitos, esos que quedaron clavados en su rostro, supo que del abismo no iba a volver. Ella se despidió sin el brillo que la caracterizaba, pero con una sonrisa que, a su vez, le hizo bien. 

Sufrió mucho. Aaron supo que ella sufrió por más que en el exterior demostró valentía y que nada le dolía para que los demás no se preocupen. Pero él sintió su dolor. Sin embargo, hasta el día de hoy, está tranquilo que Delilah se marchó con su presencia de compañía y fue lo último que ella vio, aunque su familia y amigos estuvieron a su alrededor. 

No murió en soledad.

48 meses ya pasaron y Aaron, sigue sin lograr obtener la fortaleza necesaria para levantarse y dar el máximo de él a sus pequeños. Y le cuesta horrores explicarles a sus hijos, cuando preguntan, que su mamá está en algún lugar del gran universo cuidando de ellos. No obstante, en esos momentos lo único que quiere hacer es encerrarse en una habitación y sufrir en silencio para que sus hijos no lo vean triste, aunque los mellizos siendo tan chiquitos, saben que su papá está mal al notar sus ojos hinchados de tanto llorar y la sonrojes de su nariz por refregar tanto esa zona.

Por suerte su familia lo ayuda en todo momento por más que siguen sufriendo la pérdida de Delilah.

Los padres de él fueron un gran sostén por las noches cuando los gemelos lo despertaban porque tenían hambre o ensuciaban sus pañales, acto donde Aaron acumulaba lágrimas por el esfuerzo en vano que hacía para que no lloren, porque odiaba que estén así. 

«¿Quién dijo que cuidar a dos bebés, solo, iba a ser fácil?», se cuestionaba en medio de llantos mientras mecía a uno y al otro su hermana. «¿Por qué se fue y me dejó así?», le preguntaba a Nikki sin cesar. Enojado.

Nunca pudo obtener una respuesta porque nadie supo contestarle. Ni sus suegros.

Christian y Samarah Novoa también se llevaron el título de grandes abuelos, increíbles. Constantemente lo visitaban y ayudaban en lo que podían porque un muchacho joven, terminando sus estudios a medias con dos bebés vampiros, no era para nada sencillo. Además era lo que debían hacer: tenían que cuidar a sus nietos por más que le doliera ver el reflejo de su hija en ellos.

Cuando los abuelos maternos se llevaban por días a sus nietos, para que Aaron pueda descansar, lo que menos hacía él era dormir. Llegaba la noche y encontraba, otra vez, la soledad para caer desde el precipicio por enésima oportunidad.

Recuerdos Encontrados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora