Las ideas de mi amigo Watson, aunque limitadas, son sumamente pertinaces. Durante mucho tiempo me ha estado incordiando para que escriba yo mismo uno de mis casos. Puede que la culpa de este acoso la tenga yo, ya que a menudo le he hecho notar lo superficiales que son sus relatos, acusándolo de satisfacer los gustos populares en lugar de ceñirse estrictamente a los hechos y las cifras. «¿Por qué no lo intenta usted, Holmes?», solía ser su respuesta; y me veo obligado a declarar que, ahora que he empuñado la pluma, empiezo a darme cuenta de que el asunto debe presentarse de forma que pueda interesar al lector. Será difícil que no le interese el siguiente caso, ya que se trata de uno de los más extraños de mi archivo, aunque da la casualidad de que Watson no lo tenía en el suyo. Y ahora que hablo de mi viejo amigo y biógrafo, me gustaría aprovechar esta oportunidad para dejar claro que, si acepto cargar con un compañero en mis diversas e insignificantes investigaciones, no lo hago por sentimentalismo ni por capricho, sino porque Watson posee algunas características muy notables, a las que, por modestia, apenas ha dedicado atención en sus exageradas crónicas de mis actuaciones. Un colaborador capaz de anticipar tus conclusiones y tu curso de acción resulta siempre peligroso, pero aquel para quien toda novedad constituye una constante sorpresa, y para quien el futuro es siempre un libro cerrado, resulta, verdaderamente, el ayudante ideal.
He comprobado en mi libro de notas que en enero de 1903, poco después de concluir la guerra de los bóers, recibí una visita del señor James M. Dodd, un británico corpulento, sano, tostado por el sol y de aspecto honrado. Por aquel entonces, el bueno de Watson me había abandonado para largarse con su esposa, el único acto egoísta que recuerdo que cometiera durante toda nuestra asociación. Me encontraba solo.
Tengo por costumbre sentarme de espaldas a la ventana y hacer que mis visitas se sienten frente a mí, con la luz de cara. El señor James M. Dodd parecía no saber cómo comenzar la entrevista. Yo no hice ningún intento de ayudarle, ya que su silencio me dejaba más tiempo para la observación. He comprobado que resulta muy útil impresionar a los clientes produciéndoles una sensación de poder, así que le revelé algunas de mis conclusiones.
—Veo que viene usted de Sudáfrica.
—Sí, señor —respondió, algo sorprendido.
—Del Cuerpo de Voluntarios de la Caballería Imperial, si no me equivoco.
—Exacto.
—Regimiento de Middlesex, sin duda.
—Eso mismo. Señor Holmes, es usted un brujo.
Yo sonreí ante su expresión de desconcierto.
—Cuando un caballero de aspecto varonil se presenta en mis aposentos con un bronceado que el sol inglés jamás podría proporcionar, y con un pañuelo en la manga, en lugar de llevarlo en el bolsillo, no resulta tan difícil situarlo. Lleva usted una barba corta, que indica que no pertenecía a las tropas regulares, y tiene aspecto de jinete. En cuanto a lo de Middlesex, su tarjeta me ha permitido saber que es usted agente de Bolsa en Throgmorton Street. ¿En qué otro regimiento podría haberse alistado?
—Lo ve usted todo.
—No veo más que usted, pero estoy entrenado para fijarme en lo que veo. Sin embargo, señor Dodd, usted no ha venido a visitarme para conversar acerca de la ciencia de la observación. ¿Qué ha ocurrido en Tuxbury Old Park?
—¡Señor Holmes...!
—Vamos, señor mío, no hay misterio alguno. Su carta traía ese remite y, dado que quería concertar esta cita de manera tan apremiante, resultaba obvio que había ocurrido algo repentino e importante.
—Efectivamente. Pero la carta la escribí por la tarde, y desde entonces han sucedido muchas cosas. Si el coronel Emsworth no me hubiera echado a patadas...
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El archivo de Sherlock Holmes
Mystery / Thriller"El archivo de Sherlock Holmes" es un conjunto de cuentos breves escritos por Arthur Conan Doyle, cuyo protagonista es Sherlock Holmes. La mayoría de los cuentos están relatados por el doctor Watson, el fiel compañero de Holmes.