Dolor

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Káleb en realidad habría querido estar solo todo el día y noche sin ver el rostro de nadie, al principio creyó poder lograrlo cuando amablemente y con un gesto, le indicó a Aláy que se retirara. Tuvo que soportar los ojos tristes del más joven al ver que lo rechazaba, pero fue fuerte, a Saíd no pudo evadirlo, literalmente fueron tres veces en las que lo visito preguntando el cómo se sentía y cualquier síntoma que presentara. Parecía más un científico investigando una especia nueva que como un doctor cuidando de un paciente completamente normal.

Poco después descubrió la razón.

En la noche, cuando ya sus heridas en la boca no dolían y sus manos recuperaron la movilidad, fue Raisa quien le dijo por qué Saíd lo trataba de esa manera.

Káleb había rechazado a la loba rápidamente en cuanto la vio pasar por la puerta, pero debió suponer que eso no bastaría, mil y un intentos de sacarla de su habitación y ninguno había surtido efecto. Lamentaba decirlo, pero tener a Raisa frente a él solo le recordaba a su insulso hijo de cría, nada más. Aun así, no se atrevía a decirle eso a la mujer que tan amablemente le había llevado un poco de comida y estaba dispuesta a soportar su silencio, eso debía valer algo, al menos para Káleb lo hacía.

—Probablemente no lo recuerdes Káleb, pero te veías aterrador, era algo completamente nuevo para todos, nunca vimos ese tipo de transformación. Creo que por eso Saíd está tan emocionado. —Dijo la loba con una sonrisa divertida en su rostro que rápidamente se tornó en una más seria mientras lo observaba desde una esquina de la cama, sentada de manera tan rígida que Káleb pensó que estaba congelada. —¿Es algo propio de los Grove?, no me sorprendería si lo fuera.

La verdad es que Káleb tenía una vaga idea de lo que le había pasado, cuando estaba en su manada, había leído algo así en los pergaminos más antiguos, pero no podía recordarlo muy bien. Por suerte los tenía consigo, debía revisarlo porque en efecto, lo que describía Raisa no era para nada común.

Káleb se vio obligado a responder negando con la cabeza antes de tomar una respiración y abrir la boca para hablar por primera vez desde que Raisa había entrado en la habitación. —No, nunca vi a alguien de los míos en la forma que me describes. —Aunque vagamente tenía idea de lo que Raisa decía debía fingir inocencia, nunca podría revelarle a nadie lo que sabía, mucho menos lo que decían sus pergaminos.

Raisa lo observó fijamente por algunos segundos mientras una leve sonrisa se instalaba en su rostro, satisfecha por haberlo hecho hablar de una vez por toda. —Entonces, eres alguien único Káleb, aunque eso ya lo sabíamos.

Inmediatamente supo que algo más se ocultaban bajo esas palabras. —Pareces ser la única en pensarlo.

Inmediatamente la loba se aseguró de negar sus afirmaciones. —No lo creas así pequeño, eres demasiado joven para pensar de esa manera.

El ánimo alegre de la mujer se había apagado levemente ante las palabras del más joven.

—Puedo ser joven pero no estúpido Raisa.

—Nadie ha dicho eso Káleb.

Muy a su pesar, y aunque intentara enterrar esos sentimientos en lo más profundo de su ser para que no fueran encontrados ni por el mismo, debía admitir que no podía guardárselo más. Seguía tan herido que el dolor físico era poco, insignificante en realidad. Le molestaba saber que no pudo hacer más para enfrentarse a Bástian y decirle todo lo que pensaba.

Esta vez no podría ocultarlo.

—Eso es lo que creen todos aquí, y si nos es así, me tachan de amenaza, ni siquiera quiero saber que estarán diciendo todos fuera de estas cuatro paredes sobre lo que ocurrió ayer. —Se quejó el más joven sin poder evitarlo.

La Manada: Amanecer Oscuro [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora