CAPÍTULO 9-Adiós

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Por fin había vuelto, habló de Perú. A penas llegó, salió corriendo de un lado para el otro preparando algo, y yo no tenía idea de qué.

- ¡Es por aquí...! - dijo Perú con una extraña mezcla de alegría y tristeza que ignore.

Ambos estábamos ya hace varios minutos dando un paseo por un camino de tierra que extrañamente comenzaba por detrás de su casa, escondido entre unos árboles con espinas. Con unas tijeras de jardinería se había abierto paso por entre la maleza y poco a poco había dejado entrever una pequeña puerta por la que pasamos siguiendo el camino de antes.
No sabía la razón por la cual estábamos ahí tan de repente pero cuando me pregunto si me gustaría ir no le dije que no, y cuando quise dar media vuelta para atrás ya era demasiado tarde.

Perú se había preparado todo lo que yo no me había preparado y había alistado un pequeño morral lleno de cosas que nos podrían ayudar en el camino. Él era como un pequeño niño explorador: con un gorro, un overol y unas zapatillas de colores, me apuraba y me indicaba el camino. Ya me habían picado cinco mosquitos y Perú me había dado todo el repelente para que no tuviera que sacarlo de la mochila cada que se lo pidiera, aunque aún no sabía si es que tendría una reacción alérgica extrema a eso; aunque estuviera incómodo, con picazón y cierto miedo por tener a Perú a mi lado en una zona bastante alejada de la gente, pude notar algo extraño en él. Evitaba mirarme o acercarse a mi, no es como si ya de por sí ambos estuviéramos pegados el uno al otro, pero eso solo hacia obvia la distancia que intentaba mantener de mi, y no sabía por qué.

- ¿A dónde estamos yendo? - pregunté mientras seguíamos el mismo camino que habíamos seguido los últimos veinte minutos.

-Es un mirador privado, si quieres llamarlo así. Ya vamos a llegar-. Perú podía decir muchas cosas, pero yo no veía ni rastros de un mirador a la lejanía, solo podía ver tierra y más vegetación.

-Yo no veo nada- me quejé y lo seguí viendo que se alejaba sin mí.

-Cállate, es porque solo yo sé que existe esté lugar.

Ropa extraña, un mirador apartado y esa extraña forma de comportarse... Me hacía pensar que algo importante estaba pasando, y eso solo me hacía sentir desprotegido, la última vez que Perú me había dado una noticia importante me había metido en este embrollo, pero cómo le digo que quiero regresar.

-Mira, hay que bajar por aquí y llegamos- me tomó de la mano y sentí su incomodidad-. Intenta no caerte-. Frente a mi había una rampa de tierra bastante empinada que no quería bajar, pero no parecía que tuviera otra opción.

-E-Espera, Perú, debe haber otra opción- intenté agarrarme de cualquier cosa que estuviera a mi alrededor mientras bajaba lentamente por la rampa.

-USA, no es tan complicado, solo hay que deslizar los pies hacia abajo- intento explicarme mientras que yo me aferraba a las raíces de un árbol que se asomaban fuera de la pared de tierra-. Espera, USA, si haces eso te vas a caer, es mejor que te deslices, así- intento volver a explicarme y vi como el suelo bajo sus pies lo deslizaba abajo, entonces lo tome del brazo intentando ayudarlo pero me llevó junto con él y ambos rodamos rampa abajo directo al suelo.
Perú estaba a un lado mío limpiando la tierra de sus ojos mientras que yo verificaba que mi cuerpo adolorido no tuviera ninguna herida, que para mí mala suerte si tenía, era pequeña pero a fin de cuentas era una herida que sangraba.

-Que mala suerte- dijo Perú y de su morral saco unas curitas para que me pusiera en la pierna.

-Si, aunque tú sí que has tenido suerte-tome las curitas y limpie un poco la herida con agua para luego poner la curita.

-Bueno, vamos- se sacudió el polvo y me llevo al claro que yo suponía era nuestro destino.

Era un lugar bastante bonito, había pozos de agua enorme por todos lados y si tenía una buena vista, no era un mal lugar para pasar el rato, sobre todo si está a veinte minutos de tu casa.

Perú, la potenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora