CAPÍTULO 7- Rusia

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"Hago esto por amor".

Si, era una frase absurda pero que me reconfortaba en muchos aspectos, quizás porque con una frase similar a esa Rusia y yo nos compinchamos en contra de Perú.

Hace ya cinco años atrás ambos habíamos logrado establecer un estrecho lazo donde ambos nos prometíamos protegernos el uno al otro en caso de una guerra, un acuerdo que ambos firmamos en un mismo papel y que entre una broma y otra (más por mi parte) en algún punto, que ya no recuerdo, ambos coincidimos en que ese acuerdo se parecía a ese que se firma cuando uno acepta casarse. Rusia hacia referencia a Ucrania y Alemania, y yo lo apoye con esa idea refiriéndome a Canadá y a Italia, ambos estábamos de acuerdo por una vez en algo y eso me gusto más de lo que imaginaba, y eso fue evolucionando de una forma extraña en que parecíamos compañeros de clase en las reuniones importantes, nos reíamos y hacíamos chistes sobre el poco cabello que mi presidente llevaba encima y sobre todos en esa sala en general, al menos hasta que nos prohibieron estar sentados uno al lado del otro, pero eso no nos impidió seguir siendo un estorbo en cada conferencia en la que ambos podíamos vernos, que era una vez cada tres meses. En alguna de esas reuniones decidimos que ambos queríamos vernos más y así comenzamos a vernos una vez cada mes, y luego uno de nosotros vivía en el territorio del otro por un tiempo, todo por ese sentimiento de no querer alejarnos uno del otro, claro que nunca pensamos en que iría más allá, pero un día nevado en mi territorio nos sentamos en el pórtico de la pequeña cabaña de madera y comenzamos a charlar mientras mirábamos la nieve. Rusia se veía nervioso, aunque cuando Rusia está nervioso parece más pensativo, y se abrazaba las piernas, casi parecía un oso por toda la roba de invierno que traía encima y por su gorro, yo era el único que le comentaba y hacía chistes; por un momento pensé que se había enfadado conmigo y se lo iba a preguntar cuando simplemente me tomo de la mano y me dijo...

-Me gustas-. Yo sonreí sin terminar de entenderlo, pero por una vez mis neuronas lograron hacer contacto haciendo que reaccionará por impulso y lo abracé sin pensarlo.

-Me gustas- le repetí quizás gritando por la emoción, pero rápidamente Rusia me tapo la boca y me hizo callar.

Rusia me explicó que no podíamos salir en publico y yo lo acepté sin más, para mí ser novios sería igual a ser amigos, y no tenía problema con tal de que él estuviera conmigo.

Ahora, a diferencia de en ese entonces, no era feliz, cada paso que daba en dirección a la casa de Perú me hacía sudar en frío porque adentro tendría que interpretar ese papel en el que poco a poco iba encariñándome con el pequeño, y me sentía mal, pero volví a repetirme mentalmente que era todo por amor, para que Rusia pudiera apoderarse en parte de las tierras de Perú. Abrí la puerta con miedo y me asomé con cuidado de que Perú no me estuviera esperando en un sofá con una copa de vino en una mano y una pistola en la otra, cosa que me esperaba por haberme tardado un día de más en volver, pero no había nadie, ni un alma caminaba por los pasillos de la casa. Dejé salir todo el aire que había contenido dentro y pude respirar tranquilo mientras dejaba caer mis maletas en un acto de reflejo por haber dejado ir todo el estrés que traía encima.

-Eres realmente tonto- me dije a mi mismo por haber golpeado mis maletas que no eran nada baratas, y decidí desempacar un poco, entones subí al piso de arriba donde estaba mi cuarto, y comencé a guardar algunas cosas en los cajones, luego me lancé a la cama sin sentirme culpable por haber roto ese orden tan perfecto con la que estaba tendida, simplemente gozando de lo suave que era, aunque también dándome cuenta de que la frazada más gruesa tenía el olor de Perú, como a esos chocolates que solo podía comprar en su territorio, pero era un detalle sin importancia, después de todo seguía siendo una de sus habitaciones, en su casa.

Me levanté de la cama y decidí aprovechar que no había nadie en la casa para poder registrar con toda la libertad del mundo su habitación, en algún lugar debía tener cosas importantes y valiosas que pudieran ser útiles en su contra.

Perú, la potenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora