chapter 22

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Sus manos se encontraban sudorosas y temblorosas, y el pitido en sus oídos ya era fácil de ignorar a ese punto. Parado en una esquina, no estaba del todo seguro si en donde se encontraba era la realidad absoluta, y si el bullicio de las voces y pasos apresuradas, y la música opacada eran reales o simplemente un producto de su imaginación. Un sueño, tal vez. Esperaba que no se convirtiera en una pesadilla.

Con aún la vista perdida, se deslizó por la pared hasta caer al piso, intentando sentir y corroborar que esto era real. El golpe final fue duro, mas no le importó. Ya ahí, con sus rodillas pegadas a su pecho, frotó su rostro con brusquedad en busca de enfocar su visión.

Minutos después de simplemente ver manchas de colores opacos en el aire, logró divisar lo que pasaba a su alrededor. Todo tipo de personas, corriendo de un lado a otro. Maquillándose, vistiéndose, llorando, riendo. Todo era nervios y angustia.

Él ya estaba casi listo, con su vestuario correspondiente: un leopardo de licra con un estampado no tan llamativo, pero aún así más diferente y colorido al negro que usualmente vestía. Aún alguien lo tenía que maquillar, complementando el patrón del vestuario, y usaría una especie de falda lisa por atrás, para que de esa forma las piruetas y pasos se apreciaran con más movimiento y fluidez. Definitivamente, ayudaría a advertir el sentimiento que quería ser transmitido.

A pesar de que no era del todo perceptible desde el exterior su condición de nerviosismo, su interior se sentía en llamas. Su corazón latía desenfrenadamente, y su respiración era apenas controlada. No sabía dónde estaba su familia, ni recordaba qué número de bailarín era. No encontraba a su entrenadora ni a Liv desde hace media hora, y Ashton le había enviado un mensaje diciendo que se iría hoy.

Hoy, genial, ¿no podía elegir otro maldito día? Le dijo que trataría de ir, que había sido su equivocación y pensó que el vuelo era la siguiente semana. Fue un caos de mensajes: pidiendo disculpas, prometiéndole cosas que ya no recordaba, animándolo, deseándole suerte, diciendo que estaría ahí, siempre con un mensaje después de que no era seguro, pero lo intentaría. Se podía notar cuán apenado se encontraba, así que decidió no angustiarlo incluso más. No contestó, tampoco, porque simplemente no supo qué. Pero, definitivamente, no ayudó a la presión y ansiedad que estaba sintiendo.

Diet, dance and love » CashtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora