Estallidos de placer.

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Siento un sudor frío correr por todo mi cuerpo, la gente murmura y me mira, mi madre me acribilla con la mirada, Joulie sonríe descaradamente y Gabriel parece más divertido que nunca.

—Pase adelante hermana Angélica, me gustaría oír la razón por la que ha tenido la osadía de romper con nuestra oración al señor—trago en seco, estoy roja como un tomate y tengo la palabra sexo impregnada en el cuerpo.

—Puedo hacerlo desde aquí—trato de sonar lo más segura posible y para eso me obligó a obviar la verdadera razón de mi actitud.

—Como guste hermana—todos están expectantes a lo que voy a decir, incluso el depravado que me llevo a esta situación se muestra interesado por el testimonio que voy a dar.

Lo miro y lo pienso, si él me metió en esto es justo que me ayude a salir.

Me aclaro la garganta y siento que nunca había presenciado tanto silencio.

—Ante todo me disculpó por mis acciones pastor, nunca ha sido mi intención ofenderle ni a usted ni a mis hermanos—cuando cometes un error y hay testigos lo mejor que puedes hacer es mostrarte arrepentido y hacerte ver culpable ante los demás, eso les hará creer que realmente lo sientes—El motivo por el cual lo detuve es porque mientras usted oraba, mi compañero Gabriel—le miro con la cara más perra que he puesto en mi vida.

—Mi compañero contradecía a sus palabras de hecho afirmó que nuestro señor no iba a escucharlo porque usted y todos habían permitido que un descarriado—D'Angelo mantiene su sonrisa—un depravado, criatura ajena a Dios y apegada al pecado como él o bueno como ella, porque mi amigo es homosexual. Entrara al templo del señor—el pastor asiente y mi madre se ve más aliviada, aunque en su cara tiene pintado el desplante que le he hecho pasar.

—Gabriel—habla el pastor y todos fijan su mirada el mencionado—Nombre divino en individuo pecaminoso, te hemos dejado entrar porque es aquí en donde encontrará la redención que necesita tú alma para arrepentirte de tus pecados, por favor pasa adelante y todos oraremos por tí.

Sonrió victoriosa y al voltear hacia Gabriel ya no lo veo tan seguro.

—¿Qué pasa campeón?—le pregunto entre dientes mientras finjo alentarlo a que se presente al llamado del pastor.

—No puedo ir allí—se ve frustrado y algo nervioso, extraño.

—¿Por qué?

Me hace un gesto que me lleva directo a una erección que está bajando, pero que aún es visible.

—Lo siento por ti.

Luego de aquello Gabriel tuvo que buscar la manera de que su problema no fuera a llamar la atención, oraron por él rodeándolo en un círculo de hermanos que rogaban por su alma y su redención.

—Hablaremos luego de lo que has hecho Angélica—me advierte mi madre y me da la espalda para ir a encontrase con sus amigas.

Mi mamá crees que es inmune al virus porque no respeta la distancia y según ella una mascarilla daña su apariencia, en fin que se cree que por se cristiana es inmune.

—No le hagas caso cariño, sabes que no has hecho nada malo—si supieras papá, me digo en mis adentros.

—Lo sé papito—me despido de él y los veo irse.

A Gabriel lo perdí de vista así que me voy por mi cuenta a mi casa.

Ese día no volví a encontrarme con Gabriel y la verdad no me sorprendió al fin y al cabo el y yo recién empezábamos a compartir.

La noche siguiente casi al rededor de las nueve, sentí mucha hambre por lo que salgo de mi cuarto en busca de algo que no sea chocolates y galletas, es lo único que tengo en mi cuarto de comer.

Cuando llego me sorprendo al encontrarme con Gabriel, este tiene la vista fija en su teléfono mientras sostiene un vaso de agua, por un momento lo observó detalladamente y me encanta lo que veo, me fijo por primera vez en los hoyuelos que decoran su rostro al sonreír.

—¿Has terminado angelito?—no siento vergüenza de que me haya descubierto viéndolo, y creo que se debe a que no me importa que él vea quien soy porque sé que no va a juzgarme.

—No te veía a tí, trataba de encontrar a Gabriela—levanta la mirada del móvil y la fija en mi.

—Gabriela no está, ella solo aparece cuando cierta cristiana la invoca—me gusta que se tome la vida a la ligera.

Le paso por el lado y busco algo en el refrigerador para comer, encuentro pizza, pero no es mía y la quiero, pero repito no es mía. Respetamos la comida del otro para no crear conflictos.

—Es mia—me olvide de Gabriel en cuanto vi la pizza así que me sorprende escucharlo.

—¿Puedo?—hago un puchero señando hacia la caja.

—Puedes, pero debes pagarmela con una pasta de esas que haces lo viernes—aquello se lleva mi completa atención.

—¿Cuanto tiempo llevas espiandome?—su ya características sonrisa ladina hace aparición.

—No te espió, es que Anne no come pasta y yo no sé prepararla así que tú por lógica eres quien la hace—Anne es la otra chica con la que comparto piso.

—Casi nunca veo a esa chica—le digo y el asiente.

—Ella no es mucho de estarse quieta, pero igual no la ha visto porque no sales de tu cuarto—se acerca peligrosamente a mí y no retrocedo, porque lo quiero cerca.

Llega hasta a mí y pasa la lengua por su labio inferior, eso se vio jodidamente sexy.

—Has sido una niña muy mala en la iglesia angelito—besa mi pelo y toma un puño del mismo para acercarme a él.

—¿Y que me dices de ti?—intento besarlo pero aleja el rostro y lo miro mal.

—¿Te gustó que casi te hiciera venir delante de todos?—asiento y se muestra complacido.

—Pero me gustó más ver cómo tratabas de esconder la erección que te deje—una risa ronca sale de él, es la primera vez que se ríe abiertamente conmigo, aunque es lógico a penas hace un día empezamos a interactuar.

—Eres un angelito muy travieso—me besa sin previo aviso y respondo como puedo hasta concordar en el ritmo de sus besos que no son nada gentiles.

Sus manos se pasean por mi cuerpo con vehemencia, su lengua juguetea con la mía y su cuerpo se adhiere al mío cómo letras a su debida melodía.

Siento el bulto pegado a mi vientre y eso me excita, así que me tomo el atrevimiento de bajar mi mano hasta el y acariciarlo por encima de la ropa.

—¿Quieres conocer mi cuarto?—me pregunta casi en un susurro y asiento. Me levanta hasta que mis piernas se enredan en su cintura y mis brazos en su cuello, en el corto trayecto continúan los besos y las caricias.

Abre la puerta con el codo y la cierra de la misma manera.

Me conduce a la cama, en donde me lanza sin preocupación y se cierne sobre mi.

Su boca recorre mi cuello y mis manos su abdomen y su parte íntima.

Un gemido sale de mi boca cuando Gabriel muerde el lóbulo de mi oreja.

—Quiero que seas tú quien me lleves primero al cielo antes de yo hacerte caer en el infierno—no entiendo lo que dice cuando ya se está levantando y se para frente a mí para posteriormente abrir la cremallera de sus jeans.

Asumo a lo que se refiere y, aunque admito tengo dudas también confieso que es más grande mi deseo que mis miedos.

Su jean cae al piso junto con sus bóxer. Su pene salta a la vista en todo su esplendor.

Me mira, me extiende la mano, no lo pienso y la tomo. Besa mis labios antes de colocar su mano en mi pelo e indicarme que me arrodille, lo hago bajo mientras fijo mis ojos en los de el, cuando ya estoy arrodillada me sonríe y entonces mis manos trazan un camino a su parte mientras el traza un camino a mi alma y a mi cuerpo con tan solo su manera de mirarme, de liberarme.

Le lleve a un cielo húmedo en el que cada destello era su placer, el mismo cielo que luego él me mostraría en llamas...

Cuarentena De Perversión ||COMPLETA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora