Placer con sabor a mentira.

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Pequeños fragmentos de la noche anterior no dejaban de torturarme.

Había sido una idiota y una inmadura.

Mí teléfono no había dejado de sonar en toda la mañana y mí estómago empezaba a fastidiar, debido a que no me había atrevido a salir de mí cuarto ni por accidente.

¡Vamos Angélica, arriba!

Mi subconsciente trataba de animarme, pero lo que logro que finalmente me levantará fue el hambre, no puedo vivir sin comida.

Tomé una ducha breve y me puse una pijama, si a eso se había reducido mí existencia. Comer, bañarme, necesidades obvias del cuerpo, redes y pijamas.

Puto covid19.

Antes de acercarme a la puerta, me percate de la suciedad en las sábanas de mí cama.

Te pasaste Angélica.

Salí de la habitación en dirección al área de lavado, está demás decir que llevaba la canasta de la sábanas conmigo.

Miren ustedes si hoy es mí día.

¿Quién más estaba en el lavadero?

Si ese mismo, D'Angelo.

Iba sin camiseta y de no sentirme como me siento, estaría babeando, pero hoy no es el caso, estoy depresiva.

—Buen día—puede que muchas cosas entre ellas mí dignidad se esté yendo al caño, pero aún soy alguien con educación así que lo saludo al acercarme. No me responde, sus ojos viajan a la canasta que contiene las sabanas sucias.

Se lo que está pensando.

—Buen día—ese saludo fue más seco que el desierto, pero finjo que no me afecta, además ¿Por qué debería de hacerlo?.

Gabriel D'Angelo y yo no somos nada.

Dejo las sábanas en el espacio que me corresponde del lavadero y posterior a esto lo encaro.

No voy a ir por las ramitas, soy una chica adulta como para vivir celos y situaciones incómodas en base a nada.

—¿Pasa algo?—deja la ropa a un lado y se recuesta de la pared para mirarme, me escanea de un modo que me pone los pelos de puntas.

¿A este que mosca le pico?

—¿Lo hiciste?—se dirige a mí sin filtros, desde que lo vi supe que aquella duda era parte de lo que le mantenía pensativo, o al menos yo quería pensar que era así.

Pienso un instante en lo que voy a responder y porquè debería responder.

Finalmente me decido.

—No—mi repuesta es contundente y no sé si son ideas mías, pero algo de brillo surca en su rostro.

Parece querer preguntar algo más pero se contiene, es mí turno ahora.

—Tú y Anne, eh—fingir que no me importa pronunciar su nombre junto al de otra chica que no soy yo me molesta y allí termino de confirmar lo que hace días sospecho.

He perdido, me he enamorado.

—Es algo casual—le resta importancia.

—Carl dijo que eran parejas—se que no debería interesarme su vida, se que no somos nada, pero entonces ¿Por qué me niego a dejar su vida fuera de la mía?.

—Carl diría cualquier cosa para llevarte a la cama—estaba tan concentrada que no percibí el momento en el que se aproximó a mí.

Estaba solo a un paso de rozar su cuerpo con el mío.

Cuarentena De Perversión ||COMPLETA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora