Cosas Hermosas Suceden Aveces

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Dos días pasaron antes de poder saber de Gabriel, también supe que sus padres habían arribado de Italia para venir a verlo, pero apenas lo habían conseguido porque debido a su edad y a las circunstancias no le permitieron  más de una vez y obvio tomando medidas de precaución estrictas.

Todo eso me lo había contado Carl y a él le informo un amigo del hospital de su abuelo. Me dijo que Gabriel estaba mejorando en cuanto a respirar con normalidad se refiere y que su enfermedad la estaban cuidando de cerca, eso me conforto un poco, pero no lo suficiente como para borrarme toda la tristeza que estaba sintiendo.

Mis padres me llamaban de manera constante para saber de mí, estaban angustiados y preocupados por no poder cuidarme, pero yo no me sentía tan mal a excepción de algunos mareos, un poco de fatiga y dolor muscular. Anne aún no presentaba síntomas y gracias a ella es que he llevado mejor estos días porque me ha cuidado como si fuéramos amigas desde hace tiempo.

Anne tocó mí puerta y le animé a entrar, traía mascarilla y guantes.

—Es café—me extendió la tasa y la tomé, había notado que Anne era muy fanática del café y la pizza, como D'Angelo.

Pensar en él duele.

—Gracias—asintió.

—Voy a ver Harry potter, ¿Quieres acompañarme?—me lo pensé un segundo y negué —¿Por qué no?

—No me gusta—confense a lo que ella me vio como si me hubiesen salido cuernos—he intentado verla pero no me llama la atención, incluso me ha llegado a parecer ridículo lo poco que me han contado—ella abre sus ojos con sorpresa y de manera dramática lleva una mano a su pecho.

—Es el último café que te traigo—asegura y se me escapa la primera sonrisa en muchos días.

—Lo siento, prometo que algún día veré por lo menos una—eso parece conformarla, pasamos un rato hablando y luego se fue, y volví a quedarme sola con mí oscuridad y mis tristes pensamientos.

Al rededor de las dos de la tarde mí teléfono empezó a sonar y me apresure a responder cuando vi que era Carl, tal vez iba a hablarme de Gabriel.

—Hola angelito—no se porque pero odie que me llamara así, y supe que es porque solo quiero escuchar a una persona llamarme de ese modo.

—Hola Carl—trate de no sonar muy seca.

—Te llamo para decirte que responda la próxima llamada—no entendí con exactitud a qué se refería pero tampoco me dio tiempo a preguntar porque me colgó.

Me quedé como idiota mirando el teléfono y efectivamente, me estaba llamando un número desconocido.

Y sentí algo extraño, como si mí corazón supiera algo que mí mente desconoce.

Respondí. Y al hacerlo sentí que mí mundo dejaba de estar fragmentado para estar perfecto.

—¿Me has echado de menos?—su voz, su tono burlón, lo ronco de su garganta, su respiración un poco agitada y la pregunta fueron suficientes para hacerme llorar.

No pude responder porque el llanto se atacó en mí garganta de un modo incontrolable.

—¿Estás llorando angelito?—me oblige a apaciguar la tormenta de emociones que sentía en aquel momento.

—¿Estás bien?—le pregunté con miedo por temor a la respuesta.

—Estoy mejor—me respondió y sentí un alivio inmensurable—Aún no respondes a mí pregunta, angelito—podia escuchar el esfuerzo que hacía para completar cada frase.

—cuatro días, cuatro noches, 96 horas y 5758 minutos he pasado extrañandote—lo escuché reír pero fue una risa breve, muy breve.

—¿Qué has hecho con los otros dos minutos?—el es mejor que yo en matemáticas, cuatro días tienen 5760 minutos.

—Esos dos minutos me la pasé durmiendo y fueron el único instante en el que no te soñe—silencio, eso fue lo único que hubo a continuación.

No quise interrumpirlo, era un silencio que transmitía demasiado incluso cuando ni siquiera nos estábamos viendo.

Verlo, eso era lo que yo quería, verlo y  abrazarlo fuerte, besar cada parte de su cuerpo y dejar que me folle como el acostumbra a hacerlo, pero sobretodo ver sus ojos tormentas que se roban mis suspiros, quedarme mirándolo luego de despertar sin que se de cuenta, pasear mis manos por su cabello rebelde y escucharlo quejarse porque eso no le gusta. Quiero escuchar sus comentarios sarcásticos y sus respuestas épicas.

Lo quiero a él.

—Angelito—hizo una pausa luego de romper el silencio—No quiero que estés mal, no quiero que descuide tus clases y por favor come bien ¿De acuerdo?—asenti sabiendo que no podía verme.

—Lo haré, tú también haz lo mismo ¿Ok?.

Ok, angelito no me extrañes demasiado, voy a estar contigo pronto—sonrei.

—Lo sé—esta vez fui yo quien hizo la pausa—D'Angelo—pronuncie su apellido sin saber que más decir porque tenía tanto que decir que no sabía cómo.

Asi me llaman—en ese momento me lo imaginé poniendo los ojos en blanco.

—Idiota

¿No te sabes otro insulto?

—Si, pero ese es el único que te queda—ambos reímos.

—¿Angelito?

—Dime D'Angelo

¿Estás lista para conocer a tus suegros?—me mordí el labio inferior.

—¿Le has hablado de mí?—m sentí emocionada.

Desde el día que te conocí, le dije que una chica nueva se había mudado y que era la chica más hermosa que había visto tanto que un día sería mí esposa—me quede pasmada.

—¿Tú esposa?—las lágrimas volvieron, pero esta vez fueron de felicidad.

¿Te gustaría serlo?—su voz se escuchaba cansada.

—¿Me lo estás proponiendo?—cubri mí boca para evitar gritar.

Anne entro en mí habitación y me vio como si supiera con quién y de que hablaba.

Camino hasta mí y vi que mantenía sus manos ocultas en su espalda.

Si Angélica Marie, te estoy diciendo que quiero que seas mí esposa ¿Aceptas?

No pude evitarlo, grite de emoción.

—Acepto Gabriel D'Angelo, acepto ser tu esposa y lo que tú quieras.

Anne saco sus manos y en ella traía su teléfono y un anillo, me mostró la pantalla del teléfono y el mío callo a la cama de la impresión, estaba en una video llamada con Carl, Lenny, y Gabriel.

Gabriel estaba mirándome, no se veía del todo bien pero tampoco se veía tan mal y una sonrisa decoraba sus labios resecos, dos personas estaban con él pero no supe identificarla debido a que estaban muy cubiertos desde el rostro hasta sus cuerpos.

Son mis padres—me dijo y los señores me dijeron adiós con las manos, la señora sostenía la mano de Gabriel(la de ella estaba con guantes)—¿Entonces dice que si?

Asentí y Anne tomo mí mano izquierda y luego coloco un anillo en mí dedo.

—Ese anillo es de Gabriel—mire a la pantalla y Carl y Lenny sonreían al igual que Gabriel y sus padres, su mamá coloco un hilo rojo en el dedo de Gabriel y el me lo mostró sonriente.

—Te amo muchísimo D'Angelo—Anne me abrazo.

benvenuto in famiglia Angélica—escuche la voz de su padre.

En medio de caos nació el mejor día de mí vida.

Nos convertimos en algo hermoso e infinito cuando todo parecía desierto y oscuro.

—Ti amo moltissimo Angélica...

Cuarentena De Perversión ||COMPLETA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora