Actos impuros en la iglesia.

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Canción de arriba: Take me to church.

—¡Angi estas ahí !—mientras que mi madre sigue llamando a mi puerta yo continúo tratando de convencer a Gabriel de ayudarme.

La situación a él le parece más que divertida, al parecer nada le importa realmente, la vida le he es indiferente y eso me ha quedado claro.

Jamás podría tener más de un polvo con una persona como él.

—¿Vas a ayudarme?—intento no mostrar lo enfadada que estoy.

—Estaba esperando que se me bajara la erección, pero dime la próxima ves que quieres que tu madre la vea y salimos de una—recaigo en lo que acaba de decir y lo entiendo, luce frustrado, tal vez porque no consiguió lo que vino a buscar.

Me dirijo a la puerta, pero antes le echo un ojo a Gabriel y este asiente sin muchas ganas.

—¿Por qué has tardado tanto?—mi madre no es una mujer de paciencia, me acerco a saludarla pero su mirada va al chico sentado en mi cama y la cara que pone la señora Clarice es todo un poema, mi prima Joulie me mira de reojo con complicidad, ella sabe la verdad del asunto sin siquiera preguntar.

—¡No lo puedo creer, has acabado con mis sueños Angélica!—y empieza el drama.

me mantengo en calma, Gabriel esta sonriendo como si acabara de descubrir su nueva diversión y allí acaba mi calma porque intuyo que esto no acabara bien.

—No es lo que estas pensando—siempre quise decir esa frase.

mi madre ya esta lista para rebatir, pero Gabriel se le adelanta, esta de más decir que ese simple hecho la pone roja.

—Cambie ese cara de amargada—lo miro como si le acabara de salir otra cabeza.

—mamá él es un compañero de piso—mi madre no me responde, esta a punto del colapso porque es una mujer acostumbrada a tener todo controlado y nunca nadie le falta el respeto.

—Sabía que irte de casa era un error, mira nada mas con la gentuza que te junta Angélica Marie—y así ha sido siempre mi vida, controlada por una mujer insensata que no acepta más criterio que el propio, que se piensa que por haberme dado la vida, techo, comida y dinero ya por eso soy su marioneta y lo peor es que se lo permito, no soy capaz de rebelarme al menos no abiertamente.

—Siquiera ha saludado a su hija de la manera correcta y ya esta usted dudando de ella, debería revisarse señora y para su información nada de lo que esta pasando por su mente ha pasado en la realidad así que cambie el chic ¿Ok?—siento unas ganas inmensas de reírme, pero me contengo, D'Angelo esta haciendo de manera perfecta lo que acordamos.

Déjenme y les cuento.

Cuando mi madre llego sentí que se me había paralizado el mundo, pero entonces llega la idea perfecta a mi.

¡Que Gabriel D'Angelo finja ser gay!

a que soy perfecta, en este momento el chico que ante me besaba con ganas de arrancarme la ropa y la virginidad con ella, ahora estaba hablando exageradamente afeminado, con una mano en la cintura y la otra al aire en un gesto diva.

—Angélica te esperaremos abajo, llamare al pastor para que prepare una oración en tu nombre—avisa mi madre Clarice y observa a Gabriel con todo el desprecio del mundo ella es una homofóbica declarada—este ambiente esta pecaminoso—afirma antes de retirarse con toda la gracia que la caracteriza, Joulie finge estar de acuerdo y se retira junto a ella.

cuando la veo alejarse, exploto de la risa.

—No querría a tu madre de suegra ni porque tú fueras la ultima mujer del mundo—ignoro su comentario y busco un cambio de ropa.

—Gracias, ya puedes irte—no le dejo responder en cambio entro al baño, pero cuando salgo aún esta ahí.

—Llévame a tu iglesia, Angélica—me quedo estática, como que le lleve a la iglesia.

—Ni de broma.

—Bueno puedo ir con tu madre y aprovecho, y le cuento lo que hace su niñita.

Luego de una discusión que obviamente perdí, me encuentro en la iglesia con todas las miradas puestas en mí porque mí madre le contó a todo el mundo que Gabriel es gay, y que me está llevando por el mal camino.

—¡Señor ten piedad de los impuros!—el pastor está totalmente concentrado en la oración y los demás también, yo lo estaba hasta que sentí una mano subir por mí piernas.

—¿Qué crees que haces D'Angelo?—le pregunto en un susurro mientras trato de contener mis latidos.

Gabriel no me responde, en cambio avanza más y cada vez más hasta llegar casi al centro de mí entrepierna, llevo un vestido lo cual no ayuda.

Sus ojos grises y profundo me miran un instante y luego me sonríe cínicamente antes de avanzar su mano hasta tocar mí parte íntima.

—Esa es la iglesia en la que quiero entrar Angélica Marie—estoy a punto de colapsar.

Si alguien nos ve me muero.

—Detente—mi voz casi inaudible.

Su mano acaricia mí intimidad y las yemas de sus dedos hacen contacto con mí clítoris por encima de la ropa.

Coloco mí mano encima de la suya en un intento desesperado porque se detenga, pero lo único que consigo es choque de electricidad cuando sostiene la misma y la lleva a su entrepierna descaradamente, mi rostro está más rojo que un tomate y mis nervios están disparados.

Soy una pecadora.

Gracias a la finura de mi vestido a Gabriel no le dificulta llegar de manera directa a mi parte íntima, y sentir su piel sobre la mía fue algo casi mágico.

—Por favor para—las sensaciones que me produce el acto contradicen con mis palabras y es por eso que él continúa.

—¡Oremos por los impuros, por los descarriados, por aquellos que se encuentran en la oscuridad, señor apiádate de ellos padre!—el pastor ora por mí, mientras un tipo me masturba en la iglesia casi al lado de mis padres y amigos.

Padre perdoname.

—Tú cuerpo es el templo donde quiero arrodillarme—sus palabras solo incrementan mi pérdida de cordura.

—Repitan conmigo—dice el pastor—¡Padre soy un pecador, perdoname! justamente mi madre mira en mi dirección y mi alma pende de un hilo, Gabriel le sonríe como si debajo del banco no estuviera pasando nada.

—¡Soy una pecadora!—repito a coro con los demás pero esas palabras en mi llevan otro sentido, cuando siento que no puedo más y que si continúo mi cuerpo explotará le pido a Gabriel que se detenga pero este no me hace caso.

El pastor hablando, la gente adorando y yo casi follando, eso es demasiado y mi poca moral y vergüenza no lo soportan.

—¡Detente!—grito sin ser consciente, todos miran en mi dirección porque creen que se lo he dicho al pastor que era el único hablando, las miradas que me llevo me hacen desear que la tierra me tragué en ese preciso momento.

—Problemas en el paraíso angelito.

Yo creí que lo había traído a mi iglesia y termine en la suya.

Estoy jodida y es culpa de Gabriel D'angelo...

Cuarentena De Perversión ||COMPLETA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora