20. Sorpresa

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Samantha.

Desde que Flavio se fue de su casa hacía ya una semana la valenciana no había dejado de sonreír. Aquella noche durmieron juntos, abrazados, pero eso fue todo. Flavio se tuvo que ir a la mañana siguiente con prisas, un amigo suyo de Murcia había ido a Madrid para darle una sorpresa y la rubia no le había visto desde entonces. Eso no había impedido que hablasen todos los días e incluso se mandasen algún mensaje más subido de tono. Por ello, la rubia estaba deseando que llegase la noche, ya que habían quedado en que el chico la llevaría a cenar. Al parecer tenía algo que contarle y estaba muy emocionado.

Como le pasaba habitualmente, cuando llegó al lugar donde habían quedado el chico ya estaba esperándola. Estaba nerviosa al verle por primera vez desde aquella noche, no sabía cómo debía saludarle si quiera así que optó por la opción que le parecía más sencilla y se lanzó a sus brazos, pegando todo el cuerpo al del chico mientras olía su cuello. Cuando se separaron, él acercó sus labios a los de ella y depositó un suave y tierno beso que a ella le supo a gloria.

-¿Dónde vamos? -preguntó una vez sus bocas se hubieron separado, sonriendo hasta los ojos.

-Es una sorpresa, SamanTHA. Que guapa estás.

-Gracias, Flavio. -Él tomó su mano y comenzaron a caminar. -¿Qué tal la semana? ¿Qué tal con tu amigo?

-Muy bien, nos hemos divertido. Pero quería verte ya -dijo al tiempo que se sonrojaba. Ella le respondió con una sonrisa y un apretón en la mano. Sin darse cuenta habían llegado al portal de la casa del chico.

-¿Vamos a cenar en tu casa?

-No -dijo al tiempo que abría la puerta, lo cual no pudo dejarla más confundida. Antes de entrar al ascensor Flavio se colocó delante de Samantha y le susurró cerca del oído -¿Confías en mí?

-Me estás dando miedo, Flavio -rió la chica. Él no respondió, se limitó a seguir plantado delante de ella con una sonrisa de autosuficiencia en los labios y una ceja ligeramente levantada. -Sí, confío plenamente en ti.

Flavio se movió hasta estar detrás de la chica y cubrió sus ojos con las manos. De ese modo ambos entraron en el ascensor y salieron de él, la chica completamente ajena a lo que sucedía. Notó como el chico pasaba a cubrirle los ojos con una sola mano y escuchó una puerta abrirse. Él la instó a que caminara y una vez hubo avanzado escuchó la puerta cerrarse a sus espaldas.

-Sorpresa -dijo el chico, al tiempo que quitaba la mano de los ojos de la rubia y ella abría los ojos. Lo que vio la dejó completamente impactada.

Estaban en lo que parecía la azotea del edificio, en el centro había una mesa con platos, cubiertos y vasos perfectamente colocados. En el suelo había un pequeño cubo con hielo y dentro una botella de vino blanco. Todo el lugar estaba iluminado por las pequeñas lucecitas que colgaban del extremo de la azotea y dos grandes velas encima de la mesa. Un recipiente con nachos aderezados con guacamole estaba en el centro de la mesa junto a un gran bol de pasta, de la que aún salía humo.

-Flavio... esto es... yo... -la chica se había quedado completamente sin palabras, había alguna lágrima acumulándose al borde de sus ojos. Nunca habían hecho algo así por ella.

-Vamos, que se enfría -dijo el moreno sonriendo, pero en lugar de avanzar hacia la mesa ella avanzó hacia él y juntó sus labios en un apasionado beso, intentando decirle todo lo que no era capaz de expresarle con palabras.

-Gracias -susurró entre besos una y otra vez, hasta que él cogió la cara de la rubia entre las manos, alejándola de él mientras reía.

-Se va a quedar frío de verdad, Samantha.

Ambos caminaron hasta la mesa y se sentaron uno frente al otro. Flavio comenzó a servir la pasta en ambos platos mientras Samantha atacaba el bol de nachos.

Flavio.

Se lo había pasado genial preparando toda la cena, emocionado con una especie de cosquilleo en el estómago, había imaginado una y otra vez cómo reaccionaría ella.

Pero todo se había quedado corto con la sonrisa que dibujó en sus labios Samantha cuando vio todo lo que le había preparado.

Cenaron entre risas y caricias mutuas, les costaba estar separados y les gustaba la burbuja que se creaba entre ellos cuando estaban juntos. El moreno fue el primero en romper el silencio.

-Tengo algo que contarte, SamanTHA.-le dijo el moreno mirándola.

- A ver, chiquito, sorpréndeme -le contesto la rubia sonriendo.

-Me han cogido en el trabajo del piano, ¿te acuerdas que te lo comenté? -le contaba él mirándola.

-Si, si qué me acuerdo. Jo, Flavio, eso es genial.-se levantó la rubia a abrazarle.

-Si... no es lo que más me apasiona ahora mismo, pero necesito el dinero para pagar el piso...-relataba el moreno.- Así que, en el fondo y aunque no lo parezca, estoy contento porque es una nueva oportunidad, y el piano es mi mundo, donde más cómodo me siento.

-Claro qué si bebé, ademas, todo pasa por algo. Si te ha llegado esta oportunidad es porque tenía qué llegar, y va a ir genial.-le dijo la rubia mientras le sonreía.- Y esto te lo digo de verdad, eh, no por cumplir ni res.

-Lo se, lo sé .-sonrío el moreno y cogió a la rubia por los mofletes mientras apretaba suavemente.-Pero qué guapa eres, SamanTHA.-se reía el moreno mientras ella intentaba zafarse de su agarre riéndose.

-Flaaaaa, sueltameeeee .-rogaba la rubia qué, en realidad, estaba más feliz qué nunca.

El moreno la soltó y la miro fijamente a los ojos, y ella aguantándole la mirada, le retó:

-¿Tengo monos en la cara o qué?

El no pudo evitar echarse a reír y negó mientras la miraba:

-Me gustaría qué algún día, vinieras a verme tocar algo...-susurró el moreno, muerto de vergüenza.

-Pero bebé -sonrió ella con ternura- pues claro, nos las apañaremos e iré a verte aunque sea, escondida detrás de una ventana -le contestó la rubia riéndose.- Si para ti es importante, estaré.

El la miro, tan fijamente que pensaba que conseguiría tatuar su silueta en sus pupilas, y le cogió la cara con ambas manos suavemente. Le acariciaba la mejilla y, justo antes de juntar sus labios en un beso infinito, le susurró:

-Menos mal que estás.

Ella le miró, sonrió y asintió, porque no necesitaba decir más para qué él lo entendiera todo.

Pasaron el resto de la velada entre risas, caricias y miradas, muchas miradas. Cargadas de cariño, de ternura y sinceridad.

Y antes de que ninguno se diera cuenta, estaban entrando en el salón de él, donde prolongarían la velada hasta qué la rubia se quedara dormida, y Flavio la llevara a su cama para qué pudiera descansar mejor. 

Entre acordes ~ FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora