17. Burbuja

853 60 12
                                    

Samantha.

Cuando empezó a salir del mundo de los sueños se dio cuenta de que alguien rodeaba su cintura con el brazo. Se extrañó y entreabrió los ojos, intentando situarse, pero no reconocía nada de la habitación en la que se encontraba. Giró la cabeza, levantándola un poco, para descubrir quién la abrazaba cuando se encontró con la cara relajada de Flavio. Sin querer despertarle giró suavemente sobre si misma para ponerse de cara a él y observar sus facciones: sus ojos cerrados que se achinaban de esa forma tan especial cuando sonreía, su nariz, su mandíbula... hasta llegar a sus labios entreabiertos. Se quedó mirándolos mientras intentaba recordar cómo habían llegado a aquella situación pero, por desgracia, ninguno de aquellos momentos se habían quedado grabados en su mente. Él, todavía sumido en un profundo sueño, se recolocó atraiéndola más hacia si lo que ella aprovechó para enterrar la cara en su pecho y, así, volver a quedarse dormida.

Cuando se volvió a despertar notaba como unos dedos jugaban con los mechones de su pelo. Abrió los ojos y retiró un poco la cabeza para ver al chico todavía con los ojos cerrados, pero su respiración y sus movimientos delataban que aún estaba despierto.

-Buenos días -susurró mientras abría los ojos, con una voz aún más grave de lo habitual, lo cual provocó que todo el cuerpo de la chica se estremeciera.

-Buenos días, bebé -respondió ella. No sabía muy bien qué decirle, al no recordar la noche anterior no sabía qué había podido decir o hacer.

-¿Cómo te encuentras? ¿Mucha resaca?

-Me duele bastante la cabeza, no te voy a mentir. Pero he estado peor -el chico rió ante la confesión, sin dejar de jugar con mechones de su pelo entre los dedos. -Oye... Flavio... ¿qué pasó anoche? No me acuerdo de nada. ¿Nosotros...?

-No, no -se apresuró a responder el moreno. -Tranquila, no pasó nada, nunca me aprovecharía así de alguien en el estado en el que tú estabas anoche. -la chica sonrió más tranquila, no dudaba en la integridad de él sino más bien temía por lo que ella misma podría haber dicho o hecho.

-Entonces, ¿qué pasó? ¿Qué hago aquí?

-Estabas muy borracha así que le dije a Maialen que te iba a llevar a casa, pero no sé dónde vives así que decidí traerte aquí. Te di una camiseta y te cambiaste tú misma -en ese instante la chica miró hacia abajo, comprobando que no llevaba la misma ropa que anoche - Yo iba a dormir en el sofá... pero me pediste que me quedase contigo -dijo lo último bajando un poco la voz, como si estuviese avergonzado por ello. Inmediatamente la cara de la chica adquirió una tonalidad rojiza que no se escapó al ojo del chico y ella enterró la cabeza en su pecho por un momento mientras sonreía.

-Gracias por cuidarme, Fla -susurró aún pegada a su pecho, y él la estrechó con un poco más de fuerza entre sus brazos. Se quedaron así un rato, no fueron conscientes de cuánto, pero parecía que salir de aquel abrazo rompería la burbuja en la que se encontraban en aquel momento.

Mientras seguían así, abrazados, ella pensaba en cómo era posible que aquel chico fuese el mismo que tan mal le había caído al principio. Y no tenía dudas, el problema fue que no se molestó en conocerlo. Maialen tenía razón cuando le contó que su compañero de piso era una persona muy especial, y es que si esperabas a que él te mostrase su mundo interior, aunque fuese un pequeño vistazo cómo podía estar dando ella en ese momento, te quedabas asombrada.

Finalmente él fue el primero en romper aquel silencio tan cómodo que se había instaurado entre ambos.

-¿Quieres desayunar algo, SamanTHA? -la chica asintió notando como sus tripas se movían pidiendo comida, no se había dado cuenta de lo hambrienta que estaba hasta que el murciano había mencionado la comida. Ella se puso en pie y notó como el chico admiraba todos los tatuajes de sus piernas, ya que la camiseta que llevaba puesta los dejaba al descubierto.

Entre acordes ~ FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora