5. Recompensas

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Gèrard:

Aquella misma tarde al salir de la universidad me dirigí hacia una academia de artes escénicas que estaba a veinte minutos en coche. Mamá se había pasado tardes enteras a mi lado ayudándome a buscar aquella academia de artes que me pudiera ayudar a crecer como cantante y bailarín. Tras varias horas y días frente  al ordenador, por fin dimos con ella. El Portland Dance Studio era mi mejor opción, a pesar de ser una academia de danza, también se impartían clases de guitarra y voz, además de haber talleres de composición y más. Podría optar a una beca si superaba una pequeña prueba. Allí impartían clase instructores con gran fama a nivel mundial. Se decía que aquellos estudiantes que habían aprendido de la mano de ellos conseguían muy buenos puestos de trabajo.

Por eso yo estaba temblando como un flan de los nervios cuando conseguí aparcar el vehículo que tanto me había costado ganarme. Sentía el pulso a mil por hora y la boca seca. "¿Y si no estoy a la altura?", pensé mientras veía el imponente edificio de dos plantas. Las paredes blancas estaban decoradas con siluetas de bailarines danzando todos los géneros y en grande un gran cartel de letras azules decía el nombre del estudio.

Era simplemente alucinante.

Joder. Sentía que toda mi carrera dependía de aquel instante.

No sé cómo--- no lo preguntéis porque ni yo mismo lo tengo claro---, pero conseguí que Hazel Williams, la fundadora y actual directora del estudio, me diera la oportunidad de optar por una beca. Solo debía ejecutar una coreografía propia, tocar y cantar una canción e impresionarla. Vamos, nada del otro mundo, nótese el sarcasmo.

Tomé una bocaná de aire más antes de entrar por las puertas acristaladas. Ya dentro di con un amplio pasillo que llevaba a las distintas aulas. Justo en la entrada había un pequeño puesto de recepción que me recordó de inmediato al que había en el estudio al que iba de pequeño. Sin poder evitarlo, esbocé una sonrisa enorme al recordar cómo empezó para mí mi preparación profesional.

Flasback🔙

" - ¿Qué haces aquí? --- le pregunté con todo el desprecio del mundo.

Él se encogió de hombros con indiferencia.

- Escuché la música y sentí curiosidad de ver de donde provenía. No sabía que te gustara bailar.

- Y no me gusta--- mentí. Mi yo de ocho años era muy arisco en aquel entonces y no se fiaba de nadie.

Capde se echó hacia delante y me clavó la mirada.

- Sí, ya--- dijo con sarcasmo---, y yo me chupo el dedo.

Bufé. Ese hombre me estaba sacando de mis casillas. Si mal no recordaba era el conserje del centro donde vivia. Al final acabé confesando con un suspiro:

- Vale, me gusta, ¿contento? Felicidades, ¿quieres un pin o una chapa por haber descubierto eso?

- ¿Tomas clases de baile? --- siguió interrogándome él.

Me estaba poniendo nervioso. ¿Por qué se mostraba tan interesado en mí? ¿Acaso no veía que era un monstruito?

Exploté.

- ¡¿A ti qué te importa?!

- Mucho, la verdad.

Admito que su respuesta me descolocó Basta. ¿Por primera vez yo le importaba a alguien? ¡Eso era imposible!

- ¡Eso es mentira! --- exclamé con furia---. No le importo a nadie. --- aparté la mirada para que Capde no me viera llorar. Seguro que se burlaría de mí---. No le importo a nadie.

Lo siguiente que recuerdo fue el abrazo que él me dio y, pese que al comienzo me quedé helado, me aferré a él como si mi vida dependiera de ello. Hacía mucho tiempo que nadie me daba un abrazo reconfortante, hacía mucho tiempo que no me sentía así de seguro.

Perfecta Sincronía || Gèrard y AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora