Gèrard:
La primera semana en el estudio fue complicada. Al ser el chico nuevo era la comidilla y mi nombre estaba en boca de todos. Intenté acercarme a Anne--- desde pequeños siempre habíamos bailado juntos y nos habíamos llevado fenomenal a pesar de la pequeña diferencia de edad---, pero Samantha Gilabert no se despegaba de mí y me llevaba de un lado para otro.
Los maestros eran muy exigentes y estrictos, algo que yo prefería. Me gustaba que se me exigiera y trabajar en coreografías al mismo tiempo complicadas y bonitas. Era un hombre al que le gustaban los desafíos, qué se le iba a hacer.
Estaba encantado con mis compañeros, pero, en serio, debía pensar cómo quitarme a Sam de encima. Empezaba a agobiarme con sus claros intentos de coqueteo. A ver, sí, era preciosa, pero no era mi tipo. Aquella rubia de ojos azules y largas piernas tatuadas no despertaba en mí aquello que yo buscaba en una mujer.
En definitiva, me encantaba el estudio y me sentía muy afortunado por estar en él. Lo que no me gustaba era mi grupo en la universidad. Bueno, a decir verdad solo una persona: Jesús Rendon.
De pequeño, cuando tenía siete años un matrimonio de Cádiz me acogió: los señores Rendon. Eran una pareja unida y tenían un hijo. Mi yo de siete años, inocente todavía, se alegró de tener a alguien con quien jugar. Mas cuando los problemas comenzaron, el dolor y el sufrimiento se convirtieron en mi pan de cada día, lo único que deseaba era salir de allí, huir. Y eso hice. Escapé con las pocas pertenencias que tenía.
Jesús se comportó fatal conmigo. Me hacía bromas pesadas, me pegaba siempre que podía y se burlaba de mi vestimenta. Al ser un niño de acogida, el Estado le daba a mi familia una pequeña pensión que, por supuesto, no gastaban en mí. Casi siempre vestía desaliñado, con ropas no acordes a la estación del año en la que se estaba. Recuerdo haber ido a la escuela con un jersey finito cuando hacía un frío de la hostia.
Lo vivido no sólo con aquel matrimonio sino con los demás me hizo escudarme en mí mismo y crear una barrera con el resto. Me prometí que nunca nadie más me volvería a lastimar y no rompí ese escudo hasta que conocí a la gran familia Capdevilla. Gracias a ellos poco a poco entendí lo que era ser querido y formar parte de una familia. Capde me enseñó tanto que no hay día que no le recuerde. Mamen siempre fue y será muy importante para mí.
Por eso, el día que me di cuenta que Jesús Rendon, aquel demonio que me hizo la vida imposible de pequeño, estaba en el mismo país que yo, en la misma carrera y en la misma clase que yo, supe que en mi vida pasada debía haber sido alguien completamente cruel. De lo contrario, la vida no sería tan perra conmigo de nuevo.
Por suerte, de momento no había tenido ningún altercado. Supuse que tenía la buena suerte de que el chaval no se acordaría de mí. Pero, como siempre, me equivocaba.
Un día, tras volver de un fin de semana intenso, me encontré con él en los pasillos. La miradita de suficiencia que me lanzó no me gustó nada de nada. Supe que, en efecto, se acordaba de mí. Me miró de arriba a abajo como si fuera insignificante y esbozó una sonrisa de creído que me puso en estado de alerta.
- Vaya, vaya, vaya. Así que mi querido hermanito de acogida está en Nueva York. Interesante.
No me gustaba nada como escupió cómo escupió la palabra "hermanito", el énfasis despectivo que noté en su voz.
Dio un paso en mi dirección, amenazante.
- Estás muy cambiado. No eres el niñito escuálido que recordaba.
Sonreí con orgullo. Era cierto. Los años de clases de baile y de ejercicio habían dado sus frutos. Tenía los músculos marcados y ya no era tan delgado como lo fui en el pasado por la desnutrición que viví en la gran mayoría de las casas de acogida. La dieta equilibrada que seguía y el ejercicio físico diario ayudaban bastante.
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Perfecta Sincronía || Gèrard y Anne
FanficSinopsis ¿Pueden dos almas distintas volver a encontrarse? Anne Lukin ha vivido toda su vida siguiendo un único objetivo: convertirse en una gran bailarina. Para ello no le ha importado hacer grandes sacrificios como no salir con sus amigos o perder...