Gèrard:
El domingo lo pasé encerrado en mi refugio del baile; el sótano. Mientras ejecutaba ejercicio tras ejercicio pensaba en las palabras de la señora Forest y en como mi interior se revolucionó al pensar en volver a los competiciones. Claro que me encantaría, pero no estaba seguro de si estaría a la altura.
Maldije cuando hice un salto chapucero. Sin embargo, antes de que pudiera corregir el error, la puerta se abrió de golpe. Bufé. Estaba a punto de decirle a Mamen o a Maialen que estaba ocupado y que no me molestaran en lo que quedaba de tarde; pero cuando encaré a la persona que estaba en la entrada, me sorprendí al ver a Amaia. Alzaba una ceja, ese gesto que tanto me molestaba de ella y que me ponía tan nervioso.
- ¿Cuántas veces tengo que repetirte que no hagas eso? Me pones nervioso.
Ella rió a carcajadas y se adentró en mi paraíso particular. Observó los trofeos que había allí, sólo un puñado en comparación con los que tenía guardados en cajas. No era la primera vez que mi hermana mayor curioseaba mi sala, pero eso no la paró. Se acercó a uno de los premios más importantes que había ganado y sonrió con nostalgia.
- Me acuerdo cuando ganaste por primera vez Los Nacionales. Me sentí tan orgullosa de tí. Tenías once años y cuando te nombraron no te lo podías creer. Recuerdo que estuve aplaudiendo por lo menos cinco minutos seguidos.
Me acerqué a ella y le di un gran abrazo. Su perfume tan característico, a lirios, me envolvió. Llevaba su pelo recogido en una coleta, aunque un par de mechones ondulados se le habían salido de la misma. Estaba muy guapa y la madurez le había sentado de fábula. Dio el estirón durante su primer año de universidad. No es que fuera alta de narices, pero rondaba ya el metro setenta.
- Te he echado de menos, Pulgarcito ---susurré aún entre sus brazos.
- Y yo a tí, pequeño demonio. ---Se separó unos centímetros y me acarició el rostro con la yema de los dedos con ternura---. ¿Cómo has estado? Ya me ha dicho Mamen que Anne y tú os habéis reencontrado.
No me gustó nada de nada ver cómo movía las cejas con picardía. Mataría a mamá por chismorrear a mis espaldas.
- Vamos a hacer un dueto juntos y...
- Espera, espera, espera. ¡¿Vais a bailar juntos!? ¡Eso es estupendo! Hacíais una gran pareja y erais invencibles.
Miré a Amaia como si se hubiese vuelto loca. Ella siempre tuvo la sospecha de que acabaríamos siendo una pareja, pero, por suerte para mí, eso no se llegó a dar debido a la mudanza. Aunque, no os mentiré, había fantaseado más de una vez con probar esos labios tan tentadores que Anne tenía.
- Eso es cosa del pasado.
Ella puso los ojos en blanco.
- Venga, ¿cuándo me dirás lo que sientes por ella? ---Hizo un mohín un tanto infantil.
La miré con horror, como si hubiese cambiado de color de repente.
- ¿Estás loca? Además, ella no me gusta.
Creo que hablé demasiado rápido, puesto que una chispa burlesca se instaló en sus castaños ojos.
- ¿Ah, no? ---Se cruzó de brazos y dio un paso hacia delante---. Entonces, ¿por qué te has puesto rojo? No sólo eso, acabas de tocarte la oreja y siempre que lo haces, mientes.
Mierda, me había pillado. Pero es que llevaba fantaseando con semejante pelinegra desde el primer momento en que la vi en nuestro reencuentro, incluso antes. Recuerdo que poco antes de partir empecé a fijarme en la pequeña Anne. Los pensamientos que tenía por aquel entonces no eran los que se tenían hacia una amiga. Porque Anne siempre fue mi amiga desde el principio, cuando la invité a bailar tras mi primera clase de baile.
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Perfecta Sincronía || Gèrard y Anne
Fiksi PenggemarSinopsis ¿Pueden dos almas distintas volver a encontrarse? Anne Lukin ha vivido toda su vida siguiendo un único objetivo: convertirse en una gran bailarina. Para ello no le ha importado hacer grandes sacrificios como no salir con sus amigos o perder...