13. Podrás contar conmigo

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Capitulo 13

Anne:

Por un momento creí que no le encontraría, que le había perdido por los pasillos laberínticos de la universidad. Tremenda fue mi sorpresa cuando casi me di de bruces contra su espalda al girar en una esquina. Se había dejado resbalar por la pared hasta quedar sentado completamente en el suelo. Tenía las manos enredadas en su pelo y la cabeza gacha. Sus hombros convulsionándose  me hicieron ver que estaba llorando.

Sin decir palabra alguna, me senté a su lado y lo abracé en silencio. Dejé que llorara mientras le pasaba una mano por la espalda. Quería transmitirle un mensaje claro: "Podrás contar conmigo aunque el mundo se caiga".

- Odio a Jesús ---dijo él aún con la cabeza gacha---. Él siempre me molestaba, daba igual si estábamos en el colegio o en casa. Siete encontraba una buena excusa para meterse conmigo.

De pronto, alzó la cabeza y se irguió. Sus ojos como un mismísimo bosque espeso se clavaron en los míos y una pequeña sonrisa de alivio se instaló en sus labios, una sonrisa que se fue dibujando en los míos. Verlo triste me estaba matando por dentro. Dios sabe que lo que quería era verlo reír y feliz, no triste y alicaído. Aquel no era el Gèrard que conocía, el mismo que me hacía sonreír cuando las niñas malas de mi clase se metían conmigo.

- Todo saldrá bien. No debes preocuparte por Jesús. Es el rey de los idiotas.

Ahora aquella mueca le llegaba a los ojos, los que brillaban con su chispa tan característica.

- Odio el día en el que caí en manos de su familia ---dijo con frustración. Se tironeó de nuevo del pelo, un gesto que hacía cuando estaba nervioso. Recuerdo que siempre se pasaba las manos por él minutos antes de salir a escena y que tenía un pequeño ritual muy mono. Me preguntaba si seguiría haciéndolo.

- Ya no debes preocuparte por eso. Vives con Mamen, una mujer increíble, tienes a tu hermana mayor Amaia y a tu hermana pequeña Maialen, que es un solecito que se merece lo mejor del mundo. A veces la vida nos da el mayor de los regalos. No pienses en el pasado y vive el presente pensando en el futuro.

Me recorrió con la mirada de tal manera que por un momento me sentí incómoda. Por primera vez pensé en si lo que llevaba puesto (aquel jersey de lana calentito y los pantalones vaqueros) era lo adecuado y si me sentaría bien. ¿Me vería guapa? ¿O sólo seguiría siendo la misma niñita con la que solía jugar y competir?

- ¿Sabías que ellas son mi mayor tesoro? No sé lo que haría sin ellas. Me han enseñado tanto y me han dado tantas cosas que siento que estoy en deuda con ese trío. De pequeño no fui muy bueno con Amaia, pero ella supo perdonarme y quererme a pesar de todo. Mamá me dio una buena educación, un techo bajo el que dormir, un hogar agradable y felicidad ilimitada. No podría haber acabado en mejores manos.

- Recuerdo que mamá me dijo una vez que Mamen siempre quiso tener hijos, pero que nunca llegó a quedarse embarazada. Además de que lleva sin tener pareja desde lo de Capde, ¿no?

Gèrard movió enérgicamente la cabeza arriba y abajo.

- Eso es cierto. En los años en los que llevo viviendo con ella no la he visto salir con nadie ni hablar de chicos. Me extraña porque es una mujer muy guapa para tener ya sus años. La admiro mucho, ¿sabes? Criar a tres chicos ella sola. Sé que no es un trabajo para nada fácil, más que nada porque Maialen y yo cargamos con nuestra propia mochila personal.

- Es admirable.

Sus manos volaron hacia mi mejilla y la acariciaron con ternura. Sentí la piel arderme allá donde tocaba. Por un momento me pregunté si sería consciente del latir frenético de mi corazón, si lo escucharía cantar de alegría y gritarle lo mucho que me gustaba. ¡Dios mío! Debía pararlo ya. Él era solo era mi amigo y, por desgracia, solo me veía como una amiga.

Perfecta Sincronía || Gèrard y AnneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora