『TREINTA』

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No estamos lejos de una realidad

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No estamos lejos de una realidad. 

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Sé que tu amor es demostrado rompiéndome los huesos.

Lisa despertó, parpadeando con lentitud su mano fue hacia la gran luz que oprimía su vista. ¿Dónde estaba? ¿Por qué todo de aquel sueño tan espantoso? ¿JungKook jamás existió? ¿Fue creación de su cabeza?

Al levantarse, sentía los ojos pesados y el cuerpo adolorido, le dio una vista a su habitación, todas las paredes eran grises y no había demasiada decoración. Sus pies descalzos acariciaron la alfombra del valor de sus paredes y se levantó. Era cierto, ella había sido llevada por alguien a su habitación después de otro episodio.

Los episodios, constantes pesadillas que de su mente iban y venían, le hacían crear un mundo en dónde ella era normal. Vivía normal, y tenía un amor normal, que no la lastimaba, que nunca haría algo malo. Paso sus dedos sobre sus costillas, tan notables por los días que no había comido, solo vomitando. Mientras que en su sueño, ella estaba embarazada, había tenido una niña que había enviado lejos para ayudarla y el otro... era un bebé recién nacido, pero era un bebé muerto, una carne espantosa.

¿De dónde vienes? ¿Cómo te llamas? ¿Cómo puedes vivir con él? Tan enamorada estás, tan perdida estás.

Lisa salió de la habitación, un pasillo pequeño y una iluminación. Se acercó con cautela, sus ojos con grande ojeras vieron que se trataba de un apartamento. El mismo apartamento de su sueño, solo que más frió, más tétrico. La cocina dónde había cenado con la chica llamada Jihyo, el mueble dónde se había acostado al tener un vientre abultado, dónde ella misma crecía que su sueño tendría un final feliz.

Y ahí estaba él. Con su cabello largo, su traje negro y sus oscuros ojos. Un demonio disfrazado de una persona. Él miraba con atención la televisión. Lisa hizo una mueca en sus labios carnosos, acercándose curiosa.

En la televisión, pasaban todas las víctimas, mujeres, asesinadas. Solamente encontraron los cuerpos de Kim JiSoo y Park ChaeYoung, colgados en un árbol, pero no había evidencia alguna y el asesino se encontraba suelto. Lisa miró esos ojos blancos, aquellas bocas resecas y abiertas y sus cuerpos mutilados. Cuando en su sueño, sus mejores amigas jamás habían salido lastimadas en su sueño.

Lisa bajo la cabeza, las lágrimas caían en su bata que parecía de hospital. ¿Entonces había estado en un hospital? En sus muñecas, había grandes marcas rojizas, cómo si hubiera sido amordazada. Ella no se asustó cuando la figura de su creación se movió, levantándose, mirando fijamente con sus hermosos ojos las noticias.

Aún no hay paradero de Lalisa Manoban, joven estudiante de dieciséis años que desapareció un 15 de julio, del 2019. No hay pistas, no hay nada. Y tampoco hay esperanzas de encontrarla viva.

La televisión se apagó, Lisa estaban tan ida, tan mareada. No se dio cuenta que él la miraba.

—Ya despertaste, pequeña—ella no se movió cuando sus grandes manos fueron hacia su cintura, apretándola contra él. Sus uñas se clavaban tan fuerte, su voz denotaba enfado, cómo sí tuviera la ilusión de querer dejarla dormir por muchos días—... perdóname por esos golpes que te di, tenías que aprender la lección.

Ella asintió, y volvió a mirar la televisión mientras que... Jeon JungKook le besaba las mejillas. Su cara apareció en las noticias, se veía tan radiante, sonriente, era de verdad ella era feliz.

Y de sus recuerdos rotos. Aparecieron varios sucesos que también recordaba en su sueño. Como cuando conoció a Jeon JungKook, ella se enamoró al instante de él. Pero en realidad ella buscaba escapar de esa mirada, como cuando pensaba que ella era una asesina con problemas mentales, pero en realidad JungKook le susurraba en cada torturoso día que era su culpa todo lo que estaba pasando, cada patada en su estómago, le recordaba a las patadas de su bebé, cada puñetazo en su mejilla, eran las débiles cachetadas que ella le había dado a él. Mentiras.

En su gran sueño, ella quería ganar, ella quería fingir que era libre. Sin embargo, en su sueño nunca fue libre tampoco. Y en la realidad de ahora, jamás lo será.

—¡Mira! Te hice galletas, anda cómelas—él la empujo hacia la silla, sentándola. Lisa parpadeo con lentitud al sentir una meta en sus piernas. JungKook la había encadenado—. Las hice especialmente para ti. Anda come—Lisa rechazó volteando su rostro el ofrecimiento, se ganó una cachetada que le había roto la boca, ella balbuceo mientras que las gotitas de sangre caían sobrel las galletas—. Nunca me haces caso, tengo que terminar dándote una lección.

Mátame. Mátame de una vez. Viví en una mentira. En tus mentiras. En tus besos. Cada golpe como una demostración de amor. Quiero morir, quiero estar en paz.

—Lisa... te dije, que las comieras.

Sus dedos temblorosos, el color de su piel pálida. Abrió las galletas, la sangre cayó y las mancho, salieron unos alambres del mismo postre. Ella jadeó pero no se sorprendió.

JungKook rió a carcajadas golpeando la mesa, negando un montón de veces. Lisa quiso comerlas, quiso comerlas para que así le destrozaran la garganta, que lo filoso saliera de su carne y su corazón parara de latir con frecuencia.

—Otro día sobreviviendo. Me sorprendes. —él jaló la silla hacia atrás, tomando de su mano que ella no objeto en corresponder—... me pregunto cómo fue que te quedaste sin habla, aunque me imagino, gritando que te ayudasen... que bueno que te rendiste.

Pero quiero ver sí sobrevives otro día más.

Y ahí comenzaba. Lisa cerraba los ojos, los golpes en sus delgados brazos, en sus piernas, en su estómago, pero lo más doloroso, era en su corazón. De nuevo iba a tener el sueño de ganarlo todo, de tenerlo todo, de vivir una vida normal, de tener a sus amigas al lado de ella. Sus huesos se rompían al mismo tiempo que sus órganos se destripaban, sus ojos se blanqueaban, pero jamás le pidió ayuda a Dios. Porque Dios no estuvo para ella cuando pidió ayuda por primera vez, cuando tenía cordura, cuando podía hablar.

Los gritos de una mujer nunca serán escuchados, siempre ignorados.

Era un ciclo sin fin. Era una violencia tan fuerte, un abuso que se movía sobre ella una y otra vez. En su sueño, dónde se enamoraba de Jeon JungKook y él la mimaba, dónde la envidia le ganaba, dónde deseo la sobrellevaba. Y nada de eso servía porque despertaba de una realidad dónde otra vez vivía el mismo infierno.

Cerrar los ojos. Y fingir que aquellos golpes eran besos, que aquel deseo era correspondido. Que su amor todavía latente pero con miedo era capaz de hacerla vivir. Vivir y ser torturada de nuevo.

En un día, donde salga se vaya el Sol, y yo este para presenciarlo, mientras que la oscuridad se encamina detrás de mí. Asustándome.

Fin.

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Esto no está lejos de la realidad. Cada día las mujeres viven con el miedo de ser asesinadas, de ser tomadas. Y cada día se descubre que una pequeña menor o una mujer adulta están desaparecidas, para después de burlas y decir que somos exageradas, aparezcamos asesinadas sin el provecho de seguir con nuestra vida.

Sí estás en una relación tóxica. Amiga, salté de ahí, busca ayuda, busca que alguien te escuche. Sí me necesitas para consejos, aquí estoy. PERO NO ES SANO SOPORTAR ABUSOS POR PARTE DE TU PAREJA, NO ES SANO TENER QUE QUEDARSE CALLADA HASTA CERRAR LOS OJOS.

No estás sola, no tienes por qué estar sola.

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La próxima semana se viene el epilogo. Y ahí daré una explicación leve de lo que paso en realidad. Sí tienen alguna pregunta puedo contestar.

Gracias por leer Ultraviolence.

Los quiere, nalla. 

❝ultraviolence❞ › liskook. ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora