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Escuché a Ethan maldecir en voz alta por no poder encontrar el mando del televisor y así poder subir el volumen al máximo. Me sentía asqueado a causa de los guantes húmedos y supe que había sido una pésima idea matar a Romina con los guantes puestos.
No.
Comprarlos, en primer lugar, había sido una pésima idea.
El teléfono de Emilio vibró y me alegré de haber activado el modo silencioso, habría sido un desastre si Ethan escuchaba la alerta del mensaje que acababa de llegar. Era de parte de él, valga la redundancia.
Tuve que quitarme los guantes para poder usar la pantalla táctil.
Estoy viendo una película. ¿Ya vienes en camino? X
Incluía una fotografía de Ethan posando con una fritura atrapada entre sus dientes. El muy iluso se había tragado mi engaño, en realidad pensaba que Emilio lo visitaría. Decidí comenzar con lo que había ido a hacer. Lo primero sería torturarlo psicológicamente por unos minutos. Así que salí sigilosamente del armario para ocultarme en la cocina. Agradecí que la puerta de la sala de estar estuviese cerrada. De esa manera podía moverme libremente por la casa de la familia de Ethan sin ser vista.
Tuve que caminar de puntillas para evitar que mis zapatos me delataran. Llevaba los guantes y el teléfono en una mano mientras aferraba el cuchillo con la otra.
Estando en la cocina, envié mi respuesta.
Estoy en tu casa. ¿Quieres comprobarlo?
Adjunté una fotografía que previamente capturé de la habitación y me escabullí hacia el cuarto de baño que quedaba al otro lado del pasillo.
—¿Qué mierda...? —lo escuché decir y supe por su voz que había logrado asustarlo.
Pretendía fotografiar mi nuevo escondite para seguir con la tortura cuando recibí su respuesta.
Bien, imbécil. ¿Quién diablos eres y cómo conseguiste el teléfono de Emilio?
Ethan, Ethan...
El pobre y estúpido Ethan.
Estaba enviándole mensajes de texto a un posible psicópata que se ocultaba en su propia casa.
Supe de inmediato que sería pan comido.
Al no escuchar pasos en el pasillo, me escabullí hacia el segundo piso de la casa, donde estaban los dormitorios de Ethan y sus padres. Una puerta a cada lado del pasillo.
Entré a la habitación de él, convenientemente decorada con un collage de fotografías de Katy Perry quien era una de sus cantantes favoritas, y cerré la puerta intentando no hacer ruido. Encendí la luz y me deslumbró el claro tono durazno de las paredes en las que lucían más imágenes de Katy Perry y Fillipa Giordano. Incluso la habitación de Renata me gustaba más que el afeminado e infantil dormitorio de Ethan. En su mesa de noche vi una fotografía de él posando con Emilio en un portarretratos de color rosa. Ambos sonreían y con sus dedos formaban un corazón, cada una representaba una de las dos mitades. En el marco se leía la frase: Mejores amigos por siempre.
Era como si Ethan me estuviera pidiendo a gritos que lo asesinara.
Miré la hora en el teléfono de Emilio.
Era la una de la mañana.
Estaba perdiendo el tiempo, así que busqué el número de Ethan en la agenda telefónica y pulsé la tecla para llamar.
Ethan me respondió al primer tono.
—¿Quién eres? —exigió saber.
—Te espero en tu habitación.
—¿Joaquin?
Dios mío...
Me fascinó escucharlo muerto de miedo.
—Bingo.
Escuché sus pasos en el pasillo de abajo.
Se disponía a subir y yo sujeté con más fuerza el mango de mi cuchillo.
—¿Dónde está Emilio? —preguntó mientras lo escuchaba subir por las escaleras.
Apagué de vuelta las luces y me oculté en una esquina de la habitación donde supuse que Ethan no lograría verme si entraba a su dormitorio y le respondí.
—Te reunirás con Emilio dentro de poco.
—¡Te juro que me lo pagarás caro si le hiciste algo!
Dijo esas palabras entrando de golpe en su habitación. Velozmente, me acerqué a él por la espalda y le puse el cuchillo al cuello para decirle al oído con un susurro:
—Suelta tu teléfono y no te atrevas a gritar.
Me obedeció en el acto e incluso le dio una patada al aparato para apartarlo de nosotros. Creí que lo había logrado. Que matar a Ethan sería tan fácil como quitarle un dulce a un niño. Reí en su oído cuando la escuché sollozar. Sin embargo, me empujó hacia atrás provocando que mi cuchillo cortara superficialmente la piel de su garganta y me estrelló contra una pared. Ahogó un grito intentando detener el sangrado de su cuello y se alejó de mí caminando hacia atrás.
Se inició una lucha entre nosotros para tomar el mango del cuchillo. Me tenía dominado contra el suelo, pero logré levantar mi brazo izquierdo y lancé una puñalada contra su rostro. Ethan se movió al mismo tiempo y el cuchillo cortó el lado izquierdo de su rostro, deformando así sus perfectas facciones. El chilló y salió a trompicones del dormitorio para alejarse de mí. Logré ponerme de pie y la excitación me hizo soltar un jadeo.
Con nuestra lucha habíamos conseguido hacer un desastre en la habitación. Vi el reguero de sangre que Ethan había dejado tras mi último golpe y lo escuché sollozar en el pasillo.
Fue entonces que las vi.
Ese par de relucientes tijeras que se distinguían por encima del montón de material escolar desordenado que había por el suelo. Gracias a la adrenalina pude tomarlas sin ningún problema y seguí a Ethan.
Al verme, él ahogó otro grito y deseé que el corte en su cuello hubiera sido suficiente para matarlo. Echó a correr para bajar las escaleras y la perseguí al mismo tiempo que le lanzaba las tijeras.
Ethan cayó desde la mitad de la escalera con la punta de las tijeras clavada en su nuca. La posición que adoptó su cuello tras la caída era casi aterradora, parecía habérselo quebrado. Me quedé pasmado cuando me di cuenta de que me miraba fijamente. La sangre emanaba de sus heridas y su boca. Bajé lentamente las escaleras y evité pisar el charco de sangre que se formaba debajo de él.
Saqué las tijeras de su nuca y él emitió un leve gemido.
Lo tomé como un agradecimiento. Escuché varias veces que siempre conservamos unos pocos minutos de lucidez antes de morir.
No podría describir con palabras cuanto me alegré de que Ethan pasara sus últimos momentos sufriendo ese dolor. Mis ojos y los de él se cruzaron por un instante.
Lonvi mover los labios como si intentara decirme algo al mismo tiempo que su miraba se apagaba.
Supe que me estaba suplicando, como última voluntad, que le explicara el motivo de mi visita. Lo miré con auténtico odio antes de sisear mi respuesta.
—Me quitaste a mi mejor amigo.
Sus ojos se cerraron por sí mismos y me acerqué a él para hacer más profundo el corte en su cuello, sólo para estar seguro de que el trabajo estaba terminado.
Fue así como Ethan dejó de existir.
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El violinista
FanfictionJoaquin Bondoni es un talentoso violinista que pierde la movilidad de sus manos tras un terrible accidente. Un viaje con su mejor amigo, Emilio Osorio, se convierte en su oportunidad de empezar desde cero, en Santa Bárbara, California. Sin embargo...