Dieciocho

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En la cocina de la familia De Ethan  encontré un cuchillo más grande y mucho más afilado que el que llevaba conmigo, y lo utilicé para cortar las manos de Ethan. Fue casi imposible vadear el charco de sangre que había bajo su cuerpo y al no poder acercarme, tuve que atravesar sus manos con un atizador que encontré en la sala de estar para lograr acercarlas a mí. Cuando terminé de cortar sus muñecas, tomé al inerte Ethan por los hombros y arrastré su cadáver para recostarla en el sofá ubicado frente al televisor. Exceptuando el hecho de que tenía el cuello roto y serias heridas sangrantes en la garganta y el rostro, parecía que se había quedado dormido viendo la película.

       Fui a recoger sus manos y las dejé dentro del tazón de frituras que luego coloqué en su regazo. No fue necesario sacarle los ojos para que dejara de mirarme, pues sus párpados estaban cerrados. Subí más el volumen de la película que seguía reproduciéndose y volví a ponerla desde los títulos para ganar un poco de tiempo y conseguir escapar sin problemas. Los gritos de fondo que se escuchaban en la película me servirían para ocultar el asesinato que acababa de cometer.

       Me dirigí al cuarto de baño y lavé en el lavamanos los dos cuchillos, las tijeras y los guantes de terciopelo negro. Para lograr secar los guantes a tiempo tuve que buscar un secador de pelo. No tardé más de quince minutos en retirarme. Salí por la puerta principal y volví a montarme en el auto.

       Encendí el motor y me enfilé por la calle para dirigirme a la casa de Elaine. Lancé el teléfono de Emilio, los cuchillos y las tijeras al asiento de copiloto que aún seguía manchado de la sangre de Romina. Me llevé una decepción enorme, pues una parte de mí esperaba que cuando saliera de la casa de Ethan, el auto estuviera limpio.

       Pisé el acelerador a fondo y la furia volvió a llenar cada pequeño poro de mi cuerpo, la impotencia me hizo golpear con fuerza el volante del auto y solté un grito que desgarró mis cuerdas vocales. El asesinato de Ethan no fue para nada lo que yo me había imaginado. Tenía tantos planes para torturalo... Quería atarlo de pies y manos, usar mi cuchillo para realizar profundos cortes en su cuerpo. Quería que él estuviese consciente mientras le cercenaba las manos. Quería escucharla gritar. Quería que me suplicara que dejara de hacerle daño, para luego acabar con su suplicio cortando su garganta. Mis manos comenzaban a engarrotarse y el dolor se hizo presente.

       ¿Qué estaba pasándome?

       La lucha contra Ethan debería haber liberado la suficiente endorfina como para anestesiarme hasta que estuviera en casa de Elaine. ¿Por qué, entonces, estaba pasando tan rápido el efecto? De repente me sentía desesperado, angustiado, aterrado. Recordé haberme sentido tan vivo cuando maté a Emilio, incluso cuando maté a Romina.

       ¿Por qué con Ethan había sido distinto?

       Él lo merecía. Él se lo había buscado. Deseé poder tener de nuevo su cuerpo en mi poder para clavar mi cuchillo en su cuerpo una y otra vez hasta que lograra sentirme tan bien, tan satisfecho, como la primera vez que lo hice. Como cuando le arrebaté la vida a ese gato negro.

       Nada estaba saliendo de acuerdo con mis planes. Yo quería acosarlos, perseguirlos, torturarlos psicológicamente antes de atacar. Quería matarlos de una manera que me hiciera sentir que había resuelto mis problemas, que había obtenido mi venganza. Pero el tiempo estaba sobre mí. Los cuerpos serían descubiertos pronto y si me quedaba en Georgia más tiempo del necesario, iría a prisión sin terminar mi trabajo. Me negué a dejar que me atraparan sin antes poner mis manos sobre el cuello de Renata.       Miré el reloj en la pantalla del móvil de Emilio.

       Casi daban las dos de la mañana.

       Aceleré más para llegar cuanto antes a la casa de Elaine. Me di cuenta entonces de que no podría torturarlo de la misma forma que a Ethan. Aunque me sentí estúpido y como una pésimo planificador. Tuve que aceptar que no podía recorrer todo Waycross matando personas en una sola noche si también decidía torturarlos y aterrarlos. Ojalá hubiera pensado un poco mejor en cómo llevar a cabo los asesinatos. Ojalá lo hubiera hecho en Santa Barbara antes de que se fueran. Debí salir de la cocina de nuestro apartamento con un cuchillo en la mano, tal y como lo pensé.

       ¿Por qué? ¿Por qué no pensé un poco más en lo que haría al llegar a Georgia? ¿Por qué no me detuve a planificarlo todo?

       Fueron ellos... Ellos me obligaron a hacerlo de esa manera. Ellos detonaron la ira que guardaba dentro y me convirtieron en un  asesino.

       Si no hubieran ido a Santa Barbara, Emilio seguiría siendo mi amigo.

       Todo estaba perfecto hasta que ellos aparecieron. Hasta que ellos fueron a visitarnos. Hasta que le recordaron a Emilio que había más personas en el mundo además de mí. Si tan sólo hubiera evitado esa visita, en aquellos momentos habría estado en Sandpiper Lodge viendo una película con Emilio e inflándonos como globos con las grasas saturadas de las frituras, dañando nuestro hígado bebiendo alcohol sin parar.

       Nosotros dos.

       Sólo nosotros dos.

       Emilio Osorio me había mentido al hacerme creer que era importante para él. Me hizo pensar que me quería. Me había intentado hacer pensar que Renata no había venido al mundo para volver mi vida miserable y por eso lo maté.

       Romina Osorio intentó ser hipócrita conmigo y era idéntica a su hermano. Fue por eso que la maté.

       Ethan Colon me robó a mi mejor amigo, me quitó a la única persona en la que podía confiar, a la única persona que alguna vez pude haber querido... Fue por eso que la maté.

       Y me dirigía a casa de Elaine Haro.

       ¿Qué me había hecho Elaine?

       ¿Cuál era el motivo por el que se había ganado ese castigo?

       Pensé y pensé hasta que finalmente lo supe, siempre lo supe.

       Ella fue quien me presentó a los demás. Gracias a Elaine fue que creí que podría hacer amigos alguna vez. Fue quien me orilló a tomar el riesgo de acercarme a las personas porque creí que me entendían, creí que me querían, creí que yo les importaba. Y ella, junto con Emilio y los demás, tan sólo jugaban conmigo cuando en realidad me temían, cuando en realidad creían que estaba loco.

       Vaya que estaba loco.

       De repente ya estaba riendo a carcajadas mientras me acercaba más y más a la casa de la familia Haro. No pretendía torturarlo, no tenía tiempo para hacerlo y luego ir a buscar a Camila Pimentel. Lo hiciera como lo hiciera, sólo estaba total y completamente segura de una cosa.

       No esperaría a que Elaine muriera para cortar sus manos.

El violinistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora