Capítulo 22

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Capítulo 22: Dolor y amor.

Mi respiración pesada era lo único que se podía escuchar entre las cuatro paredes que me rodeaban

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Mi respiración pesada era lo único que se podía escuchar entre las cuatro paredes que me rodeaban.

Estaba parada en la soledad de mi baño observándome frente al espejo.

Estaba hecha mierda.

Tenía unas profundas bolsas violetas bajo mis azules ojos que se encontraban enrojecidos, mis mejillas tenían un color pálido casi llegando a blanco puro y mis labios estaban partidos.

Encendí la llave del agua para mojar mis manos y llevarlas a mi rostro restregando este con fuerza buscando liberar todo el sentimiento de pesar y tristeza que tenía sobre el cuerpo.

El sonido de unos tacones chocar contra la madera del piso de mi habitación me hizo fruncir mi ceño desconcertada. Alcé mi rostro y la vi allí.

Hace días que no la veía.

Se veía hermosa como siempre con su porte seguro y una sonrisa confiada.

— Hola... — saludé en un tono bajo.

— Estás hecha una mierda, Eva — comentó sin filtro avanzando hacia mi apoyándose en el marco de la puerta.

— No me digas, no sabía — le devolví con sarcasmo girándome nuevamente al espejo

— ¡Dios! Te ves peor que cuando se murió tu perro.

— Era un buen perro — murmuré haciendo un puchero.

— No tienes solución — negó la rubia cruzándose de brazos — Pero no vine a escucharte balbucear como boba.

— ¿Y a que viniste?

— Adivina — la rubia se hizo la misteriosa apoyándose contra el marco del baño mientras me penetraba el perfil con la mirada.

— No lo sé — dejé escapar una sonrisa para después girarme hacia ella.

— Primero — levantó un dedo — A sacarte de la miseria por unos segundos. Segundo — levantó otro dedo — Llevarte a otro lugar. Tercero — levantó otro dedo ahora sonriendo como si estuviera por decir la cura del coronavirus — Consumirnos juntas en la miseria. Y cuarto — levantó el dedo del medio con arrogancia — Emborracharnos.

— ¿Y donde queda el paso de pedir entre comillas, rogar, a mis padres que me dejen salir? — arqueé una ceja en busca de una respuesta decente.

— Nos saltáremos ese paso y escaparemos. Cómo en los viejos tiempos, bebé.

Negué con la cabeza — Estás loca.

— Si — alargó cantarina — Gracias por el alago.

— Si, claro — asiento burlona — Alago...

STAY, Tom HollandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora