IV

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¿Podrías contarme tus miedos y esperanzas?

¿Y todo aquello en lo que crees?

¿Podrías hacer una diferencia en el mundo? 

Me encantaría tener una conversación más profunda contigo...

Me encantaría tener una conversación más profunda contigo

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— Así que... —dijo dubitativo el mayor distrayendo a Dong Ju de su lectura— Hoy somos solo los dos.

En el espejo retrovisor distinguió la sonrisa del pelinegro y cierta incomodidad se instauró en su pecho como una espina.

— Si lo dices así suena extraño.

— ¿Puedo preguntar algo?

— No.

— Bien, puedo preguntarle a Dong Myeong-ssi o a Ki Wook-kun pero ¿por qué Ki Wook es japonés?

— ¿No puedes aceptar un no por respuesta?

— Lo aceptaría de vez en cuando si tú respondieras aunque sea una de mis preguntas.

— No lo veo necesario, si quisiera hablar con alguien no te tendría como opción.

— Claro, ya tienes a Ha Rin, los dos son bastante cercanos.

— Concentrate en tu trabajo —espetó. 

No podía decir que realmente le desagradaba Kim Geon Hak, al fin y al cabo era un trabajador competente, su gran defecto era el empeño que tenía en iniciar conversaciones aleatorias con él, más que eso es como si quisiera escudriñar en su mente una pregunta a la vez, y la idea le causaba rechazo.

Incapaz de continuar con su lectura enfocó su vista en la calle, un grupo de jóvenes caminaban a la escuela mientras reían por algo, un hombre mayor paseaba a su perro y una mujer caminaba sujetando la mano de un pequeño niño, la imagen le hizo pensar en su madre y en Dong Myeong, ¿qué tipo de relación tenían? ¿cómo fue ella cuando Dong Myeong era pequeño? ¿lo llevaría de la mano a todas partes? ¿le cantaría una canción de cuna para dormir? Con la cantidad de preguntas acumulándose en su mente sintió que la curiosidad innata de Geon Hak era contagiosa, quería escudriñar en la mente de su madre, entenderla en vez de suponer, saber la verdad de por qué se fue, saber por qué escogió a Dong Myeong y no a él.

En un impulso sacó su celular y observó el contacto que tercamente el rubio le había enviado, al lado de los números resaltaba la imagen de su madre sonriendo al lado de un hombre mientras posaba una mano sobre su abultado vientre, estuvo a punto de hacer algo, pero antes de saber si quería enviar un mensaje o hacer una llamada se detuvo.

— Hazlo —dijo el pelinegro.

Dong Ju levantó el rostro con una expresión sorprendida, el mayor continuaba con la vista fija en la carretera.

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