Carta 2 al Maestro de las profundidades

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Querido Maestro de las profundidades:

Quiero decirle que estuve estudiando el manual de instrucciones y ayer utilicé muchas de esas estrategias que están allí escritas. Los seres humanos son más predecibles de lo que pensaba.

A nuestro Objetivo lo convencí de vivir la vida, que en su casa vivía de una manera aburrida y sin poder disfrutar de su juventud. ¡Que ingenuo! Le hice creer que no tiene nada de malo divertirse un poco y jugar con el "pecado". Obviamente, él no se dio cuenta de que lo está haciendo. La venda que le he puesto en sus ojos está dando resultado. No se da cuenta. Tampoco está muy interesado en hablar con su Padre.

Estuvimos conversando sobre El. Como todos sus Hijos, siente una profunda admiración por su Papá. ¡Tan aburrido como siempre! Me dolían los oídos y me cansé de escuchar lo que El hizo y hace. Lo odio. Por eso no hay nada que me alegre más que hacerlo sufrir alejando a su Hijo. Me da satisfacción de solo pensar en la destrucción que vamos a causarle.

Al Objetivo lo lleve a una celebración de por aquí, cerca de la pensión donde nos estamos hospedando, con la excusa de que íbamos a volver temprano. Hice mi investigación antes de ir, averigüé donde se emborrachaban más en esta zona, así que lo llevé a ese oscuro lugar. Por fuera parecía sumamente pulcro, así lo convencí de entrar.

El Objetivo nunca había ido a ninguna fiesta, por eso quería que a donde fuéramos pareciese algo sano y normal, lejos de caer en la tentación y lujuria. Por dentro, aquel lugar, sí que era una fiesta inclinada al mal.

Se bien que en estas tierras el alcohol es lo que más predomina. ¡Qué cantidad de vino había! Aquí sí que mis otros compañeros han hecho un gran trabajo. Felicítalos de mi parte y mándales un saludo. Su trabajo aquí ha sido impecable.

Al Objetivo le llene la cabeza de mentiras mientras bailábamos y festejábamos. Estaba vulnerable, por lo cual, aproveché sin dudar la oportunidad. Le hice creer que ESTO ERA VIVIR. ¡Ay pobrecito! ¡Tan ingenuo! Continúe mostrándole todo lo "bueno" que tenía el lugar. Hice que se entusiasmara en gran manera, que la emoción del momento lo hiciese dudar de todas sus creencias y de todo lo que había vivido en su casa. Lo convencí de que no había nada de malo en ese lugar.

Aproveché a mostrarle un par de mujeres, pero todavía no está listo. Hice que tomara alcohol y se emborrachara. Cuando salimos, mientras él estaba borracho, le hablé sin cesar mal de su Padre. Le dije que era un egoísta, que nunca le dice nada, que quiere una vida de reglas y normas. El tan iluso se las creyó, pero creo que el alcohol ayudó en gran manera.

Poco a poco lo estamos desviando. Sigo al pie tus instrucciones mi Maestro. Ansioso por saber mi próximo movimiento, le escribe,

Su Servidor.

Cartas de un pródigo                               Donde viven las historias. Descúbrelo ahora