Carta 1

127 14 2
                                    




Querido Papá:

            Te escribo porque decidí irme de casa. Ya tuve mucho tiempo para pensar esta decisión y aunque me duela voy a irme. Estoy cansado de la vida que tengo en casa. Ya no le veo el sentido a estar trabajando allí. Es momento de vivir mi vida, de tomar mis propias decisiones, ya soy grande ¿no? Toda mi vida trabajé para vos. Toda mi vida te la dediqué.

        Me dijeron que si te seguía todo iba a estar bien, que tendría paz y gozo, pero yo no encuentro nada de eso. Solo veo dolor. Solo veo tristeza a mi alrededor. Estoy cansado de que decidas por mí. ¿Acaso no me diste libertad para tomar mis decisiones? Dicen que vas a darme lo mejor, pero yo no lo creo. No creo que puedas ayudarme esta vez.

       Estoy hasta el cuello. Estoy en el pozo más oscuro y vos decidiste meterme acá. Prueba tras prueba y problemas tras problema. Creo que ya es hora de que le dé un intento a mi vida sin vos. Cansado ya estoy del dolor causado por las tribulaciones.

        Cuando decidí seguirte me dijeron que me ibas a acompañar en cada decisión, que ibas a estar conmigo incluso en medio del fuego, en medio de las aguas. ¡A dónde estas ahora! Estás distante. Sé que estás. Hay algo en mi corazón que me dice que seguís acá. Pero no te veo, no te siento, no te escucho como antes.

       ¿Me abandonaste? ¿Me dejaste por completo? Sigo siendo tu hijo, pero seguro estás atendiendo otros asuntos aún más importantes. Tal vez no te hiciste el tiempo para escucharme, para responder a mis oraciones ni para sanar mi dolor. ¿A dónde estás?

      Yo voy a estar lejos de casa para cuando leas esto, pero hace largo tiempo que estoy lejos en mi corazón.

       Si mal no recuerdo todo comenzó cuando por primera vez sentí que no me respondiste. Oré tanto tiempo, pedí tanto tiempo por eso y un día me lo quitaste. ¡SI! ¡Me lo quitaste! Ella se fue. Sin ninguna explicación, partió mi corazón. Decidió dejarme y se fue con otra persona. ¡Una hija de Dios hizo eso! Pero ella sigue bien. Está planeando su casamiento y seguro será extremadamente feliz lejos mío. ¿Y a mí? Solo y olvidado me dejaste. Sin nada. Sin futuro. De un día al otro solo me dejaste solo.

      Poco a poco te noté distante. Tal vez por mi pecado. ¿Me estabas castigando? ¡Seguramente! Me lo merecía. No había nada bueno en mi para que me escucharas. Seguro estabas respondiendo las oraciones de mi hermano. Sí, a él sí le respondes. Todo lo que pide se lo concedes. ¿Seré una oveja negra? Seguro estoy de que él también se equivoca, pero parece que siempre le va bien. ¿Orará más? ¿Será más santo? ¿Servirá con más devoción? No sé qué, pero que lo escuchas más que a mi seguro. Y que lo bendecís grandemente también.

       Tampoco quiero dejar de recordarte cuando te pedí por mi trabajo y me dejaste sin nada. Nunca me faltó comida en la mesa, pero terminé trabajando en este lugar, sin propósito, sin esperanza de avanzar. Lucho día a día y doy mi mayor esfuerzo para poder avanzar. ¡De nuevo! ¡No me escuchaste! Si me hubieses dejado en mi anterior trabajo, si te hubieses movido con poder hoy tendría posibilidades de independizarme, de finalmente crecer económicamente y mudarme de casa. Viviría solo. Podría formar mi familia. Podría empezar de nuevo.

      Pero parece que todo lo que hago no es suficiente. Nada alcanza. Nada te conforma. Nada te basta. Siempre doy lo mejor, pero parece que todo lo malo viene hacia mí. ¿Estás enojado? ¿Por eso fracaso? Todo me duele y por eso decidí esto. Irme de casa.

      No me busques. Estaré lejos. Intentaré progresar en tierras extrañas. Podes responderme. Trataré de no perder el contacto, pero estoy enojado.

       Yo sí estoy enojado. Estoy dolido. ¡No me salvaste! ¡Me abandonaste! ¡Mi Padre me abandonó! Qué dolor siento en mi corazón. Quiero olvidarme de esto. Quiero salir de este circulo vicioso que se repite una y otra vez. Ya pasamos por esto, pero esta vez es definitivo. Esta vez me voy. Me marcho de casa. No sé si volveré, pero en mi corazón siempre te recordaré con amor. A pesar de todo, me diste muchos años felices y siempre quisiste cuidarme.

Gracias,

Tu Hijo

El Pródigo.

Cartas de un pródigo                               Donde viven las historias. Descúbrelo ahora