La vuelta a casa

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El corazón del Hijo latía con más fuerza, parecía que se le iba a salir del pecho. Respiraba intensamente, sabía que debía ir, sabía que era su momento, sabía que debía dejar todas sus dudas y temores de lado...y correr. Agarró su pequeño bolso, saludó rápidamente de lejos al señor que le había dado trabajo (solo por unos días) y corrió...

Sentía el viento en su cara. Sentía como lo llevaba. Sentía el trinar de los pájaros y el sol en su cuerpo maltratado. El sudor caía por su frente, pero nada iba a detenerlo. Jamás se había sentido tan vivo. Jamás había escuchado a su corazón latir de esa manera. Había una fuerza mayor que lo impulsaba a continuar, a seguir corriendo, a avanzando sin dudarlo. Mientras corría dejaba atrás su vergüenza, su dolor, sus heridas... corría con sus ojos puestos en la meta. Iba a casa.

Finalmente, llegó. Allí estaba aquel lugar. Ese lugar del cual tanto había renegado. Ese lugar del cual tanto había querido alejarse y correr hacia otro lado. Ese lugar en el cual había aprendido tanto. Ese lugar con el cual también había soñado los últimos meses en volver. Cuán feliz lo hacía ver con sus ojos llorosos aquel lugar. Su casa. Sintió que jamás se tendría que haber ido, Sintió que siempre perteneció ahí.

Mientras todavía contemplaba aquella casa ubicada en medio de los altos pinos, en medio de las altas montañas, lo vio.

Corriendo. Sollozando. Su Padre.

El Padre lo había visto desde lejos. Se había acostumbrado a salir fuera de su casa para ver si su Hijo al fin había vuelto. Y hoy era el día tan ansiado. Su Hijo. Su Hijo tan amado, tan preciado, tan esperado allí estaba parado frente a la entrada de la casa. El Padre corrió hasta finalmente envolver entre sus amorosos brazos al joven que llorando se encontraba.

Había regresado. El Hijo había vuelto al Hogar.

El joven no podía articular palabra alguna. No podía expresar lo que sentía. No podía poner en palabras lo que estaba viviendo en aquel momento. "Perdón Pa! Pequé contra el cielo y contra Ti. no soy digno de ser llamado tu Hijo"

El Padre no dejaba de abrazarlo. Era de tanto valor aquel momento que trató de extender el tiempo con tal de poder abrazar a su Hijo por más minutos. Tanto lo amaba. Tanto lo valoraba. Su Hijo se había "perdido" y ahora estaba "de regreso".

Los dos quedaron abrazados mientras las lágrimas caían por sus rostros. Las palabras no fueron necesarias. Ese momento era indescriptible. Ese momento llenó el vacío del corazón de aquel herido joven. Solo su Padre bastaba. Nada más. Su Padre era todo lo que él necesitaba. Ahí lo entendió.

Su Padre hizo un banquete en honor a la vuelta de su Hijo. Todos estaban felices, incluso su hermano. Para asombro del Hijo, sus hermanos estaban alegres de verlo en casa.

Hasta el día de hoy recuerdan todos en aquella morada el regreso del Hijo. Fue Pródigo. Ahora no más. Ahora vivía con sus hermanos y todos juntos alegran el corazón del Padre.

La historia del Hijo se volvió un testimonio para todos los demás. Su Padre es experto en convertir historias llenas de tristezas en historias de esperanza. Historias que animan. Historias que son un recordatorio de que no importa cuán lejos podemos estar de casa, siempre podemos volver.

Nunca se está tan lejos como para no poder regresar.

Volvé a casa. El Padre está esperando por tu regreso.

Volvé.

FIN

Cartas de un pródigo                               Donde viven las historias. Descúbrelo ahora