El bebé estaba...
El bebé estaba bien. El sangrado fue resultado de un desgarramiento anal, no de un peligro de aborto. El doctor Lee se pasó un total de media hora explicándoles los nuevos cuidados que debían tener a la hora de intimar si querían que todo estuviera bien lo que resta del embarazo y evitar alguna laceración mayor. Les regaló un par de sobres de lubricante a pesar de que insistieron en que conseguirían por cuenta propia, pero Frank terminó por tomarlos cuando se dió cuenta de que el aroma"flor de cerezo" aparecía en letras extremadamente gruesas en la etiqueta.
Solo los japoneses son capaces de hacer que un maldito lubricante huela a flor de cerezo, Gee. Tenemos que jodidamente probarlo; le dijo al castaño que le miraba con una mueca mientras trataba de caminar lentamente hasta ponerse en la silla de ruedas que lo llevaría hasta la entrada del hospital a pedir un taxi. Tuvo que pasar la vergüenza de que el doctor Lee le hiciera un lavado en todo el recto para evitar alguna infección que pueda dañar su embarazo, además de colocarle una crema para ayudar a la cicatrización de la herida que le deja una sensación de semen por todo el trasero, algo que jamás confesará. Para terminarla de cagar, la prenda que compró, que no le salió un dólar, acabó manchada de fluidos y en la basura. Y por si fuera poco, el doctor Lee les dijo que debido a la precaria situación, preferiría esperar una semana más para hacerle una ecografía a Gerard, hasta su recuperación, y así saber el sexo del bebé.
Genial.
El castaño se había rehusado a hablar con el tatuado durante todo el trayecto a casa. No reparaba en la vergüenza de saber que su obstetra y dos enfermeras más le habían visto el ano hasta el fondo. Y el jodido traje de Mikey tenía la culpa.
Para cuando al fin llegó a casa, se fue a dormir sin cenar, haciendo a Frank dormir en el sillón. El tatuado farfulló un par de quejas al aire, puesto que, en su defensa, él le había pedido que le dé durísimo. Frank solo obedeció, perjura...
Gerard tuvo que pedir un par de días de incapacidad, y para cuando el día domingo llegó, mirando a su esposo de reojo mientras este empezaba a caminar por todo el departamento con una gorra roja, sudadera negra y pantalones del mismo tono, una ferviente sensación le llenó el pecho.
—¿A dónde crees que vas?—masculló mientras se ponía se pie a duras penas, con el leve dolor aún en la punta del trasero. Frank abrió los ojos algo sorpreso, rodando luego estos y silbando.
—Hasta que te dignas a hablarme—gruñó. Gerard bufó.
—Te lo mereces. ¡Eres un animal!
—¡Tú querías que te diera duro, maldita sea!—extendió sus manos al aire, alzando de más la voz, mirando como un pequeño mohín se formaba en los labios de su esposo. Lo pensó un par de veces antes de suspirar y gruñir de paso, tratando de acercarse a él—. Ya, por favor. En serio lo siento, cariño. ¿Cuánto más vas a seguir así?, Ni siquiera has dejado que sea yo quien te ponga tu cremita... Vamos, bebé. Sabes que yo lo haría mejor—. Acortando los pasos, siendo rechazado de un manotazo en el proceso.
—Dices eso pero ya hasta te alistaste para salir. ¡A mí no me engañas, vas a ir a ver a ese hombre!—una larga exhalación salió de sus labios bajando las manos. Hizo una mueca y negó.
—Gerard, es día de juego...
—¡Lo sabía!, Te vas a ir y vas a dejarme con el dolor en el culo y tu bebé en mi vientre, hinchado, cada vez más gordo, hormonal... ¡Te odio!—Frank se relamió los labios sintiendo su sien palpitar, obligándose a sonreír despacio.
—Me amas, cariño. Así como yo a ti, ya, ya. ¿Por qué no te pones un abrigo y vas conmigo?, Mikey está ahí, ¿Recuerdas?—se dejó hacer ante las inevitables caricias de Frank, que ya había acortado la distancia a él, acariciando su vientre, mientras le daba tiernos besos en la mejilla.
Su puchero se pronunció y después de uno cinco minutos de mimos intermitentes, asintió.
No tardó en colocarse un cardigan blanco y un pantalón de algodón negro, sus pantuflas de panda que se había comprado unas semanas atrás, y una bufanda oscura que le llegaba a la nariz. El tatuado le sonrió, tomando su mano, encaminados hasta la casa de Robert, tocando el timbre dos veces antes de quedarse a esperar.
La puerta se abrió pronto, dejando ver al increíble mastodonte rubio con solamente una bermuda corta, muy, precariamente, corta, color verde militar. Y una sport blanca, este les sonrió genuino invitándolos a pasar.
—Disculpa hombre, no ví la hora—soltó con una risita tenue. Gerard apretaba los labios escondido tras el tatuado que le respondía sin cuidado al más alto—. Pero me alegra mucho que estén aquí. Pediré pollo frito a domicilio, con cerveza incluía, eh. Justo a tiempo—. Carcajeó. Gerard inspeccionó rápidamente la sala de estar, sin rastro de Mikey, haciendo una mueca y mirando al rubio que ya le devolvía esta esperando.
—¿Disculpa, qué?—Robert sonrió.
—Te decía que me da gusto que hayas venido, y que te ves muy bien. Ya sabes, el embarazo.
—Ah, si, si. Gracias. En realidad, ¿Dónde está Mikey?—cuestionó enseguida, con la expresión del rubio divertida, relamiendo sus labios para responder, cuando una voz más aguda se hizo presente.
—Bobby, ¿Dónde demonios te metiste?— los tres par de ojos dirigieron la vista hacia aquel esbelto cuerpo que salía entre los pasillos del departamento. Con un short de satín, muy, muy revelador, que incluso parecía cachetero, y sin nada más que una boa naranja sobre su cuello, Mikey presumía de su anatomía campante, mirando a su hermano deformar el rostro, con un severo tic iniciando en uno de sus ojos.
*
Hola, hola.¿Cómo estamos?
¿Les gusta?Les mando amor, gracias por todo su apoyo. ♥️
Alert Spoiler: Ando trabajando en una nueva historia.Jiji.
Pao. 🌻
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Embarazado -Frerard-
FanfictionGerard y Frank (inexpertos recién casados) van a tener un bebé.