23. Séptimo mes. Parte 3.

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—Felicidades.

Raymond  ladeó el rostro examinándolo de forma precaria antes de asentir como si aprobara su evidente y avanzado estado de embarazo. Gerard tragó con fuerza sirviendo el té de miel con jengibre en su taza designada, dejando la tetera de un lado y yendo a sentarse frente a suyo. Frank al lado de ambos como mediador que solo les veía intercalado. Se había ido a colocar una "vestimenta adecuada" para recibir al ex esposo de su hermano pues, bueno, no era ninguna sorpresa que al haber estado casado con alguien como Michael Way durante años, el buen gusto y refinado estilo, se hubiera pegado a Ray como un chicle a su zapato. Inevitable, según Mikey. Era como una cultura de pareja que habían adquirido juntos, ambos, muy apegados al mundo de la moda, las colecciones que ocupaban sus armarios siempre tenían una etiqueta de marca acompañada de un par de ceros extra que su salario como maestro jamás podría pagar. 

—Gracias—no sabía que decir. Nunca había tenido una buena interacción con el moreno, a decir verdad. Solo sabía lo que todos de él cuando lo conocieron años atrás en la universidad. 

Raymond Toro era conocido por ser un rebelde nato de la guitarra y el rock. Siempre llevaba una mata de pelo revuelta formando un enorme afro que dejaba loca a muchas chicas, y vaya que sí, era popular por tener varias novías en cada departamento del campus. Ninguna fue oficial, ninguna hasta que conoció a Mikey, que por alguna razón despertó su interés de forma instantánea. Ray solo quería tocar para el club de teatro por parte de una materia que estaba arrastrando y que peligraba de reprobar, asi que como un trato con su profesora de estadística, también encargada de dicho club, él tocaría para la obra escolar  "Cats" a cambio de un par de créditos suficientes para exentar. Mikey era el chico que diseñaría todo el vestuario de la obra. Se conocieron de casualidad, se enamoraron casi enseguida y dicen que Ray jamás volvió a visitar los departamentos alternos. 

Se casaron, Mikey revolucionó en el mundo de la moda, Ray lo acompañó y ambos eran la pareja etérea, llena de estilo y perfección. Sacaron su propia línea de ropa y Ray fue el encargado de los negocios internacionales mientras Mikey tenía el libre albedrío de diseñar a voluntad su propio estilo. 

Gerard no pudo imaginarse que es lo que había ocasionado que de la noche a la mañana, su hermano llegase a Japón diciendo que su esposo, aquel hombre que había amado en cuerpo y alma, (la única persona en su vida, según sabe él), le había engañado con una mujer. 

—Iré directo al grano. Sé que Mikey está aquí, sé que está contigo por que vamos, Mikey siempre odió el oriente como para venir sin saber que alguien aquí lo recibiría. Ni siquiera sabe japonés—

—Yo no...—

—Y lo vi en el internet—añadió sin más. Resopló cansino tomando un sorbo del té, saboreando y dejándolo de lado cuando notó que no era lo suficientemente bueno para su paladar. 

—Ray—Gerard le miró con un pronunciado puchero, gruñendo por lo bajo—Que te den.

Tanto Frank, como Raymond y el mismo Gerard se sorprendieron de su inesperada respuesta. Cualquiera que hubiera conocido a Gerard, el tímido e introvertido, Way en la universidad, sabría que aquel pálido cachetón jamás podría decirte algo como eso. No sin salir huyendo como un cobarde antes de que le den por jugarle al vergas. Aún así, no bajó la mirada, manteniéndo la postura ante el morocho. 

—¿Disculpa?—lo pensó un momento antes de tragar duro y continuar:

—Que te den—repitió—. Mikey está aquí, sí, pero no significa que vaya a decir dónde está. Él no quiere verte, y yo menos, asi que—. Se puso de pie, haciendo a Frank sobresaltarse, siguiendo su acción, mirando al moreno que permaneció tan sereno como desde el principio, con la mirada desinteresada y la postura pulcra—. Lárgate de mi casa, maldito infiel. 

Embarazado -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora