26. Octavo mes. Parte 3.

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—Debe ser una jodida broma.


Quizá haber estallado de la colera acorde a la situación no fue lo mejor que pudo hacer. Se había puesto de pie, y le tiró el latte encima del abrigo. Raymond gruñó poniéndose de pie a la vez, mirándole con ira contenida, apretando los labios en una línea. Al final, soltó un suspiro, negando cuando la chica que los había atendido fue corriendo a ofrecerle papel y otra bebida. Mikey le miró con impotencia un largo rato, los labios en un puchero, los ojos llorosos, un deje de furia y melancolía, dando media vuelta y saliendo del lugar, corriendo como si su vida dependiera de ello sin mirar atrás. 




Se tomaba del vientre con sumo cuidado, sintiendo una de las manos de Frank ayudándole a hacerlo, con la otra apoyada sobre su cintura. Miró hacia abajo, donde sus pantalones de chandal se econtraban sin salir de sus pies, la ropa interior visiblemente humeda. Su cabello revuelto, las gotas de sudor y los pechones algo hinchados que ya se cargaba, saltando en su lugar cada que las embestidas de Frank iban y venían, amenazando con hacerle llorar y llegar al cielo. 

—Más, así, así, ¡Carajo, tienes la polla enorme!—el tatuado gruñó, soltando una risita a la vez que su ego se pavoneaba y aumentaba el ritmo de los embistes, penetrando más certero, más rápido, con cuidado de no lastimar por completo su bello trasero y mordiendo de vez en cuando sus hombros, su cuello, el lóbulo de su oreja, gruñendo en su oido, diciéndole de vez en cuando lo cachondo que le ponía con esa panza de ocho meses, y cómo de rojas se le coloreaban las pelotas de la excitación—. Dímelo, vamos... ¡Vamos!

—Puta madre, me aprietas tanto que me voy a correr y te haré otro hijo. ¡Estás riquísimo, mi amor!—un par de embestidas más, y Gerard se corría manchando la pared por donde trataba de apoyarse a duras penas. La espalda iba a matarle al día siguiente y tendría que tomarse una ducha de nuevo ante lo asquerosamente sudado que estaba. 

Quiso enderezarse pero enseguida sintió los embistes de su esposo continuar, haciéndole retorcerse en su sitio de la sensibilidad. 

—E-Espera... ¡Frank!—sintió que se caería sino fuera por los tatuados brazos que le sostuvieron con facilidad mientras se aferraban por completo a él, la palpitación de su miembro al correrse dentro suyo. 

Sonrió lleno de satisfacción, besando su mejilla con dulzura. 

—¿Un baño?—asintió con notorio cansancio sintiendo como salía de él al tiempo en el que el timbre de su hogar sonó con tanto desespero que les hizo saltar de su ensimismo. Gerard negó y Frank se encogió de hombros, pero unos toques le siguieron a los sonidos chirriantes y eso les hizo reconciderar el ignorar los llamados desesperados a su puerta. 

Con vacilación le subió la ropa interior y los pantalones de chandal, bajándole la sudadera rosa enrrollada a su pecho. Él se subió su bóxer y sus jeans, abrochándolo al final, peinándose lo más presentable posible, yendo hasta la entrada. 

Gerard repitió su acción, secandose el sudor con la manga de la sudadera, caminando tras él. 

Al abrir la puerta, corrió hasta los brazos del embarazado como si el mundo se estuviera derrumbando por completo. Su rostro cambió de repente de uno de confusión a uno de notable irritación y furia. 

—¿Qué pasó?, fue ese leñador, ¿verdad?, No te lo dije, ¡No te lo dije!, Frank, trae la escoba, ¡Que traigas la maldita escoba!

—No—una aguda y gangosa respuesta salió de sus labios sin despegar el rostro de su pecho, abrazándole por la cintura, mientras rompía a llorar como un niño pequeño con su mamá. A Gerard se le partió el corazón envolviéndole en sus brazos. 

—Mikey—pero este volvió a negar y no le quedó de otra más que esperar en silencio. 

Lo encaminó al sofa y ambos se acostaron ahí, el rubio le abrazó, colocándose en su regazo, cuidadoso de no lastimar su vientre, pero sin dejar de rodearle con los brazos, parecido a un koala. El castaño sonrió con dulzura acariciando sus cabellos revueltos, secando sus lágrimas, tarareando una canción hasta que este por fin dejó de sollozar, con los ojos hinchados y la nariz escurriéndosele.

—Raymond quiere volver conmigo—dijo sin más. Ni siquiera se sorprendió, puesto que el mismo moreno se lo había confesado—. El muy maldito llamó "deslíz" a lo que pasó con su secretaria, me confeso su "amor" y me dijo que está dispuesto a volver conmigo y tener una familia. Cree que aún le amo.

—¿Y no es así?—la nariz del diseñador se torció sin remedio, alzándose para verle de forma ofendida.

—Claro que no. 

—¿Y por qué estás llorando?, digo, si ya no le amas...

—No es así—cortó—. No le amo, es verdad, pero aún no me es del todo indiferente... fueron muchos años, Gerard—. Soltó un vago suspiro negando—. Sería tan fácil volver y seguír viviendo juntos, es decir, lo conozco y él a mi, y mi vida sería sencilla y tendría una familia... quizá pueda volver a enamorarme. Una terapia de pareja quizá sirva. No lo sé. Sinceramente sigo demasiado enojado por lo que hizo como para cortarle las pelotas en la noche mientras duerme—. El castaño se sobresaltó asustado negando—. Pero, bueno... mi vida seguro sería fácil—. Repitió.

—Querrás decir rutinaria—la voz de Frank hizo eco de repente, haciéndose presente desde el umbral de la cocina. Ambos hermanos le miraron—. Así era tu vida con él. Si solo quieres volver por eso, al final serás infelíz. Ya no le amas, dudo que puedas volver a hacerlo y solo por un niño, no vale la pena. Al final ese niño no será felíz con unos padres que ni siquiera podrán mirarse. No lo podrás perdonar, no así—. Gerard le sonrió con cariño, dándole la razón en un asentimiento, recordando porqué amaba tanto a ese hombre. Volteó el rostro hacia su hermano, al tiempo en el que este bajaba la mirada. 

—¿Y qué debo hacer?

—¿Acaso no estabas liado por Robert?—cuestionó con incredulidad. Gerard de nuevo le miró con irritación, negando. Pero Mikey pareció recordar todo de repente, por que sus grandes ojos mieles se abrieron abruptos. Su garganta se secó y se puso de pie como un resorte. 

—Claro que no—gruñó Gerard. Pero Mikey sonrió. 

—Gerard—le llamó, este le vio temeroso—. Tu esposo es mejor dando consejos que tú—. Carcajeó, caminando hasta la salida—. Y cámbiate de ropa, apestas a sexo y tu pantalon está manchado de semen. 



*

Hola. <3

Perdón por desaparecer, he estado liada con mis clases (empezaron ya), mi protocolo, y mi servicio social, y pues, fué cumple de mi novio y mi papá dos días después. Andaba muriendo. :v

En fin, casi en la recta finaaaaal. 

¿les gustó el cap?

All my love. 

Pao <3

Embarazado -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora