22. Séptimo mes. Parte 2.

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Gerard alzó la mirada una, dos, quizá tres veces por sobre su hombro desde el sillón donde se encontraba acostado con una bata de dormir de seda color lila que Mikey había dado de cortesía en su desfile de modas; en sus pies, unas calcetas con dibujos de sushi que compró en el centro comercial, por que sí, y por que iba a la moda con él, muy a pesar del gesto torcido que su hermano le puso cuando las descubrió. 

Había pedido su incapacidad por maternidad hacía una semana después de su visita con el doctor Lee en su séptimo mes. Este les había dicho que era necesario que a partir de ese momento guardara reposo por completo ya que, su niña había estado creciendo mucho y para un hombre en su condición, era peligroso exponerse tanto a las subidas y bajadas que Japón les ofrecía, sobre todo en pleno invierno, cuando las decoraciones navideñas llenaban los acaparadores y la demanda de las jugueterías dispersas en diversas partes de la ciudad llenaban los autobuses y los metros. 

Frank seguía yendo a trabajar, prometiendo pedir la suya a penas y su niña naciera para así pasar el mayor tiempo con ambos. Y él, bueno, no estaba de más decir que había visto ya el diario de Bridget Jones unas diez veces más, y aquel traje de conejita que Bridget usaba le había dado una fugaz escapada a la última vez que Frank y él intimaron a causa de una prenda provocativa que no era de su agrado, gracias Mikey, pensó rodando los ojos. 

El tatuado había llegado hacía unos minutos, le besó, le robó uno de sus muslos de pollo que había pedido a domicilio y soltó una risita cuando observó la caja de pizza vacía a un costado del otro lado del sillón desocupado. 

—Fue del almuerzo, Frankie. No puedes culparme, B come mucho. 

—¿B?

—Bandit—asintió. Frank hizo un gesto extraño antes de vacilar un asentimiento diciendo que iba a cambiarse la ropa. Gerard sonrió perlado y extenso como pocas veces, lo cual hizo dudar a su esposo de que algo ocurría. Muy extraño si hablamos de Gerard, pero aún así lo dejó ir y caminó hasta su habitación. 

El castaño se quedó ahí observando por encima de su hombro desde entonces, esperando su regreso, mirando como este se asoma unos cuantos minutos después, completamente cambiado. Un pants color gris y una sudadera negra le vestía, sentándose a su lado, tomando la soda de cola frente suyo—: Y... ¿cómo te fue?—. Pregunta jugando con sus labios, ya no puede prestarle atención a la película. Frank suelta un eructo mirándole después. 

—Bien, cariño. ¿Y tú?, ¿B te molestó mucho?

—¿Entonces si te gusta el nombre?—su sonrisa resplandeció enseguida de genuina felicidad olvidando un segundo sus segundas intensiones, con la risueña sonrisa de Frank acompasándolo. 

—Lo podemos negociar—responde en un murmullo—. Mientras tanto—. Sus manos remueven entre las bolsillos de su pants sacando frente a él un pequeño sobre color rosa con letras cafés, agitándolo con diversión—. Me encontré esto en el centro de nuestra cama, ¿Puedes creerlo?, ¿cómo habrá llegado ahí?

Carcajeó vacilante, mostrando sus chiquitos dientes perlados mientras sus manos se apretaban entre sí y se encogia de hombros moviendo los pies de un lado al otro. 

—No lo sé, Frankie... quiza se me cayó o algo así en que lo saqué de mi bolso la semana pesada...—el gesto del tatuado fue pensativo, dándole la razón.

—Claro, por que tiene una semana que fuimos con el doctor Lee y nos dió este lubricante de sandia y apenas hoy lo viniste a sacar y cayó "accidentalmente" en el centro de nuestra cama—Gerard asintió con seriedad. 

—¿Puedes creerlo?—Frank estalló en carcajadas y un puchero se formó en sus labios mientras tanto. 

—Cariño, si quieres hacerlo, solo tienes que pedírmelo—suspiró dejando el sobre de lado y acercándose a sus labios, besándolo. Gerard soltó el aire, mordiendo su labio inferior mientras veía a su esposo posarse con cuidado encima suyo, quitándose la sudadera e hincándose hasta la altura de su vientre, donde el amarre de la bata estaba, empezando a quitarlo, exponiendo su ropa interior de Rilakkuma. Frank alzó una ceja sin dejar de sonreír, y él cubriendo su rostro ante la vergüenza. Ante todo, como era de esperarse, el tatuado solo siguió su labor sin importar nada, colocándose entre una de las averturas de la ropa interior, sacando la lengua que llegó a lamer sutilemnte uno de sus testículos. 

Gimió como adolescente enamorada encogiéndose, dejando que la húmeda sensación empezara esparcirse. Y cuando su ropa interior ya estaba en los suelos, la boca de Frank cubriendo todo su sexo, con los jadeos sonoros que soltaba ante el placer, el timbre insistente de la entrada casi los hace gritar.

Frank retrocedió enseguida, resbalando con la pequeña mesa del centro hasta caer se sentado y Gerard gruñó soltando un pequeño lloriqueo de dolor. Casi se corría. 

Se tuvo que colocar la ropa interior de nuevo y cerrarse la bata antes de caminar a pasos de pato hasta la entrada, donde el pequeño interlocutor estaba, la pequeña cámara que mostraba quien venía a joderle la mejor mamada de la vida. 

Claro que, palideció enseguida al ver de quien se trataba. Lucia maduro, vestido de Calvin Klein, con el pelo recogido en una coleta, aplastando lo que él alguna vez había apreciado mucho en su aspecto rebelde de universidad. 

Raymond. 

*

Capítulo hoy también, por que sí, y por que drama...

Las amo. <3

Pao. 

Embarazado -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora