6: Segundo mes. Parte 2.

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Cuando divisó a Frank desde la entrada del lugar, este parecía ya bastante extasiado. Llegó algo tarde, después de las siete, por que había tenido una interminable lucha consigo mismo acerca del tipo de ropa que debía ponerse.

¿Cómo verse casual, y llamativo sin parecer una zorra?

Bueno, al final se terminó colocando unos jeans, sus Converse negras, una camisa holgada del mismo tono y un cardigan verde militar, ese que Frank le había regalado un año atrás. Apretó los labios cuando llegó a la mesa donde todos estaban amontonados ya, muchas cervezas en la mesa, un par de paquetes de alitas picantes en el centro y unos cuantos sakes vacíos. Sonrío haciendo una reverencia a todos, quienes les hablaban con tanta emoción, que rió cuando vio a su esposo fruncir el ceño enojado. Como dijo, Frank y el japonés aún no eran mejores amigos, mientras que para él esa costumbre de emoción japonesa era ya algo a lo que se había acostumbrado, para Frank era algo fastidioso con lo que lidiar.

— Hay que hacer un brindis.

— Espera, espera. Está embarazado, no puede tomar.

— Pidamos agua.

— Si, si. Agua, agua.

— Tomen sus tragos. ¡Señora, más sake!— la mirada fastidiada de Frank le hizo soltar una risita volviendo a asentir.

— Gracias por su cuidado— sabiendo que era algo que debía decir en ese momento ante la preocupación. Frank solo asintió a "lo que sea" que no haya entendido, indicándole que podía sentarse ya.

Pensó en hacerlo a su lado, pero los lugares ya estaban ocupados. Uno por uno de los amigos de Frank, que al mismo tiempo resultaba ser su jefe, y otro por, una chica que no había visto antes, que al parecer estaba muy entretenida hablando con su esposo. Esta reía de vez en cuando y Frank le respondía, riendo de vez en cuando también. Gerard sonreía cuando Frank volteaba a verle una que otra vez, guiñándole el ojo. Y cuando el brindis pasó, el agua incipida solo le hizo desear no haber ido.

Tenía hambre, mucha. Descubrió que las alitas picaban, las tiras de zanahoria y apio estaban muy duras y el ruido causado por la aglomeración del lugar le estaba haciendo perder la paciencia.

Para cuando dieron las nueve treinta, la mayoría de los presentes ya estaba más que borracho. Frank seguía platicando con la chica sin nombre y él, bueno, él estaba poniéndose de pie para irse a casa.

Suspiró al sentir el fuerte viento de Tokyo golpear su rostro, cerrándose el cardigan mientras intentaba con todas sus fuerzas no vomitar, el olor a cigarro era extenso y sus ojos se aguaban con timidéz, tratando de secar las lágrimas enseguida.

— Ya es tarde, ¿no pensabas decirme que te ibas, acaso?— respingó ante la sensación de ser envuelto en algo que pronto descubrió era la bufanda de Frank, que enrollo con delicadeza a su cuello, mirándole de reojo.

— Estabas muy divertido ahi dentro, con kawaii-chan— balbuceó mirando sus tenis sin interés. La risa y bufido de Frank le hicieron fruncir el ceño viéndole incrédulo.

— Se llama Yuri, es nueva en el trabajo. Acaba de mudarse de Sapporo. Solo intenté ser amable. No le tienen mucha estima por que la chica es bajista y está aprendiendo el estilo, ya sabes. La emisora es algo pesada en eso— Arrugó su nariz gruñendo.

— Oh, vamos. Pensé que aquí la gente era más desestresada— negó.

— Es Japón, cariño. La tecnología es buena, la cultura... No está tan actualizada en lo que la igualdad y equidad respecta, no tanto como debería en realidad. Estoy intentando integrarla así que la invité hoy. Le dije que eras mi esposo, y ella se alegró mucho al verte pero, es tímida y no tuvo el valor de saludarte. Ya será la siguiente— Suspira con cansancio, acercándose cada vez más y tomando su mano hasta entrelazarla con la suya. Gerard le mira de reojo asintiendo—. ¿Nos vamos?—. Ambos empezaron a caminar por las calles, hasta llegar a una extensa avenida llena de locales. Gerard se paró en uno aún abierto de postres y le señaló al tatuado la rebana de pastel que quería. Frank soltó una risita comprándolo enseguida, ¿El argumento de Gerard?, Su hijo no saldría con cara de pastel por su culpa.

Se lo comió todo, tan rápido, que se manchó las comisuras de los labios y la punta de la nariz. Frank se detuvo a reírse de él mientras lamía a discreción los restos. Gerard enrojeció de la pena y la indignación bajando la mirada ante el empaque vacío. Ya era muy tarde y el pedazo había sido muy grande.

— Voy a engordar— murmuró lamentándose. Frank suspiró volviendo a tomar su mano mientras seguían el camino luminoso.

— Pues claro, es mi hijo el que tendrás ahí dentro— Gerard hizo un puchero bajando la mirada. Frank le observó un rato más antes de suspirar—. No pienses cosas innecesarias, Gee.

— ¿Eh?

— Ya sabes, el hecho de que subas de peso, no me hace quererte menos, además de que es por nuestro bebé. Además es estúpido, yo te seguiría amando igual y ante mis ojos seguirías bellísimo aunque subieras cien kilos— sus mejillas se enrojecieron aún más sintiendo la bufanda tapar un poco aquel detalle al mirar hacia abajo. Sus pasos se hicieron más lentos y los de Frank lo acompañaban. Ahora estaban más juntos que antes y su suspiro tranquilo le quitó un peso de encima.

Por alguna razón, esas palabras acallaron sus temores.

*
Hola, hola.
Capitulo tranquilo, en el siguiente volvemos al intento de comedia y así iré intercalando el drama y la comedia con el amor. Jajaja, muy rara la historia, eh.
Pao.🌻

Embarazado -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora