Ir a la oficina del director por quedarse dormido parecía una tontería para Ezequiel Maverick, pero todo cambió cuando se enteró del "castigo" que le esperaba y quiénes lo iban a acompañar: Greta Baker, Bowie Howard y Elena Dunne Doyle Castro. Algun...
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—Está bien. Tengo todo listo, planeado. Nada más será entrar por el certificado, dejar la tarea del día y ya —suspiró, tocando el timbre en la residencia de Jane Maverick.
Greta soltó el aire en sus pulmones nuevamente y dio una risa a la mujer que se asomó por la ventana. No tenía quejas, estaba disfrutando el hecho de estar visitando a Ezequiel por algo que había sugerido. Era como una pequeña victoria personal. No obstante, la realidad era que en primer lugar estaba su amistad y luego sus sentimientos.
—Soy bastante indecisa —se dijo. La figura de la abuela Jane apareció en la puerta. Sonrió—. Hola, señora Maverick.
—¡Greta, pero qué sorpresa! —exclamó la anciana. Se acercó y dio un imprevisto abrazo junto con un beso en cada mejilla. La chica soltó un suspiro de sorpresa ante eso—. ¡¿Qué haces en un día tan frío como esté aquí?! Pasa rápido o te vas a resfriar como Ezequiel.
Todavía procesando el increíble saludo, Greta entró a la casa. La mujer mayor se movió frenéticamente para cerrar la puerta, ponerse delante de ella y mirarla con preocupación auténtica en el rostro.
—Deja la mochila en el suelo y también el abrigo si quieres —indicó Jane. Abrió la puerta de un armario y sacó unas pantuflas—. Quítate el calzado y ponte esto. Estarás más cómoda.
—Señora, esto no es necesario. Estoy bien —admitió Greta, agradecida de que solo tartamudeó una vez y pudo formar una respuesta inteligente. La anciana sonrió y sintió su cálido interior—. No sé si su nieto le comentó, pero vine por su certificado.
—Ese chico se durmió antes de decirme algo. De no ser por mi novela estaría descansando como él —gruñó Jane mientras la miraba—. ¿Comiste algo? Tengo sopa de pollo extra.
—Le agradezco y suena delicioso, pero no quiero molestar —le respondió. La abuela se encogió de hombros, empujándola al comedor y para terminar con un plato de pollo de frente—. ¿Y esto?
—Estaba por llevarle a Zeke un plato y comer en su habitación. Sería mejor si tú compartes ese espacio con él —dijo Jane y notó que la adolescente tenía los ojos muy abiertos—. ¡Oh, descuida! Sé que eres buena chica y no te aprovecharías de él.
Greta se quedó estupefacta.
—Señora, por favor.
La abuela Maverick agitó una mano para interrumpirla.
—Llámame Jane. Eso de señora, me hace sentir muy anciana —le dedicó una sonrisa amistosa—. Escucha, no te insisto en que me acompañes porque pretenda incomodarte, pero ayer Ezequiel regresó muy extraño. No dio detalles y en la noche empezó a enfermar —la miró cuidadosamente, con la frente arrugada mientras sus cejas se fruncieron aún más—. Ha pasado tiempo desde que lidié con un adolescente y sé que Ezequiel no es mi Julius. Pero sé que confían más en sus amigos.
Greta suspiró, sus manos se agarraron de las mangas de su camiseta larga. Tragando saliva, le devolvió la mirada cálida a la mujer que tenía delante.
