Capítulo 12

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Al principio, nada de lo que le estaba pasando a la abuela me parecía grave. Para mí, lo importante era que siguiera viva. Claro que era muy triste saber que, poco a poco, ya no reconocería a nadie, ni siquiera a sus hijos y nietos. Al saber esto me puse muy triste. Mucho más tristes se pusieron mis padres.

Ese no es el problema, pensé después. 

Por eso nunca creí que estuviera enferma. Y si estaba de verdad enferma, la suya no era una enfermedad para ponerse a llorar. 

Mi madre me llamó aparte un día y me dijo que debería conocer la verdadera situación de la abuela.

 -¿No ves que cada día es más irascible? -me dijo.
 -Depende -le repliqué-. Conmigo nunca es irascible.
     ¿Irascible? Una persona que tiene disposición a la ira, pensé sin necesidad de buscar en el diccionario.
  -Nadie sabe, ni siquiera los médicos, lo que puede sucederle de un día a otro. Tenemos que preparamos para lo peor. 

Escuché a mi mamá en absoluto silencio. Al salir de su cuarto, donde habíamos estado juntas sin la presencia de papá, sentí que se me nublaba la vista.
Ahora creo que no era la vista lo que se me nubló en aquellos momentos sino el mundo de fantasías que me estaba haciendo con la abuela. De todas maneras, no quise aceptar lo que mamá acababa de decirme. Hoy pienso que debajo de aquella niebla dolorosa seguían sucediendo cosas que me alegraban la vida.
  ¿Con qué se mide la desgracia o la felicidad de una persona?, me preguntaba. 

No se compliquen con estas preguntas, amigos lectores, si han tenido la paciencia de llegar hasta aquí. Yo misma no sabría responderlas. 

Lo que me pasaba era en ocasiones muy bonito. Y porque era muy bonito, quise olvidar lo que me había dicho mamá. Por eso lo recuerdo con tanta emoción. Pasaba que cuando estaba al lado de la abuela, en silencio, mirando las nubes o el sol del atardecer; mirando el vuelo de un pájaro que salía de las ramas de un árbol; mirando nada, como me pasa a veces; cuando estaba a su lado, la máquina de los recuerdos empezaba a funcionar y no se detenía. 

Miraba a la abuela y el tiempo empezaba a de-volverse. Podía regresar en el tiempo, pero mi pobre vida era tan corta que no alcanzaba a llegar muy lejos. ¡doce años! Muy poco. Casi nada. Saber esto me puso frente a un rompecabezas: ¿Cómo puede una volver más larga y antigua su memoria?
Me rompí los sesos hasta que llegué a esta conclusión: la memoria de una niña, la memoria de cualquier persona se vuelve más larga y antigua si se la conecta con la memoria de sus padres. La memoria de los padres se amarra a la de los abuelos. Un joven recibe como herencia la memoria de los más viejos. Si se va hacia atrás en el tiempo, siguiendo la cadena de la memoria, se podrá llegar a los primeros seres que tuvieron memoria de las pocas cosas que sucedieron cuando el mundo no estaba todavía poblado.

 —Estás hablando del regreso al primer hombre —me dijo Juan Gustavo el Repelente—.
Ese es el tema de todos los libros sagrados: el nacimiento del mundo y del primer hombre en el mundo.

En la laguna más profunda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora