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Desde aquel percance en el ascensor, Liz pensaba cada vez más en Shawn, el  verlo a diario solo ayudaba a que se sintiera atraída hacia él, era un hombre interesante, con muchas virtudes que saltaban a la vista.

Se acercaba la hora de salir, Shawn estaba tratando de organizar unas facturas en la carpeta, y pensaba también en ella, solo habían pasado unos días, y muy pocas veces salía de su mente.

Liz recogió sus cosas y entró en el ascensor. Cuando Shawn salió, ya no la vio, desilusionado, presionó el botón y espero a que llegara el ascensor. Ella cruzó el vestíbulo, se despidió de Julia y salió a la calle, la brisa corría cálida y le acariciaba los hombros descubiertos. Cruzó la puerta y esperó para pasar a la otra acera. Shawn la vio al salir del ascensor y caminó a paso rápido con el propósito de alcanzarla. Cuando se acercaba, vio que bajó de la acera e iba a cruzar la calle, a lo lejos, venía una motocicleta a gran velocidad, seguramente ella no la había visto, corrió y la tomó del brazo con fuerza para hacerla retroceder en el mismo momento en que la motocicleta se aproximaba. Ella chocó contra el pecho de Shawn, y se encontró algo asustada, estuvo cerca de ser arrollada. El aroma del perfume del chico inundó sus fosas nasales.

— ¿Estás bien? —preguntó tomándola por los hombros y mirándola a los ojos.

— Sí, gracias Shawn, solo fue un susto.

Sentía el cosquilleo en sus hombros donde Shawn había puesto sus manos, se permitió perderse en los ojos cafés del castaño, en ellos se podía vislumbrar la bondad y la amabilidad.

— Creo que debo irme —dijo Liz.

— Ten cuidado.

— Descuida, estaré bien.

Shawn quitó sus manos de los hombros de Liz, y luego se acercó para darle un beso en la mejilla.

— Adiós, Liz.

— Adiós, Shawn.

Ella cruzó la calle y se mezcló entre la gente que transitaba, perdiéndose de la vista de Shawn que seguía en el mismo lugar, algo le impedía moverse. De repente, se le ocurrió una idea, corrió de regreso al edificio y se encontró con Julia, le pidió el número de teléfono de Liz, ya que no se había sentido capaz de pedírselo él mismo, ella se lo dio con cierta desconfianza, él le agradeció y se fue a casa.

Cuando Liz abrió la puerta, se encontró con que Liam ya había llegado, estaba dormido en el sofá, se quitó los zapatos y siguió hacia la habitación. Se cambió de ropa y luego se fue para la cocina a preparar la cena. Liam seguía dormido, mientras esperaba a que el pan saliera de la tostadora, tomó el celular y casi en seguida sonó, era un número desconocido.

— ¿Liz? —preguntó Shawn cuando ella contestó.

— ¿Shawn? —dijo ella sorprendida.

— Disculpa que te llame, quería saber si llegaste bien a casa.

— Sí, gracias por preocuparte, estoy muy bien.

— Le pedí tu número a Julia, espero que no te moleste.

— No hay problema, otra vez gracias por preocuparte.

— Está bien, que tengas buena noche.

— Igualmente, adiós.

Shawn colgó y se acostó en su cama.

Liam despertó, se sentó y se peinó el cabello rubio con los dedos. Miró hacia la cocina y descubrió que Liz ya estaba allí.

— ¿Hace mucho llegaste?—preguntó levantándose del sofá.

— No, solo no quería despertarte —respondió ella.

— ¿Quién te llamó?

— Un compañero del trabajo.

La miró con cautela y le dio un corto beso en los labios, luego, abrió la nevera y sacó una lata de cerveza. Más tarde, cenaron en silencio, Liz sentía que la distancia entre ellos se hacía cada vez más grande. Por alguna extraña razón, no sentía deseos de hablarle ni de preguntarle nada, Shawn se estaba adueñando de su mente y no sabía qué hacer para evitarlo. Eso no estaba bien, Shawn no sabía que ella tenía pareja, y Liam no podía saber que ella estaba sintiéndose atraída por otro hombre, no era justo, ella se sentía demasiado en deuda con él. Quince años atrás, cuando murió su padre, Liz se sintió sola y desamparada, su madre llevaba hombres desconocidos a casa todas las noches y se emborrachaba. Liam era su vecino de al lado, se habían hecho amigos y él siempre la dejaba quedarse en su casa para evitar que le sucediera algo malo con esos desconocidos. Cuando ella tenía quince años, Liam le confesó sus sentimientos y se hicieron novios. Tres años después, la madre de Liz se volvió a casar, el nuevo esposo había intentado abusar de ella, su madre lo descubrió, pero culpó a Liz, al contarle lo sucedido a Liam, se opuso a que siguiera en esa casa, ella ya trabajaba, así que le propuso mudarse juntos, él estaba ya cerca de terminar la universidad, y así lo hicieron. Liz pensaba que lo amaba, así lo creyó siempre, pues había estado cerca de él toda la vida y era el único que le había tendido la mano cuando más lo necesitaba, por primera vez, se atrevía a pensar que tal vez no lo amaba, solo estaba demasiado agradecida con él. Su relación se hacía cada vez más fría y distante y la aparición de Shawn, lo que sentía cuando él la tocaba y el hecho de que no dejaba de pensarlo, la confundían profundamente, aunque no pensaba en que pasara nada nunca entre ellos, era un chico demasiado atractivo, no pondría sus ojos en ella.

Por su parte, Shawn miraba al techo de su habitación en la oscuridad y pensaba en que sería bueno invitar a Liz a salir un día, tal vez al cine, a cenar o algo así, aunque temía estar yendo mi rápido y que ella desconfiara de él. Veía algo especial en ella, cuando hablaban parecían entenderse tan bien, los dos tenían su sueño más grande frustrado, parecían ser muy parecidos, aunque no estaba seguro de que cuando se conocieran mejor pudieran tener algo. No quería ilusionarse, a penas la conocía, pero no se explicaba por qué se sentía atraído hacia ella, por qué deseaba acercarse.

Grandes cambios  || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora