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Era hora de regresar al trabajo, Liz se levantó con resignación y se arregló para irse. Su madre todavía tendría algunos días de descanso, pero se levantó a prepararle algo de desayuno. Liz salió para el trabajo con tiempo de sobra y llegó temprano. Fue a la cafetería y llevó de paso un café para Shawn. 

De nuevo, Shawn cometió el grave error de apagar el despertador y seguir durmiendo, cuando despertó ya era bastante tarde. Se alistó en tiempo récord y corrió a tomar un taxi para el trabajo. Cuando llegó, vio que Liz le había llevado el café, ese sencillo gesto lo hizo sonreír. Se dispuso a trabajar, esos días eran los más ocupados, pues pronto tendría que entregar los estados financieros de fin de año, faltaba solo un poco más de una semana para año nuevo. Recordó que ese fin de semana era la fiesta de fin de año de la empresa, debía preguntarle a Liz si iba a ir. 

La jornada trascurrió con mucho trabajo, cuando llegó la hora de la salida, Liz se sintió aliviada, quería ir a casa. El dolor de cabeza era constante y comenzaba a cansarse de eso. Sacó los analgésicos del bolso y se tomó una pastilla, esperando que pronto pasara. Shawn salió del archivo y la miró preocupado.

— ¿Estás bien? —preguntó. 

— Solo me duele un poco la cabeza —respondió ella. 

— ¿Puedo acompañarte a casa? 

— Está bien. 

Salieron juntos, y media hora después, estaban en casa. La madre de Liz estaba preparando pasta para la cena, el olor inundaba todo el apartamento. 

— Hola, mamá —saludó Liz mientras entraba. 

— Hola hija, ¿cómo te fue? —dijo ella sin mirarla, mientras revolvía los espaguetis. 

— Muy bien. 

— Buenas noches, señora Susan —saludó Shawn. 

— Buenas noches, Shawn —dijo ella. 

Se sentaron en el comedor y esperaron mientras Susan servía la cena. Escucharon dos golpes fuertes en la puerta y se miraron alarmados, tanto Liz como su madre, sabían de quién se podía tratar. Liz se levantó de su silla y caminó despacio. Cuando abrió la puerta, se encontró con los mismos tres hombres que habían visto el día que fueron por las cosas de Susan a su antigua casa. La miraron serios y uno de ellos habló. 

— Venimos a buscar a Dan.

— Él no vive con nosotras —respondió Liz intentando que no se notara el miedo en su voz. 

— No te creo, pueden estar escondiéndolo aquí, no me voy a ir hasta estar seguro. 

Los tres llevaban pistolas en sus manos y los abrigos largos y sucios. Empujaron a Liz a un lado y entraron. El hombre que había hablado, se acercó a Susan y le apuntó con el arma. 

— ¿Dónde demonios está Dan? —gritó.

— No lo sé —respondió ella recostándose contra la nevera— ya no vivimos juntos ni hablamos. 

— Eso no es mi maldito problema, yo solo quiero que me digas dónde está, me debe una fuerte suma de dinero, si no me paga, no dudaré en matarlo. 

— Ya te dije que no sé nada de él, puede estar con su familia o donde algún amigo. 

El hombre se alejó y entró junto a los otros dos a la habitación de Susan. Liz los siguió y observó desde la puerta cómo abrían el armario, miraban bajo la cama, registraban el baño y buscaban cualquier rastro de Dan, sin encontrar nada. Luego, fueron a su habitación, miraron en todas partes, buscaron en el otro baño y en la cocina. 

— No está aquí, no hay ni señales de él —dijo otro de los hombres. 

— Parece que estaban diciendo la verdad, seguimos buscándolo en el lugar equivocado —el hombre que habló primero, parecía ser el líder. Hizo una seña, y en segundos salieron del lugar precipitadamente, sin decir nada más. 

Liz se sentó junto a Shawn y respiró profundo, la llegada de esos hombres la había asustado, podrían hacerles daño para cobrarse la deuda de Dan, lo estaban buscando desesperadamente. Shawn tomó su mano sobre la mesa, mientras tanto, Susan siguió sirviendo la cena como si nada hubiera pasado, parecía estar acostumbrada a que hombres armados y peligrosos irrumpieran en su casa a preguntar por su esposo. Después de pasar ese momento angustioso, cenaron en silencio, aunque Liz seguía sintiéndose preocupada, Dan podría causarles muchos problemas, si se le ocurría aparecer de repente, iría con muy malas intenciones, era visible que era capaz de todo, si ya una vez había intentado asesinar a Susan. Aunque sonara terrible, esperaba que esos extraños hombres lo encontraran primero, antes de que pudiera acercarse y hacerles daño. 

— Liz —dijo Shawn tratando de llamar su atención. 

— ¿Sí? —dijo ella volviéndose para mirarlo. 

— ¿Vas a ir el sábado a la fiesta de fin de año de la empresa?

No había pensado en eso, lo había olvidado por completo, unos días atrás, le habían entregado una invitación, pero no sabía si ir, tal vez le serviría para distraerse y pensar menos en todo lo que había sucedido. 

— Creo que sí —respondió. 

— Si quieres paso por ti y vamos juntos, le diré a papá que me preste su auto, espero pronto poder comprar uno. 

— Estaría perfecto. 


Grandes cambios  || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora