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Shawn se levantó temprano y fue a casa de sus padres a pedirles el auto prestado para ir por Liz al hospital. No había logrado dormir muy bien pensando en quién había sido el culpable de lo que le había sucedido. Pensó en ir a buscar a la madre de Liz, si sus suposiciones eran ciertas, podría haberle sucedido algo. Solo había una manera de averiguar dónde vivía: ir a buscar al ex novio de Liz, pero eso lo haría después de llevarla a su casa. Se dirigió al hospital y preguntó en recepción el número de la habitación. Mientras lo hacía, llegaron en una ambulancia con una mujer, cuando pasó junto a él, se dio cuenta de que se trataba de la madre de Liz, estaba acostada en la camilla, inconsciente y las enfermeras gritaban que había que llevarla a cirugía, pero, ¿qué le había pasado? Se alarmó notablemente, podía ser que, tal como lo había advertido, su esposo hubiera intentado matarla. Subió a la habitación donde se encontraba Liz, debía decirle lo que acababa de ver. 

El dolor de cabeza iba y venía durante toda la noche, Liz se sentía terrible, los analgésicos no ayudaban y comenzaba a desesperarse. Julia había ido a verla temprano en la mañana, le había llevado algo de ropa limpia y elementos de aseo, se bañó y vistió, el doctor había dicho que pronto le darían de alta, estaba a la espera de que le dijeran que podía irse. Shawn entró en la habitación con una notable cara de preocupación que la hizo alarmarse de inmediato. 

— Buenos días, Liz —saludó— ¿cómo te sientes?

— Buenos días, Shawn —dijo ella apartándose un mechón de su cabello negro que caía sobre su rostro— mejor, aunque aún me duele la cabeza. 

— ¿Qué te ha dicho el doctor?

— Que está haciendo el papeleo para darme de alta. 

— Liz, acabo de ver a tu madre. 

— ¿Qué?

Shawn suspiró, no le agradaba para nada darle malas noticias, pero ella tenía que saberlo. Se acercó, se sentó junto a ella en la camilla, tomó su mano y la miró a los ojos. 

— Estaba herida, escuché decir que la iban a ingresar a cirugía aunque no sé muy bien qué le pasó. 

— No puede ser. 

Por primera vez en muchos años, Liz sintió miedo de que le sucediera algo a su madre, había creído que no la quería ni le importaba, pero eso no era así, a pesar de su abandono y de sus errores, ella era la única familia que le quedaba. Se sentía cansada, en pocos meses le habían pasado tantas cosas, puso su cabeza sobre el hombro de Shawn y él la envolvió en sus brazos. Se sentía afortunada de tenerlo, aunque ella hubiera cometido un grave error, él seguía estando ahí, a pesar de que no tenían ya una relación. Se había enamorado irremediablemente de él, y con cada cosa que él hacía, le demostraba que era una gran persona, que podría despertar el amor en cualquiera que lo conociera. Ahí, entre sus brazos, solo podía pensar que la sensación de desamparo que había sentido durante toda su vida, había desaparecido por fin. 

— Te quiero, Shawn —dijo más para sí misma que para él. 

— Yo también te quiero, Liz —respondió él, y le dio un pequeño beso en la frente. 

Se apartaron un poco y ella se levantó de la cama. 

— Necesito averiguar qué le sucedió a mi madre. 

Los dos salieron de la habitación, en ese momento, el doctor llegaba con los documentos para la salida de Liz. 

— Venía a decirte que ya te puedes ir. Aquí están los medicamentos que debes tomar. 

Le dio una serie de recomendaciones que ella no escuchó muy bien, debía llamar al señor Harris para informarle que tenía unos días de incapacidad. Recogió sus cosas y se fueron a preguntar por el estado de la madre de Liz. No había información, tendrían que esperar. Mientras les decían algo, fueron a la cafetería por algo de comer. Se sentaron en una mesa y se quedaron por un momento como perdidos en sus pensamientos. 

— ¿Lo que dijiste hace un rato es verdad? —preguntó Shawn sin mirarla. 

— Sí, es completamente cierto. ¿Y en cuanto a ti?

— No lo dije por decirlo, o porque tú lo dijiste primero, es verdad. 

Se atrevió a mirarla y ella ya lo estaba mirando, tomó su mano sobre la mesa y pensó en que tal vez era absurdo fingir que nada pasaba, que no sentían nada, tal vez valía la pena volver a intentarlo, finalmente, ella era ya una mujer libre, y que hubiera mentido antes, no significaba nada. Pero ese no era el momento de hablarlo, luego sería. 

Terminaron lo que estaban comiendo y regresaron al hospital, allí, les informaron que la madre de Liz estaba bien, pero que debían esperar para verla, su estado era delicado, ya que había recibido un disparo, le habían hecho una cirugía para extraer la bala y aún no había despertado de la anestesia. Liz se sentía aliviada, pero quería ir a descansar, pensaba en que al día siguiente la vería, por el momento, necesitaba descansar. Salieron del lugar y subieron en el auto del padre de Shawn. 

— ¿Te molestaría ir a mi casa? —preguntó él. 

— No —respondió ella encogiéndose de hombros. 

El camino no duró mucho tiempo, cuando entraron al apartamento donde vivía Shawn, Liz recordó la primera vez que estuvo allí y lo que había pasado la última. Recorrió el lugar con la mirada, Shawn la invitó a sentarse y fue a la cocina por dos vasos de jugo de naranja. Cuando regresó a la sala, se sentó junto a ella y trató de relajarse, quería hablarle y pensaba que ese era el momento indicado. 

— Liz...hay algo que quisiera decirte —dijo mientras pensaba en las palabras adecuadas. 

— Dime —dijo ella un poco nerviosa. 

— Sucede que...quisiera que intentáramos todo de nuevo, que volviéramos a tener algo como antes. 

— ¿Estás hablando en serio? 

— Sí, sé que te dije que no podía seguir contigo por lo que pasó y que se me dificultaba confiar, pero eso ya no tiene relevancia, ahora eres una mujer libre, y creo que las cosas funcionarían. 

Liz meditó las palabras de Shawn en silencio, no esperaba algo así. Las palabras no ayudarían a decir lo que sentía, así que se acercó y lo besó, llevaba algunos días sin hacerlo, pero se sentía como si hubiera pasado una eternidad. Así le demostró que estaría dispuesta a intentarlo cuantas veces fuera necesario. 

 


Grandes cambios  || Shawn MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora